La ciencia, a pesar de su imagen de rigurosidad y objetividad, ha sido escenario de algunas rivalidades épicas que han alimentado la llama de la innovación y han dejado historias para el recuerdo. Imaginemos dos titanes intelectuales, cada uno en su rincón del mundo, forjando un nuevo lenguaje para comprender el universo. Ambos, sin saberlo, estaban a punto de desencadenar hace una de las disputas científicas más feroces de la historia. Hace más de 300 años, Isaac Newton (1643-1727). el solitario genio inglés, y Gottfried Leibniz (1646-1716), el polifacético filósofo alemán, se encontraban en una carrera contrarreloj para descifrar los misterios del cambio continuo. El resultado de esta competencia sería una herramienta matemática tan poderosa como revolucionaria: el cálculo infinitesimal. Pero la historia no termina ahí. Cuando sus caminos se cruzaron, y se descubrió que ambos habían llegado a conclusiones similares de manera independiente, la armonía se transformó en una feroz batalla por la paternidad de esta nueva rama del conocimiento. ¿Quién fue el verdadero inventor del cálculo? ¿Fue Newton, el solitario genio que desarrolló sus ideas en secreto durante años? ¿O fue Leibniz, el hombre de las mil ideas que las difundió rápidamente por toda Europa? El cálculo infinitesimal es como el «superpoder» de las matemáticas: permite analizar el cambio continuo y resolver problemas que antes resultaban inimaginables. Tanto Newton como Leibniz, trabajando de forma independiente, desarrollaron herramientas muy eficaces para llegar a este cálculo. El problema surgió cuando ambos intentaron reclamar la paternidad de esta invención. Newton, un tipo serio y un poco gruñón, era un genio autodidacta que había desarrollado su versión del cálculo años antes que Leibniz. Sin embargo, fue más lento en publicarlo. Leibniz, por su parte, era un tipo más sociable y extrovertido, que rápidamente difundió sus ideas por toda Europa. La disputa se intensificó cuando se descubrió que las notaciones y métodos de ambos eran sorprendentemente similares. ¿Estábamos ante una coincidencia o, simplemente, era un plagio? La comunidad científica se dividió en dos bandos, cada uno defendiendo a su campeón. La rivalidad entre Newton y Leibniz se convirtió en una guerra de palabras, con acusaciones mutuas de plagio, reproches y ataques personales. Newton, con el apoyo de la Royal Society de Londres, intentó desacreditar a Leibniz y sus seguidores. Leibniz, por su parte, contó con el respaldo de la Academia de Ciencias de Berlín. Esta disputa tuvo consecuencias duraderas en el desarrollo de las matemáticas. Durante décadas los matemáticos ingleses y continentales se negaron a utilizar las notaciones y métodos del otro bando, lo que frenó el avance de la disciplina. Al final, no hubo un claro vencedor en esta historia. Ambos científicos hicieron contribuciones fundamentales al desarrollo del cálculo infinitesimal. Sin embargo, la rivalidad entre ellos dejó una profunda huella en la historia de la ciencia. La rivalidad entre Newton y Leibniz es una historia fascinante que nos muestra el lado más humano de la ciencia. Y, aunque a veces nos pueda parecer ridícula y cómica, nos recuerda que incluso los genios más brillantes pueden caer en la tentación de la vanidad y la competencia.
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