El puerto de montaña del WiZink Center se le atragantó al Betis Baloncesto , que sigue sin hallar la fórmula de la victoria cuando de medirse al Movistar Estudiantes en Madrid se trata. Parece un coto vedado, prohibido, la cancha colegial. Hincó la rodilla el Betis en un partido largo, de muchas aristas, con varios giros de guion, mucho que desmenuzar y amplias dosis de dificultad. De que la Primera FEB ha aumentado mucho su nivel ya puede dar fe el Betis, que si no descarriló en el primer cuarto ante la llamarada anotadora del Estudiantes fue por la veteranía de sus jugadores y su cuerpo técnico. Por su flema. Otro equipo más tierno no habría resistido el incandescente inicio estudiantil. Una fiera que los verdiblancos, dar cera y pulir cera, fueron domesticando, gracias a un gran segundo cuarto, hasta que el partido entró en el terreno de la igualdad y las emociones. Cuando cada centímetro de pista ganada importa, así como cada rebote, falta hecha a tiempo y tiro libre anotado. Al Betis le faltaron puntos, un líder en el epílogo , lo que exigía la noche, justo lo que tuvo su oponente en la figura de Granger para decantar el partido. La apertura fue aterradora. El Betis Baloncesto sufrió un auténtico bombardeo, con pleno desde el triple en cuatro lanzamientos del Estudiantes que abrasó su defensa, en llamas. Ese 4/4 contrastaba con el 0/5 de los verdiblancos, fríos, sin tacto en las muñecas y sin jugar a nada. El 15-4 exigió el tiempo muerto de García de Vitoria y dos permutas: a pista Cvetkovic y Kasibabu. Apósitos para las serias heridas en el monocasco. Un 0-5 (15-9) alivió al Betis, que se refugió en una tibia zona sin efecto alguno contra las detonaciones colegiales (20-9). Al séptimo intento, y llorando la pelota, clavó el Betis su primer triple, pero el Estudiantes lo estaba arrollando . En intensidad, velocidad y eficacia en la ejecución. Una escabechina traducida en 24 puntos encajados en ocho minutos. Gonzalo García y Kasibabu elevaron el tono en el intercambio de pareceres tras el cambio del congoleño. El Estudiantes, en ignición; y el Betis, desencajado, sin chispa . El concluyente 30-16 del primer cuarto , con siete triples colegiales, obligaba a un cambio radical del Betis para poder contener a ese tsunami vestido de negro que se lo tragaba. En contextos así, toca sufrir, apretarse las clavijas defensivas, aguantar y aguardar a que cese el chaparrón. Un aguacero. Cristian Díaz ampliaba a 17 (33-16) cuando Cvetkovic tomaba el mando de las operaciones en plena tempestad (35-23). Tras la ráfaga de triples liberada (8/11), Barro , con su imponente físico, martilleaba por dentro mientras el Betis, con casi todas sus fuentes desactivadas, trataba de conectarse a través de la defensa. Ya saben, picando piedra. El Estudiantes ya erraba más que anotaba y Benite, al fin de tres, bajaba de la frontera de la decena (37-28). Zurcía el Betis el descosido. Hughes le siguió el rollo con cinco puntos seguidos (37-33). Poco a poco, el partido se redirigía hacia terrenos mucho más cómodos para los verdiblancos. La sobreexcitación le sienta mal. El Estudiantes pasó en cuestión de minutos de material inflamable a escopeta de feria. Un equipo bipolar. Bajaba el suflé colegial, así como la temperatura y el ruido ambiental. El Betis nunca perdió los nervios y ahora, tras el naufragio, pisaba tierra firme tras un parcial de 9-21 (39-37) que fue 12-21 tras diana de Garino sobre la bocina del descanso (42-37). Había minimizando daños el Betis. Del 33-16 del minuto once al 42-37 del intermedio. Estaba más que vivo. Su gran virtud, lo propio de los equipos veteranos, fue no abandonarse cuando más desatado estaba el Estudiantes y aguantar, corrigiendo y trabajando, desde la paciencia y la defensa, a que llegara su momento. El comienzo del tercer cuarto resultó toda una declaración de intenciones. Presión al hombre balón, robo de Renfroe y asistencia par Radoncic (42-39). A continuación, triangulación y mate de DeBisschop (42-41). La ciclotimia se había apoderado del Estudiantes, desconocido y caído. Toda la fuerza se le fue en el volcánico cuarto de apertura y Radoncic (14 puntos ya), con un triplazo, selló la remontada verdiblanca (42-44). Tenía al rival, que encadenaba fallo tras fallo, grogui en la esquina. De Bisschop dibujaba un canastón de pívot vintage (42-46) y entonces sí reaccionó el Estudiantes, que se alimentaba de nuevo a base de triples (50-46). El partido era ya de altos hornos, siderúrgico, y al Betis la zona defensiva no le acababa de generar dividendos. Dejaba tirar y no sellaba del todo el rebote justo cuando Schmidt se desencadenó de nuevo y se disparó hasta los 20 puntos (56-51) . Trece triples llevaban los colegiales en un partido que era ya un cuerpo a cuerpo de marcador cada vez más contenido y distancias cortas. A medida que crecía el nivel físico, bajaba el volumen anotador. Renfroe zigzagueó botando y botando sobre su izquierda hasta que halló en la esquina contraria a Álex Suárez para que el mahonés descerrajara el triple del 60-59 que abrochó el tercer segmento. Quedaba lo mejor. Un cuarto de puro infarto en el que exprimirse en defensa, con Renfroe y Kasibabu traccionando, sumando ayudas, metiendo manos y activando el modo todoterreno. Alderete enchufaba el triple que el aro le escupía a Benite (63-63) en plena expansión defensiva de los equipos, con ayudas larguísimas de sus cincos. A Cristian Díaz le respondía Suárez (66-66), los puntos de Benite no llegaban y el Estudiantes sacaba petróleo del rebote ofensivo. A falta de cinco minutos, los dos equipos en bonus. La siempre temida variable de los pequeños detalles (un tópico que adquiere sentido en noches así) entraba ya en juego en un partido metido en la secuencia de canasta, réplica y contrarréplica (72-70 a 3.10). Era un momento para no atorarse y el Betis lo hizo. Se encasquilló. Ay, el tiro libre (13/21). Encadenó varios ataques sin sumar y perdió a Hughes por cinco personales a tres minutos. Suárez acudía al rescate en un momento crítico (76-76) cuando Andric clavaba el decimosexto triple colegial (79-76). «Este partido lo vamos a ganar», gritaba el WiZink, uno de esos rugidos que invocan al mal fario. Cvetkovic apretaba (79-78) y Granger arrancaba la victoria para su equipo en tres acciones: un triple ante la marca de Suárez en el cambio defensivo, una falta de ataque del Betis regalada por los árbitros (déjà vu); y otra más, esta vez en defensa, para que el uruguayo finiquitara la noche (84-78). Ni así tiró la toalla el Betis Baloncesto, que ajustó por medio de Benite pero ya no pudo aplazar más lo inevitable.
abc.es