Aída Nízar: «¿Por qué se actuó de manera tan drástica con Rubiales y con Errejón hay esta permisividad?»

Aída Nízar ha vuelto. Y esta vez no lo ha hecho a golpe de gritos, frases lapidarias o insinuaciones, sino con una denuncia formal ante la Justicia contra Íñigo Errejón por una supuesta agresión sexua l, la segunda que recibe el político del que todos hablan en estos momentos, y no precisamente para bien. Mientras los tribunales dirimen si hay contradicciones o no en el escrito presentado por esta polémica mujer, los curiosos se lanzan a escribir en Google su nombre acompañado del siempre socorrido «qué fue de...». Porque Aída Nízar lleva un tiempo alejada de la escena pública y el espectáculo audiovisual patrio. Mientras unos cuantos dirimen si se la echaba de menos o no, parece adecuado recuperar la memoria de una mujer de singular personalidad y no pocos enemigos, aunque algún amigo que otro tendrá. Que una cosa es lo que ocurre en cámara y otra lo que está detrás. Aunque a veces sea parecido. «No te equivoques: no hay diferencia entre la Aída persona y la Aída personaje. Es el ejemplo de vida que quiero para todo el mundo», asegura con amabilidad en su entrevista para ABC. Toda España se aprendió su nombre -y posiblemente para no olvidarlo- en aquel lejano 2003, cuando un ciclón aterrizó en la casa más famosa de Guadalix de la Sierra para convivir -por emplear un eufemismo- con sus compañeros de 'Gran Hermano'. Sería la primera expulsada después de algunas discusiones, vergüenzas y ganas de tirarle de los pelos. Pero como el odio también vende, su rostro pasó a ser imprescindible en cualquier programa con afán polemista, que por aquellos tiempos -como ahora- había unos cuantos. Aída Nízar era un verdadero ciclón, una auténtica máquina de insultar y de sacar de sus casillas a cualquiera que le cayera mal o regular. Cómo olvidar aquel momento de 'Crónicas marcianas' en el que fue despedida casi en directo por decirle a un invitado en silla de ruedas que «Dios da a cada uno lo que se merece». Entonces pasaban esas cosas y con ella las posibilidades se multiplicaban. «Aída Nízar es audiencia», afirma. La mujer no aflojaría. Su viaje por la televisión de principio de siglo continuaría con más realities, incluyendo 'Gran Hermano VIP' o 'Supervivientes', donde también supo llevar al límite tanto a tranquilos como a irascibles. «Hija de puta», le dijo el presentador Jorge Javier Vázquez tras escuchar unas originales teorías sobre Rosa Benito, Ortega Cano y un accidente de tráfico. Luego se le ocurrió a alguien la idea de darle un micrófono para que trabajara de nuevo con Jorge Javier Vázquez en 'Sálvame'. Pero no de tertuliana ni nada parecido, sino de reportera. Y Aída Nízar con micrófono, entrevistados y campo abierto es una bomba de relojería pero sin reloj. Múltiples detonaciones por segundo. Alguno de los entrevistados llegó a agredirla. Literalmente. También ocurrió en el plató de 'Gran Hermano VIP', cuando el marido de Irma Soriano le soltó un guantazo que mereció un mes de multa a razón de 10 eurillos diarios. «Antes cobrábamos 20.000 euros en billetes de 5 euros por una hora en una discoteca con 'photocall'. Ahora, solo quieren estar, les da lo mismo si no les pagan, con tal de decir que trabajan en televisión», asegura en un alarde de dignidad. No se sabe qué vino antes: si Aída Nízar se cansó de la televisión o fue la televisión la que se hartó de ella. Estuvo aquel extraño suceso de 2013, cuando fue despedida fulminantemente por Mediaset tras un incidente con el entonces embajador de México. Ella dice que fue por «no permitir que se sobrepasara, y luego él tiró de amistades... Era un baboso, a mí me costó el puesto», justifica a ABC. Lo cierto es que paulatinamente fue alejándose de la escena española mientras se cercaba a la internacional. Protagonizó el reality 'Resistiré' en Chile, donde también fue agredida, y en Italia: «Allí trabajé con los mejores». Ahora tiene un nuevo reto. O «sueño», como lo llama: ser adalid de la decencia moral desde un activismo militante. «Mi firme objetivo es remover conciencias», proclama. Como cuando denunció un supuesto caso de corrupción política en la localidad de Mijas. Concretamente, asegura que el exalcalde Ángel Nozal está «defraudando a Hacienda» y advierte que este, con los nervios de punta, le dijo que le iba «a dar una hostia». Qué manía tiene la gente con querer pegarla. Lo cierto es que esta es, junto con el asunto de Errejón, su nueva cruzada. «La comunidad de propietarios de Cabopino ha estado defraudando a Hacienda cientos de millones por la prevaricación de la pareja del exalcalde de Mijas. Ni presunto ni nada. ¡Y que me denuncie! Pero tiene personas dentro de los juzgados... esto no avanza. Son trileros», exclama. En su segundo frente, Aída Nízar va apara adelante con su denuncia a Íñigo Errejón. «¿Por qué se actuó de manera tan drástica con Luis Rubiales y sin embargo con este individuo está habiendo esta permisividad? Es inconcebible», dice. Al respecto, ha presentado una ampliación de denuncia para corregir una de las aparentes contradicciones que le habían señalado. «Han pasado años. Me he equivocado en la localidad, no era Madrid sino Barcelona. He incluido la corrección y además he añadido un testigo», advierte. Y concluye con el brazo en alto en una ensoñadora confluencia de Scarlett O'Hara y Martin Luther King : «Mi sueño es ser la verdadera reportera social para alzar la voz del más débil, ser la reportera de las cadenas de televisión, ser esa mujer que no tiene miedo de ayudar a los demás. Es lo que necesitamos, una mujer tan valiente como Aída Nízar, que alce la voz de los espectadores, de los más débiles. Ese es mi sueño... De momento no hay presupuesto para ello».

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