Atín Aya: una mirada cinematográfica sobre el fotógrafo que retrató el pasado, el presente y el futuro

Hugo Cabezas y Alejandro Toro presentan en el Festival de Huelva un documental sobre el creador que inspiró, entre otros trabajos, el filme ‘La isla mínima’

El Festival de Huelva arranca este viernes su 50ª edición reconectando Andalucía e Iberoamérica

De los muchos fotógrafos que han puesto su lente sobre Andalucía a lo largo del tiempo, hay un nombre que suscita fascinación e intriga a partes iguales. Se trata de Atín Aya (Sevilla, 1955-2007), sobre el cual los directores Hugo Cabezas y Alejandro Toro han querido arrojar luz en el documental 'Atín Aya. Retrato del silencio', que llega esta semana al Festival de Huelva de Cine Iberoamericano. 

“A los dos nos apasiona la fotografía, y hemos seguido siempre la obra de Atín”, asegura Cabezas. “Un día nos preguntamos desde cuándo no se hacía una exposición con su obra, y reparamos en que se cumplían 10 años del estreno de 'La isla mínima', una película directamente influenciada por las imágenes del sevillano. El director Alberto Rodríguez vio una exposición de su trabajo en las marismas y se quedó maravillado; dijo ‘aquí hay que hacer una película’ y tomó muchas referencias de él. Pensamos que todo eso tenía que servir para volver a sacarlo a la luz, para mostrarle esa obra a los jóvenes que no lo conocen”.

Ya puestos manos a la obra, Cabezas y Toro encontraron un tesoro inesperado: una enorme parte de la producción de Atín Aya es completamente inédita. “En torno a un 80 por ciento”, apuntan. “Consultamos su legado en el Archivo General de Andalucía, donde lo depositó su hija, María Aya, y encontramos todo ese material fabuloso. Eso, sumado a que sus libros están completamente descatalogados, nos animó definitivamente a hacer el documental y a soñar con una exposición que pueda reflejar todo lo que hizo”.  

El motorista sospechoso

Según los cineastas, Atín Aya estudia psicología en la Universidad de Granada, “y se nota, por su capacidad de reflexión”, agregan. Curiosamente, su primer empleo en el ámbito fotográfico es en el archivo, en concreto en el de la agencia Cover que en los últimos años 70 fundaron Jordi Socías –que interviene en el documental– y Aurora Fierro en Madrid. “Allí aprendió mucho archivando el trabajo de otros. Luego volvió a Sevilla para hacerse fotoperiodista, es fichado por ABC y Diario16, y es después cuando toma un camino más personal, por el que será conocido”.    

Hasta ahora, la colección más conocida del fotógrafo es Marismas, fruto de su trabajo en los primeros años 90. Atín Aya fue uno de los profesionales que cubrieron la Expo’92 de Sevilla, aquella ventana a la modernidad proyectada sobre el mundo desde la capital del Guadalquivir, pero al mismo tiempo, en medio de la vorágine de aquellos fastos y sus ecos, quiso mirar a las personas que quedaban fuera del foco, los trabajadores, la gente humilde. “Entre los años 91 y 96, mientras fotografiaba aquella Sevilla en color, se disponía a registrar ese otro mundo en blanco y negro”, comenta Cabezas. “La coleccionista Lola Garrido asegura que sabía transmitir el alma de aquellas personas, las hacía hablar con la mirada con una dignidad increíble”. 

En aquellos proyectos, sobre el uniforme de fotógrafo se ponía el del antropólogo. “Recorría aquellos parajes con una moto, buscando con un mapa y, cosa curiosa, anotando el nombre de cada uno de los personajes que retrataba, un detalle que nos encantó, y que nos ha venido muy bien a nosotros para poder encontrar a los que aún viven y pedirles que recordaran su encuentro con Atín. Y lo mejor es que lo recuerdan todo, incluso que resultaba sospechoso, porque a aquellos parajes iba mucha gente a esconderse. No sabían quién era ni a qué iba, pero posaron para él y lo han hecho también para el documental, en la misma postura, porque tenían grabado ese momento”. 

Cartel del documental sobre Atín Aya

“En aquel momento, ese tipo de fotografía no era en absoluto habitual”, prosiguen. “La mirada sobre el mundo rural se antojaba algo más bien antiguo, pero lo que él hace es pura vanguardia. Posee un mundo interior muy rico y profundo, y también le caracteriza una personalidad muy especial, que le hace recorrer muchos kilómetros en soledad y conectar con la gente, que era lo que más le interesaba. Cuando hace Cortijos, haciendas y lagares, cumple con su trabajo fotografiando los espacios, que era por lo que le pagaban, pero siempre llevaba consigo un segundo carrete para poder ocuparse por su cuenta de las personas”.

Un clásico contemporáneo

Entre los entrevistados del documental figuran, junto al citado Socías, otros expertos como el director del Instituto Andaluz del Cine y la Fotografía, Juan María Rodríguez, o el también fotógrafo Alberto García-Alix. “Queríamos conocer al personaje a través de su obra, pero cuando investigas, salen a la luz muchísimos matices que permiten distinguir entre persona y artista”, añaden.

Cabezas y Toro sienten que han cumplido con su propósito de plasmar el espíritu de Atín Aya en un largometraje, pero están convencidos de que “todavía hay muchísimo trabajo que hacer. Él es un clásico contemporáneo, entre los profesionales goza de un reconocimiento total, pero al gran público todavía no ha llegado. Nuestro filme es un modo de seguir conociéndole”. 

Como también reflejan en la cinta, Atín Aya murió de un cáncer a los 52 años, dejando malograda una obra que sin duda habría tenido una deslumbrante continuidad. “Le quedaba una enorme carrera por delante, y puede que esa muerte prematura sea una de las razones por las que no es más conocido. Para nosotros es muy importante contribuir a ello, y la gente sale de la proyección muy emocionada. En parte, porque no están acostumbrados a ver documentales sobre fotógrafos españoles, y menos en pantalla grande. El vídeo se adapta perfectamente a la fotografía, y la gente se admira porque nunca antes ha podido ver muchas de esas fotos, y menos a ese tamaño tan grande”.   

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