Al otro lado del espejo de la normalidad estaba un mundo de barro, chatarras, muertos, hambre y devastación. Un infierno. Un paisaje para después de una guerra brutal. Donde sobrevivían a la tragedia niños, hombres, mujeres y ancianos aislados, encerrados entre barrotes de olvido, condenados por la negligencia delictiva de unos jugadores de naipes que se vestían de políticos. La soledad, esa enfermedad cargada de futuro inmediato, se cebó con los damnificados por la gota fría que le heló el corazón a Valencia y se lo rompió a España entera. Los náufragos pedían socorro. Pero los días pasaban y nadie de los que estaban obligados a hacerlo, se atrevía a pasar el espejo de la normalidad. Y seguían con su... Ver Más
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