Toni Padilla: "Bromeé con Josep María Bartomeu sobre quién subiría, si el Sabadell o el Barça B"

"Sin un gol del Sabadell, yo ni habría nacido", sintetiza, con un toque de humor, Toni Padilla en su último libro. Que una pelota entre en una portería tiene la capacidad de generar una vida humana -¿cuántos bebés nacieron en abril de 2011, nueve meses después del gol de Iniesta en Johannesburgo?-, pero también hay goles que acompañan al aficionado a la tumba, ya que son inolvidables. El fútbol, entonces, sería una cosa de vida o muerte, como ocurre con el último penalti de una tanda decisiva.

Por ello, la historia vital de un mero ser humano se puede ligar a la suerte en el estadio de un equipo de fútbol. Eso lo sabe perfectamente Padilla, autor de Mala piel (Libros del KO, 2024), un apasionado relato en el que une su inquebrantable pasión por el equipo de su vida, el Sabadell, con la historia del propio club, pero también de la ciudad, al tiempo que construye una especie de Bildungsroman o novela de formación en el que relata su pasión por el balompié y la une con la relación con sus padres y con tantos otros capítulos emocionales que le han construido como individuo.

Este periodista deportivo español comenzó narrando los partidos del Sabadell en Matadepera Radio, años después de que descendiese a Segunda División, en 1988. Desde entonces, el club arlequinado no ha vuelto a la élite. Por tanto, se podría decir que a Padilla le ha ido, en los últimos años, mucho mejor que al equipo de sus amores: ha escrito libros como Brasil 50: Retratos del Mundial del Maracanazo (2015) o Único grande amore (2023) y colabora en medios como Gol Play o Panenka, de la que es uno de los socios fundadores.

En su particular crónica sentimental futbolera y vital, el también historiador de formación añade otra obra más a la brillante y variopinta colección futbolera Hooligans Ilustrados, de la editorial Libros del KO, y se suma así a una plantilla que puede saltar al terreno de juego con perfiles como Enric González, Ignacio Martínez de Pisón, Enrique Ballester o Antonio Agredano. ¡Un gran fichaje de invierno!

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PREGUNTA. ¿De dónde parte la idea de escribir Mala piel?

RESPUESTA. Soy fan de la colección de Hooligans Ilustrados de la editorial Libros del KO, y recuerdo los dos primeros que leí, el de Quique Peinado y Lucía Taboada, pero nunca pensé que un equipo como el Sabadell pudiese interesar para esta colección. La propuesta no nace de mí, sino que me viene vía Paco Cerdá, un escritor valenciano. Tras una presentación de un libro mío anterior, fuimos a cenar y le conté la historia que relato en el libro de cómo se conocieron mis padres, y lo importante que fue la afición de ambos por el Sabadell para ello, y me dijo que la anécdota daba para un Hooligan Ilustrado. Él habló con la editorial y así empezó todo: pasé de ser fan y lector a formar parte de la alineación, aunque sea como suplente. Me hizo mucha ilusión, nunca pensé que podría hacer un libro sobre mi equipo.

P. Qué bueno, por cierto, 14 de abril, de Cerdá.

R. Sí, es buenísimo, lo admiro mucho.

P. Mala piel es un libro en el que no solo está la historia del Sabadell reflejada. También lo está el auge y caída de la propia ciudad, y es muy importante cómo reflejas la relación que has tenido con tus padres. ¿Es el libro más personal de los que has publicado?

R. Sí, es sin duda el libro más personal, porque la idea de Hooligans Ilustrados es precisamente esa: que los que escribimos nos desnudemos y contemos cuál es la relación con un club de fútbol, por lo que había que hacer un libro casi en primera persona, contando tu historia. Lo que se me ocurrió fue juntar tres ejes narrativos, que tienen el punto en común del verano de 1993, visto como un infierno. En Cataluña ese año hubo una crisis económica grande, que también afectó a toda España, donde se pasó de la euforia de los Juegos Olímpicos del 1992 al frío que llegó un año después, con muchas empresas que cerraron y gente que perdió el trabajo en Barcelona y el área metropolitana. También el Sabadell ese verano bajó de Segunda a Segunda B y, además, como había tantas deudas, nos descendieron una categoría más en los despachos. Por primera vez en nuestra historia, pasamos a jugar en el cuarto escalafón del fútbol español: de enfrentarnos al Betis o Racing de Santander a hacerlo contra el Tortosa. Ese mismo verano, mi familia estaba rota, faltaba el dinero y las cosas no iban bien. Fue un verano muy duro desde distintos ángulos.

P. El Sabadell es un histórico, pero lleva desde 1988 sin jugar en Primera División. ¿Cuál es la importancia de este equipo en el contexto histórico del fútbol español?

