A día de hoy, el fútbol puede presumir de ser el deporte más popular del mundo y, eso, tiene su parte buena, pero también la mala. Por un lado, un apasionado del balón es capaz de conocer hasta el más mínimo detalle de cualquier jugador en el planeta pero, al mismo tiempo, se pierde la sorpresa de descubrir a un equipo o una selección desconocidos en un gran evento. Eso hace tres cuartos de siglo, era algo que no pasaba... y ofrecía historias únicas.
Pongámonos en situación: acababa de terminar la II Guerra Mundial y, por tanto, el fútbol empezaba de nuevo a florecer. En el horizonte aparecían los Juegos Olímpicos de Londres 1948 y el Mundial de Brasil 1950, por lo que era el momento de volver a ver partidos de selecciones. Justo en esas fechas, en 1947, India había declarado su independencia y, como tal, comenzó a ser tenido en cuenta como equipo para grandes torneos. Era el momento de ponerse en el mapa.
El mayor engaño de la historia del fútbol: cuando el 'primo' de Weah jugó '52 en la PremierRubén RodríguezEl Southampton vivió una de las mayores mentiras del fútbol mundial, cuando hizo debutar a un jugador que creía de primer nivel y no dejaba de ser un mero aficionado
El país asiático nunca ha destacado por su nivel en el balompié, pues el cricket y el hockey hierba son los dos grandes deportes tradicionales. Pero, aun así, a mediados del siglo pasado logró clasificarse para jugar el Mundial que, meses después, se haría famoso por el Maracanazo. Algún buen resultado en las clasificatorias y la deserción de Birmania a última hora, le despejó el camino para jugar en Brasil, aunque nunca llegó a hacerlo. Y, antes, tuvo lugar un golpe de realidad.
India acababa de ser invitada a los Juegos Olímpicos y el primer partido no pudo tener peor rival para ellos: Francia. O, dicho de otra manera, un equipo que apenas había jugado al fútbol en toda su historia se enfrentaba a uno de los combinados más poderosos del mundo. Pero India estuvo muy cerca de dar la sorpresa: los galos se adelantaron en el marcador en el minuto 30 gracias a un tanto de René Courbin... pero, entonces, llegaron los problemas.
Pasaron los minutos y los bleus no conseguían aumentar la ventaja, lo que permitió que Sarangapani Dhanraj Raman empatara el partido en el minuto 70. Y pudo ser peor si Sailendra Nath Maná hubiera acertado con un penalti en el 85. Cuatro minutos después, cuando el partido expiraba, René Persillon daba la victoria a Francia, que ganó 2 a 1. Lo curioso es que buena parte de aquel combinado que casi no había practicado el fútbol en su vida... jugaba completamente descalzo.
De hecho, así es como logró la clasificación al Mundial de 1950, momento en el que pidieron a la FIFA poder ser fieles a sus costumbres y jugar descalzos. El organismo futbolístico no dio el visto bueno, por lo que el propio país declinó jugar la competición. Pero India empezaba a crecer en el fútbol mundial: de hecho, un año después, en 1951, se convertía en campeona de los Juegos de Asia. Era el momento de la explosión deportiva del conjunto hindú.
En 1952, en los Juegos de Helsinki, le ocurrió como en la anterior edición: bailar con la más fea desde el inicio de la competición. Yugoslavia, a la postre subcampeona, le endosaba un doloroso 10 a 1 que la dejaba eliminada. Pero su mejor momento estaba aún por llegar: sucedió cuatro años después, en 1956, en la cita olímpica de Melbourne. India derrotaba en cuartos de final a la anfitriona por 2 a 4, con un histórico hat trick de Neville D'Souza.
Sin embargo, volvió a caer en semifinales ante Yugoslavia, esta vez por un digno 4 a 1. Pese a la eliminación, jugó el partido por la medalla de bronce, donde también perdió ante Bulgaria por 3 a 0, quedándose a las puertas de la presea olímpica. Fue el momento de mayor gloria para la India en el fútbol mundial y, curiosamente, lo logró con un equipo que jugaba descalzo casi en su totalidad. Una selección que hizo historia y no necesitó zapatillas para entrar en la leyenda.
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