En 'Negro tal vez' (Sexto Piso), el primer libro de relatos del húngaro Attila Veres (Nyíreghyháza, 1985) que se publica en España, hay mujeres que muerden a perros, tipos solitarios que etiquetan vídeos porno en Internet y campos regados con aceite de caracol que esconden turbios secretos. También sectas demenciales, demonios de la guardia que acompañan a viejas glorias del heavy metal y un poco (o un mucho) de horror lovecraftiano reinventado bajo el aliento urbano y el prisma del humor negro, negrísimo. Cuentos fantásticos con los pies pegados, atornillados más bien, a la cruda realidad. «Básicamente, estoy reconstruyendo la idea de lo fantástico desde cero», sugiere Veres, de paso por Barcelona para participar en el Festival de Géneros Fantásticos. A su favor juega, por ejemplo, el cuento que da título a la antología, una virguería de horror campestre con trazas de denuncia política que se lee como si Michael Haneke se hubiese estrellado a toda velocidad contra un relato de Stephen King. Colisión múltiple, siniestro total. Mariana Enríquez, que de esto sabe un rato, ya lo ha colocado en su altar de libros contemporáneos favoritos. «Necesito más de su magia negra», anuncia la argentina, evangelizadora, en el prólogo de la edición española de 'Negro tal vez'. La inglesa, publicada el año pasado, lo convirtió en el primer autor húngaro nominado a los premios Bram Stoker. «Creo que estoy intentando capturar la experiencia húngara, captarla a un nivel muy básico y visceral, para luego poder introducir elementos fantásticos», explica Veres, cineasta de formación y apasionado del lado oscuro desde que se compró su primer libro de Stephen King y descubrió, casi por accidente, a John Carpenter. En esa 'experiencia húngara', añade, caben desde los ecos del comunismo hasta las tensiones políticas y sociales de la era Orbán. «No diría que vi caer el comunismo, porque tenía cuatro años o algo así, pero sí que recuerdo haber crecido en un ambiente de agitación, en un mundo que se acababa de desmoronar y que no se había logrado reconstruir. Luego también experimenté una especie de entusiasmo, todo el ambiente positivo de principios de siglo, cuando nos unimos a la Unión Europea. Las cosas parecían prometedoras. Y entonces vino el colapso en 2008. Mucha gente que conocía lo perdió todo. Así que la experiencia de mi generación es una especie de montaña rusa de altibajos y pavor existencial», explica. De eso mismo se nutren unos relatos que picotean del gore, el horror folk, las pesadillas cósmicas y la 'weird fiction' para anunciar que en realidad nada aterroriza tanto como la vida real. El día a día y el pavoroso desgaste de la rutina. «Me da miedo la mundanidad de la vida cotidiana. Básicamente, cómo te va agotando. Vas a trabajar, eres un inútil y luego te mueres: eso sí que da miedo», asegura. Luego, claro, están los temores propios de oficio. El sudor frío ante la posibilidad de perder el 'mojo' y el pánico a la página no ya en blanco, sino a punto de llegar a la librería. «Siempre tengo pesadillas antes de que salga un libro, así que supongo que lo que realmente me da mucho miedo es publicar libros», confiesa. 'Negro tal vez', salpicado de canciones de Judas Priest, mujeres que dan a luz en una fosa y folletos turísticos de viajes a la infernal isla de Askatoh, reúne diez relatos que, apunta Veres, están hermanados por «la trascendencia y la metamorfosis». «Por la búsqueda de algo más que humano, incluso si eso significa dejar de ser humano», añade enigmático. Y sigue: «Son historias con finales felices, porque la mayoría de personajes logra deshacerse de su humanidad». Con sus trabajos más recientes, sin embargo, el húngaro ha querido explorar otros escenarios y reflexionar sobre la ansiedad política y el alarmismo que carcome a la sociedad que lo rodea. «Tiene más que ver con la realidad húngara actual, con hasta qué punto las personas están dispuestas a creer en alguien para sentirse seguras y a salvo», explica. Su interés, subraya, no es otro que analizar «las formas en que las personas son llevadas a situaciones en las que tienen que hacer cosas terribles para sentirse seguras». Una bonita manera de resumir un siglo de contornos distópicos y fantasmas totalitarios que los géneros fantásticos están empezando a explicar mejor que nadie. «En Hungría no me leen exclusivamente los fans del terror; en realidad, me lee más gente que quiere confrontar la realidad del país. Yo mismo he descubierto que la única manera de discutir tanto la historia de Hungría como su presente, especialmente los últimos catorce años, es a través del horror; a través de lo absurdo, lo horroroso y lo aterrador. No hay otra forma de captar la esencia de la experiencia», asegura.
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