De verdad, ¿es la vivienda un derecho?

“El derecho a una vivienda digna y accesible” era, si no nos falla la memoria, uno de los lemas de los manifestantes que acudieron a la llamada de la manifestación en Barcelona para conmemorar la Diada. Es decir, una revindicación popular, asumible y tal, defendida por Junts ese partido de sinuosa trayectoria, aprovechando tan señalada conmemoración. Duró lo que duró: semanas después, en el pleno del Congreso de los Diputados –recordamos aquella primera legislatura de Felipe González, cuando el periodismo no se cansaba de repetir que era el emplazamiento público más importante del país- una propuesta del Sindicato de Inquilinos para que fuera admitida a trámite con tal de que fuese aprobada una regulación del alquiler de temporada, fue rechazada con los votos de PP, Vox, Junts y Unión del Pueblo Navarro (UPN). 

Partiendo de la base de que no se entiende nada de los catalanes --¿dónde habrá ido a parar aquel célebre seny?- a ver cómo explican los de la antigua Convergencia i Unió (CiU), o sea, el pujolismo, esta negativa que pone de relieve el disloque en que ha derivado la política nacional, donde poco o nada   importan las cuestiones de interés general, esas que, teóricamente, están situadas por encima de la mezquindad partidista o, si se quiere, del filibusterismo parlamentario. Parece claro que los votos de los partidos citados son preferidos para continuar alimentando la bronca, la especulación y el desgaste del Gobierno. Aquel viejo dicho: cuanto peor, mejor. Y ya saldrá el sol por Antequera. Como por ensalmo, ya se habían olvidado de aquel eslógan: “El derecho a una vivienda digna y accesible”. Se nota, se siente que poco valor le conceden a ese derecho.

Hay un fragmento de la intervención del portavoz adjunto de EH Bildu, Óskar Matute, que invita, cuando menos, a una reflexión sobre el particular: “Los ciudadanos –dijo- están bastante hartos de ese humo, sobre todo la gente que busca desesperadamente una vivienda y no la encuentra. Porque esa es la principal preocupación de la ciudadanía. Por encima de los debates que llenan de horas esta Cámara. Esa y no otra es la principal preocupación. Y entenderán que toda esa gente, cuando llega este debate y se maneja en ciertos términos, se plantee algo que va en contra de la propia esencia de la democracia y el poder público: Si el poder público no me protege, si no me defiende cuando estoy necesitado, ¿para qué sirve el poder público? Esa es la realidad”, resumió Matute. Atentos pues a otro nuevo atentado al sentido común democrático.

Algunos datos simples para que el atolladero se traduzca en irreversible: la oferta de alquiler de temporada en Catalunya representa el 25 %. Un porcentaje que en la ciudad de Barcelona ya es del 40 %. Cuando Junts se pregunte (si es que se lo cuestiona), por qué cada vez menos jóvenes se declaran independentistas pueden recordar la foto de esta sesión en el Congreso e igual encuentran en ella una buena explicación.

Era empezar a hablar, empezar a tramitar, que ya habría tiempo y ocasiones para ir encontrando salidas a los vericuetos. Pero no: era preferible revolver el patio y refocilarse en los titulares del día siguiente y en el entusiasmo con que fue acogida una nueva derrota parlamentaria del ejecutivo. Pero como el resultado era aprobación, en caso de que se hubiera registrado una abstención… En fin, algunos actores políticos siguen jugando con el malestar, la incredulidad y el hartazgo. Y hablan ellos mismos de vivienda como derecho.

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