Tratar del caso Errejón me aflige . Como el Bartleby de Melville, preferiría no hacerlo, pero en la presente coyuntura se impone su necesidad. A mi reacción espontánea ante cada nueva noticia sobre el caso (una reacción de irreprimible alegría rencorosa, no lo negaré) sucede de inmediato otra que no es de pena ni de compasión, sino de cautela, mediada por un imperativo categórico: no te sumes a una muta de linchamiento. Limítate a describir la situación. Empieza por lo más evidente, y lo más evidente es que el agresor de ayer se convierte en el agredido de hoy. Evita los membretes demasiado obvios, como verdugo y víctima, que establecen una falsa correspondencia. El verdugo es el funcionario público encargado... Ver Más
abc.es