R. El Sabadell tiene algo de cuento de hadas, de equipo humilde que sorprendió y llega lejos, ese punto romántico. Es el tercer equipo de Cataluña. Aunque ahora el Girona pueda meterse en Champions League, lo cierto es que el Sabadell ha estado 14 temporadas en Primera, que son muchas, y es el quinto club con más temporadas en Segunda. Jugamos también una final de Copa en tiempos de la II República, y participamos en Europa. Es un equipo muy peleón, y en el siglo XX, casi cada década, ha conseguido estar en Primera. Aunque toda la magia se rompe en ese maldito 1993. Ese pasado tan grande fue disfrutado por la generación de mis padres o mis abuelos. De forma periódica, venía el FC Barcelona o el Real Madrid al campo, además, en casa, nos hacíamos fuertes y era habitual que los derrotásemos. Esa era la realidad que disfrutaban mis padres y abuelos. Había descensos, pero se volvía. Hoy en día, ese pasado empieza ya a ser una cosa desdibujada, y es algo que puede pesar mucho. Ahora, somos una sombra de lo que fuimos.

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P. Ahora mismo, el equipo coquetea con el descenso a Segunda Federación. ¿Qué debería suceder, a su juicio, para que el club vuelve a estar entre los grandes del fútbol español?

R. Está siendo dura la temporada. Se han hecho cosas buenas en los últimos años, se saneó el club económicamente, se reactivó el fútbol base y, a nivel social, ha crecido la masa y el estadio está más coqueto. No obstante, si la pelota no entra, se fastidia todo. En Navidad estábamos últimos, destrozados. Ahora ha llegado Óscar Cano, exentrenador del Deportivo o Castellón, y lo cierto es que ha caído de pie. Se ha revertido el estado anímico y el equipo está muy vivo. Bajar a Segunda Federación sería un golpe muy duro en un año en que la ilusión era estar arriba.

P. Otro de los temas que trasluce en las páginas del libro es cómo la ficción transfigura los recuerdos personales y colectivos. Esa fragilidad de la memoria. ¿Cuál es el partido que ha vivido en directo que jamás podrá olvidar?

R. Creo que no olvidaré jamás el último ascenso a Segunda División, el de la pandemia, que ganamos 2-1 al Barça B en Marbella. Me había perdido el anterior ascenso en 2011 y no quería volver a quedarme con esa sensación. Me acredité como periodista al estar cubriendo la actualidad del FC Barcelona y, al tener posibilidad de ascenso el filial, era algo que podía tratar, aunque lo cierto es que yo quería que ascendiera el Sabadell [risas]. Recuerdo el campo vacío de Marbella, una sensación muy rara, y entre las pocas personas que había por allí, estaba el que era presidente del Barça, Josep María Bartomeu, que lo conocía, y bromeábamos sobre ver quién iba a subir. Cuando marcó Querol el gol del triunfo, yo grité mucho y me miró Bartomeu como diciendo: 'Cálmate'. Me puse a correr por la grada solo, fue un momento muy bonito, llorando como un niño, con algunos amigos que estaban también acreditados. Además, fue un momento especial para mí, en el que mi padre, que había sido siempre hincha del equipo, ya estaba afectado por el párkinson y empezaba a perder la memoria. Fue bonito poder llamarlo y decirle que habíamos subido y que él lo entendiese. Sus recuerdos en el fútbol los tuvo muy vivos hasta el final.

P. Los 90 tienen mucho peso en su relato, aunque no siempre desde un punto de vista nostálgico. Habla, por ejemplo, de la institucionalización de la violencia que se produjo en esos años. ¿Qué es lo que echa de menos de ese fútbol ochentero?

R. Yo estoy en contra de esa expresión tan recurrente de Odio eterno al fútbol moderno, aunque no de la filosofía que hay detrás de esa frase, claro. Más bien, habría que decir Odio eterno al fútbol negocio. En el fútbol de los 90, en España, era muy habitual la violencia. Recuerdo, por ejemplo, haber ido al campo del Espanyol y haber visto esvásticas y pasar un miedo tremendo, con agresiones y lanzamientos de objetos en muchos campos. Eso no lo echo de menos, no todo lo moderno es malo. Echo de menos ese punto popular que había en el fútbol de antes, donde se veía cómo la población se movilizaba y estaban en el campo todas las clases sociales. Los estadios eran una especie de fotografía de cómo era la población y eso ahora ya no está. Cada vez los campos y la experiencia de ir a estos se parecen más, los precios son más altos y eso provoca que la gente deje de ir… Ese punto verbenero que tenía el fútbol de antes sí lo echo en falta.

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P. Decía el portero N'Kono en una entrevista antigua que se sentía un privilegiado al no haber tenido que soportar graves episodios de racismo en España. ¿Se ha avanzado algo en este tema o es un mero reflejo de la sociedad?

