La escena gastronómica de Sevilla no deja de transformarse, con aperturas y cierres que redibujan su mapa culinario, cada vez más vivo y dinámico. Así, algunos proyectos emergen con fuerza mientras que otros, lamentablemente, se despiden para siempre. Tal es el caso de Cotidiano , un restaurante que, desde su llegada en 2017, se había convertido en una referencia habitual en la zona de El Arenal para disfrutar de la cocina desenfadada de Javier Padura y Lucas Bernal, sus chefs y propietarios, conocidos también por su restaurante Casa Alta en Tomares. Haciendo un juego de palabras fácil, más que un nombre, Cotidiano ha llegado a ser parte de lo cotidiano de su entorno, un espacio gastronómico donde la cocina y el ambiente lograron que fuera natural volver, tanto para una comida informal entre amigos como para una celebración especial. Hace unos días anunciaban el cierre de su restaurante para centrarse en Casa Alta, y desde GURMÉ, hemos podido hablar con Javier, la mitad de esta sociedad, para conocer los motivos que les han llevado a tomar esta decisión, de la que aseguran, que «aunque ha sido dura, está bien meditada y nos sentimos contentos de haberla tomado». Problemas de personal, presión fiscal, conciliación, cansancio, frustración, la tiranía de las redes sociales y la crítica fácil desde el sofá son algunos de ellos. Y es que, las razones son muchas, pero sobre todo, no son aisladas. Muchos hosteleros se encuentran en una situación similar, y así nos lo contaba Paloma Valenzuela cuando cerró Zelai hace apenas un mes. «Ahora mismo estábamos en nuestro mejor momento de gestión y también de equipo, sobre todo en los últimos dos meses. Pero llegar hasta aquí ha sido muy duro, y no ya solo por la crisis de personal o la presión fiscal que nos tiene ahogados, también por la presión por parte de los clientes, que ahora estamos acribillados por todo tipo de aplicaciones y redes sociales, así como la competencia, que cada vez hay más sitios dirigidos por fondos de inversión o grandes empresarios, y es insostenible«. Y añade que no sabe »si esto ahora va de grandes grupos gastronómicos con unas infraestructuras de dirección potentes, de recursos humanos, de administración, contabilidad, comercial... etc. o de tener un local pequeño que lleves con tu pareja o tu socio, y con uno o dos más, porque si no, con negocios como este que se quedan un a medio camino entre esos dos conceptos, es muy complicado de gestionar. Al menos si no le dedicas 15 horas diarias«. Lo triste es que no suena a nuevo. La crisis de personal que sufre la hostelería, las reformas laborales y las largas jornadas que no permiten alcanzar un equilibrio con la vida personal dejan a muchos hosteleros a la intemperie y con cierta sensación de desprotección, porque no se trata de ofrecer malas condiciones o apretar las tuercas a los trabajadores para el enriquecimiento del propietario, sino de comprometerse con el proyecto y tener la responsabilidad de dar un buen servicio. A todos los que intervienen en el sector, desde el cocinero al propietario, pasando por el personal de sala o los ayudantes de cocina, todos buscan lo mismo: que este sector tenga una mejor calidad de vida. Sin embargo, la alta demanda de profesionales de la hostelería por parte de bares y restaurantes, y la dificultad para encontrarlos, provoca que los que actualmente se dedican a esto transiten con cierta ventaja de 'trabajo hay, y si no va bien, me voy a otro sitio'. Esta percepción, que como decimos, siente una gran parte del tejido hostelero, también la comparten Javier y Lucas. «Este verano hemos tenido a 7 personas de baja solo en uno de los locales y hemos dicho 'hasta aquí hemos llegado', nos quedamos con un solo local que es mucho más fácil de gestionar". Bajo este paradigma, Javier y Lucas retroceden para aliviar la carga. Para observar y pensar. «Es el momento de reflexionar, de dar un paso atrás, de estudiar cómo está el sector y cómo evoluciona la hostelería«, ha comentado. Una forma de »tener más tiempo, estar más tranquilos, poder pensar con claridad y diseñar otros proyectos que nos aporten una mayor rentabilidad«. De cara al futuro, aseguran que se están replanteando otra línea de negocio, con dos o tres proyectos «uno con menos personal, con mayor rentabilidad de tiempo y también económica, que no requieran una megainversión», nos ha explicado. Cuando miran atrás sus palabras reflejan cierta mirada de nostalgia, pero también la de la s ensación de despedirse en un buen momento y con el trabajo bien hecho. «Para nosotros, estos años han sido una gran satisfacción porque fue el negocio con el que entramos en Sevilla y por el que se nos ha reconocido, no solo por Casa Alta, que ya estaba consolidado. Nos ha dado mucha pena, teníamos diciembre completo, íbamos a batir récords, y noviembre prácticamente también.», nos contaba Javier. Sin embargo, también reconoce que no se sentían «con la capacidad de afrontar una temporada alta de este tipo con lo que se está moviendo en el mercado laboral y con el personal que hay ahora». Así, se despiden de la capital para «pensar y ver los toros desde la barrera», con toda su atención puesta en Casa Alta y en los nuevos proyectos que están por venir. El cierre de Cotidiano deja un vacío que, como todos en la hostelería, será parte de la evolución constante de Sevilla, recordándonos que en esta ciudad siempre hay lugar para lo nuevo, aunque algunas despedidas duelan.
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