A La Pedriza que se fue y se enamoró. Catorce años tenía en aquel entonces. De sus riscos, praderas y canchales. Entendió aquella naturaleza como refugio, lugar adonde huir de una realidad que aún arrastraba estragos de una guerra pasada. Tanto se enamoró que a la serranía se entregó. Fue al mismo tiempo que comenzó a trabajar como tapicero en un pequeño taller familiar, oficio al que ha dedicado toda su vida. Que no quiere decir esto que se desatendiera de aquel paisaje granítico: de La Pedriza con catorce a escalar la vertiente oeste del Dru , una de las más míticas de los Alpes franceses, a los veintitrés. A partir de ahí, el escalador ha realizado numerosas primeras rutas... Ver Más
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