Respira Carlos Alcaraz por fin en la Copa de Maestros con una victoria de orgullo y tirita en la nariz ante Andrey Rublev . Cumple el español con la primera final y consigue un balón de oxígeno para permanecer vivo, jadeante, a medio pulmón, pero todavía en pie en estas ATP Finals a pesar de todo. Un triunfo ante el ruso y su propio cuerpo castigado por el enfriamiento. Subido otro nivel en su crecimiento tenístico al entender y aceptar que no siempre va a estar perfecto el día de partido. Rublev, que le ganó este pasado mes de mayo en Madrid (4-6, 6-3 y 6-2), es un jugador rocoso, que no te permite respirar por estos saques que convierte en cohetes y por el aluvión de golpes definitivos que intenta desde cualquier punto de la pista, desde cualquier posición, y la rapidez con la que los carga. Casi diría que no piensa, que solo ejecuta, a un lado, a otro y al de más allá. Una premisa que no favorecía a este Alcaraz de tira respiratoria en la nariz como recurso para que entrara algo más de aire en los pulmones congestionados. Se anima Alcaraz desde el primer punto, intentando olvidarse de esa tirita aunque sin dejar de tocarla también desde el primero punto. Apuntan desde su equipo que es un jugador de sensaciones, que necesita tenerlo todo bien para poder desarrollarse y buscar la sonrisa, quizá demasiado pendiente todavía de si está todo al punto o no. Pero va creciendo el murciano, enfrentado a esta situación complicadísima de Rublev, por sí solo, y añadido a un cuerpo inestable y agarrotado desde el interior, de la que sale fortalecido en carácter, en el ánimo y en el torneo. Tose y tose el murciano tras la toalla en cada intercambio, intentando espantar los virus y atraer la fuerza y el ánimo con el que afrontaba este noviembre de doble examen final, con dos Copas como premio de fin de un curso estupendo. Sufre Alcaraz, respiración agitada ante los saques potentes del rival y ante los intercambios largos. Pero suelta un «vamos» tras «Vamos» durante sus juegos para seguir exorcizando ese enfriamiento. La fórmula funciona, entregándose a una dejada exquisita y una derecha de las suyas en el séptimo juego para demostrar que puede morder aunque no pueda respirar. El congestionado es entonces Rublev. En teoría se iba a enfrentar a un Alcaraz a medio gas y se enreda él solo en la frustración de no saber cómo desbordar en los intercambios largos y su apuesta por el saque se encuentra con un muro que monta el murciano casi encima de la línea de fondo. No hay salida para el ruso, que concede un segundo 'break' para entregar el primer set. Es un soplo de aire para Alcaraz, crecido porque le está pudiendo a Rublev a medio pulmón. Se desmarca en el segundo capítulo con un fortalecimiento del primer servicio que le permite tomar aire sin fatigarse ni desgastarse y jadea cuanto puede en los restos, donde encuentra el aire. La grada lo envuelve en aplausos como si fuera una toalla, encantado el Inalpi Arena con el murciano, que se deja querer con su esfuerzo sobrehumano en un punto de quitar el aire, de lado a lado, de red a fondo, de defensa a defensa que, sin embargo pierde por un error no forzado con el revés cuando había hecho todo lo más difícil. Sonríe el murciano, agachado después para intentar recuperar un aire que no sobra, pero que le hincha el pecho de orgullo y aplausos. Y la sonrisa se expande, la tirita ya no hace falta, porque se siente liberado por fin y el espectáculo es una bombona de oxígeno: dedo a la oreja después de sortear otro maratón de golpes como misiles por parte del ruso a los que responde estirado como un chicle hasta el límite del esfuerzo. La grada, claro, responde a lo grande y hasta con un «¡Carlitos, cásate conmigo!». Aprieta el ruso de nuevo con sus servicios, pero también va liberado Alcaraz con los suyos. Nadie se da un respiro, tan eléctrico el partido que Rublev tuvo que cambiarse una zapatilla, rota en uno de los intercambios de puro fuego que llevaron el partido a un 'tie break' frenético. El que tuvo el aliento contenido fue el público, pendiente de un lado y de otro, con opciones para ambos bandos, con dos bolas de set para Rublev, con una doble falta de Alcaraz, con una bola de partido de Alcaraz, con una pelota a la línea por milímetros de Rublev y con una sonrisa de las grandes para Alcaraz cuando la derecha completó el desafío de ganar a dos rivales: el ruso y el enfriamiento. Crece Alcaraz en su carrera, entendido ya que no siempre estará perfecto para afrontar los partidos, pero que aun así puede desarrollar su tenis y desplegar la sonrisa.
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