R. El fútbol no deja de ser un escenario que refleja lo que ocurre en la sociedad. Creo que había mucho más racismo antes. Recuerdo insultos racistas u homófobos mucho más normalizados. Cuando aparecía un futbolista de otro color, y recuerdo el caso, por ejemplo, de un portero marroquí que tuvo el Mallorca, Ezaki Badou, se le decían infinitos insultos racistas con una crueldad tremenda. Había racismo y odio, y era una España muy diferente, con un punto de mayor crueldad. En eso, hemos mejorado mucho, pero es muy significativo que los casos de racismo que vemos ahora llegan en un momento en que se observa que esta lacra ha crecido bastante en la sociedad.

P. El periodismo también tiene su protagonismo en la obra. Cita a grandes autores, como Placid García-Planas, o amigos suyos en el ámbito deportivo como Carles Fité. Ahora que se dedica de lleno al periodismo deportivo, ¿cómo ve la situación del sector en España y qué otros compañeros de profesión admira cuando realizan su trabajo?

R. Vivimos un momento de indefinición de ver cómo funciona el periodismo como negocio. Es la gran duda, cómo hacer que los nuevos criterios periodísticos cuadren números y cómo llegar a la gente en un momento de exceso de información, para que el periodista pueda llegar a final de mes. El buen periodismo precisa de tiempo y, para ello, necesitas estabilidad económica. Hay algo que nunca cambia: hacer bien o hacer mal el periodismo, eso sigue igual que siempre. Mucha gente defiende que es un momento muy bajo por las redes sociales o por algunos programas de televisión. Yo contesto, con sinceridad, que siempre ha habido buen y mal periodismo. Y les pongo como ejemplo mi infancia: un programa de deportes por entonces muy famoso tenía como protagonista a Jesús Gil, en prime time, en un jacuzzi, acompañado de chicas semidesnudas, insultando al presidente del Real Madrid o a los alcaldables de Marbella. Un espectáculo grotesco. Otro programa de fútbol que se puso de moda por entonces era Goles son amores, presentado por Manolo Escobar, acompañado de presentadoras en falda corta y con una clasificación que eran también chicas semidesnudas. La gente se queja de programas de ahora, pero es que los de antes eran mil veces peor. No soy tan negativo en eso, hoy en día se puede encontrar buen periodismo deportivo, desde veteranos como Ramón Besa o Santiago Segurola hasta representantes de nuevas generaciones como Miguel Quintana, Áxel Torres o José Sanchís.

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P. Si nos centramos en la actualidad futbolística, ¿qué equipo ve favorito para ganar la Champions League y qué selección se hará con la Eurocopa?

R. En Europa veía favorito al Manchester City, aunque tras ser eliminado, el Real Madrid tiene ese el rol de favorito. En la Eurocopa, estoy entre Francia o Inglaterra.

P. ¿Qué papel cree que hará España?

R. Puerta grande o enfermería. O se mete en la final e incluso la gana, o se elimina en primera fase, en un grupo que ha tocado que es durillo.

P. Empezamos con un pequeño test, ¿cuál es su libro favorito?

R. No tengo como tal un libro favorito. Te podría decir Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, o Un puente sobre el Drina, de Ivo Andric.

P. ¿Cuál es el gol que más ha celebrado en su vida?

R. El de Querol con el Sabadell en la fase de ascenso a Segunda División de la temporada 2019-20, el 2-1 contra el Barça B, lo celebré con locura.

P. ¿Con qué futbolista en activo le gustaría tomar una copa?

R. A Messi ya lo he entrevistado y no creo que sea el mejor de los conversadores. Necesitaría de alguien que tenga una buena historia y sea un buen orador. Pienso, ahora que ha sido la Copa del Rey, en un perfil como Abdón Prats, del Mallorca, o Asier Villalibre, en el Athletic de Bilbao. El bigote y la barba, me parecen muy auténticos, y valoro el tesón con que han llegado ahí sin ser los mejores. Me iría a tomar una copa con los dos.

P. ¿Y con qué escritor o escritora?

R. Si estuviese vivo, me iría sin dudarlo con Pier Paolo Pasolini.

P. ¿Qué jugador le gustaría que fichase su equipo?

R. Veo improbable que Messi quiera dejar Miami para venir a jugar con nosotros [risas]. Si no es Messi, diría Sergio Busquets, ya que es de Badía, de al lado de Sabadell, y estaría genial que se retirase aquí.

P. Si pudiese elegir, ¿qué preferiría? ¿Meter el gol que devuelve al Sabadell a Primera División o narrarlo en directo en el estadio?

R. Como es ficción, marcarlo.

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