Carlos Alcaraz presentó su mejor versión dadas las circunstancias: mucho mejor que en el estreno ante Casper Ruud y mejor incluso que ante Andrey Rublev, pero aun así, no fue suficiente para este Alexander Zverev excelso que lo apea de la Copa de Maestros sin esperar al resultado del partido entre el noruego y el ruso por la diferencia de juegos. A pesar de la derrota, el español se puede marchar tranquilo, con la cabeza alta, que ha perseguido un casi imposible poniendo buena cara y mejor nivel ante un alemán crecido en este final de 2024. El que más victorias, entra por la puerta grande de la semifinal. Solo ha afrontado una bola de rotura en todo el torneo, mérito a medias de Alcaraz. De ahí que la nota del español sea alta a pesar de todo. Tirita en la nariz, protección de cebo más que real para abrir las vías, efectiva de cualquier forma si a él le funciona en el ánimo, Alcaraz afronta cada turno de su saque con la presión de un Zverev de 1'98, subido en el ánimo de este 2024 líder el triunfos, elevado en estas ATP Finals con las que confirma la expedición de las alturas, ya no tan lejanas porque es 2 del mundo con buen carácter y compromiso para seguir hasta hollar la cima. Y sufre el español, pero se revuelve de todas en un primer set en el que tuvo que jugar mucho más de la cuenta, obligado a remontar cuatro bolas de rotura en el cuarto juego, por ejemplo, y a pelear cada pelota de lado a lado, estirado hasta el límite de sus huesos, ligamentos y tendones para defender el fuerte. Nada fácil cuando la media de velocidad de los saques del rival es de 220 kilómetros por hora y luego también se mueve de maravilla desde el fondo. El alemán, 27 años y 2 del mundo, ha puesto como rutina de su crecimiento entrenarse después de los partidos, gane o pierda. Lo sigue haciendo en esta Copa de Maestros en las que es líder del grupo John Newcombe sin discusión. Y aunque repita que no es para mejorar hoy, ni para este torneo, sino para mañana y el reto de los cinco sets, le sirve para continuar al alza y meterse en semifinales con todos los puntos a su favor: victorias, sets, juegos. Se afianza sobre sus pies y sus extensísimas palancas para convertir cada saque en un obús, con una media de 221 kilómetros por hora y con una punta de velocidad de 231. No le hace falta tanto a Alcaraz, que le mantiene la cara con saques de 158 kilómetros por hora, y mucha paciencia como para levantar una bola de set y desembocar este primer capítulo en el 'tie break' con un grito de rabia y euforia después del sufrimiento. Convencido, confianza, le deslizan desde su banquillo. Atrevimiento, incluso. Lo que se necesita en estos desempates en los que afloran más los nervios y la mente se pone más en juego. Pero el que se atreve es Zverev, que engancha una derecha cruzada finísima que atraviesa a Alcaraz por la derecha. Y es una derecha del español que se estrella en la red. Se revuelve el español, que le devuelve los passings al alemán, uno por la izquierda y otro con un globazo tremendo que supera los 198 centímetros más el brazo alargado más la raqueta y cae en la línea, todavía vivo el español en este tie break y en este set y en esta Copa de Maestros. Pero el revés falla. Y Zverev ya no concede ni una más. A la tercera bola de set, apaga a Alcaraz, al que no le queda más remedio que empujar de nuevo con un más difícil todavía de remontar dos sets. Ha pagado demasiado en la primera hora y se deshace en errores en el primer juego del segundo. Enfadado consigo mismo y pidiendo explicaciones al palco de por qué todos los passings de Zverev van a la línea. Contrariado, no encuentra el aire, y ya no por la tirita, sino porque se lo ha quitado el alemán con un juego exquisito. 'Break' en contra, y negaciones de cabeza. Empiezan las quejas, desfondado y sin ánimo para mantenerse en pie en busca de que salga la sonrisa. «Siempre a la red, siempre», «Solo quiero una, solo quiero una», replica. La situación es adversa y ya no hay dónde agarrarse. Tiene una opción de rotura con 2-3, la primera que concede el alemán en todo el torneo, pero se resuelve con una caña hacia el techo de Alcaraz, momento en el que entra en el adiós: dos errores de derecha seguidos a la red, otro con el revés. Y la desesperación. Está fuera del partido, como está fuera del torneo. Salvo milagro. No lo concede Zverev, aunque regalan los dos una de esas batallas que hacen afición, en un último juego de fuegos artificiales que acaba con Alcaraz por los suelos intentando estirar los límites de su cuerpo a la caza de un passing y con el público en pie. Aplauso enorme para los dos y grito de euforia para Zverev cuando impacta su enésimo gran servicio, que no es un 'ace', pero como si lo fuera. Sirve para lo mismo. Para sumar un triunfo más tras un partido descomunal en el que puso todo lo mejor Alcaraz, pero no llegó al objetivo de la semifinal en la segunda edición en la que participa.
abc.es