Habían pasado las nueve de la noche de este lunes cuando el convoy con los dos microbuses y la furgoneta que les había cedido la Jefatura de la Policía Local de Sevilla tomó la autovía A-4, rumbo a Valencia. Sólo hicieron dos paradas: la primera, en Córdoba para recoger a un compañero; y la segunda, para repostar en una estación de servicio. A las seis de la mañana de este martes todavía era de noche cuando los treinta agentes de Policía Local, Nacional y Guardia Civil de Sevilla entraron en territorio valenciano. Aún no habían tomado el primer café cuando tomaron conocimiento de la verdadera magnitud de la tragedia. Desde las ventanas de los vehículos veían « algo aterrador, dantesco, nunca hemos visto nada igual ». Mientras que la autovía estaba despejada y era transitable, sus arcenes y alrededores confirmaban la catástrofe. En la fábrica de vehículos de emergencias de Iturri en Almussafes debían recoger primero «miles de mascarillas, materiales EPIs y de protección contra el agua». Lo cuenta el policía local de Sevilla Pablo Barbecho, que es el presidente de la Asociación Internacional de Policías (IPA) en Andalucía. A través de esta entidad, y en colaboración con su delegación valenciana, se ha coordinado un viaje en el que una treintena de policías de Sevilla capital, su provincia y algunos puntos de la región andaluza se han desplazado para colaborar presencialmente, al menos, hasta el próximo domingo. En la sede de la Jefatura de la Policía Local de Sevilla ( la Ranilla ) tuvieron en la tarde de este lunes un primer briefing para coordinar las acciones que deberán llevar a cabo estos días. Aunque la realidad, como han comprobado nada más debutar este martes sobre el terreno, les lleva a arrimar el hombro en todo lo que surge. Los vehículos iban cargados de botellas de agua donadas por Aljarafesa , y comida hasta el mediodía de este martes. Tras recoger los materiales EPIs pusieron rumbo a Albal, uno de los municipios de la comarca de l'Horta Sud que más se ha visto afectado por el paso de la DANA. Se han instalado con sus sacos de dormir en el pabellón deportivo del pueblo. «Está detrás de la comisaría de la Policía Local, a quienes hemos estado ayudando durante este primer día», cuenta Barbecho. Sobre el tatami de una sala de artes marciales descansarán esta primera noche, antes de poner rumbo a Catarroja, otro de los pueblos que más se han visto afectados por la catástrofe. « Tenemos duchas y podremos descansar bien para el día de mañana, que también será fuerte». «Hemos estado donde más daños hay y donde más destrucción queda por recoger, retirando coches y señalizando calles para el acceso de los vehículos de emergencias», cuenta. Durante esta primera jornada de trabajo se ha conseguido que la maquinaria pesada pueda entrar en las zonas más dañadas para realizar sus respectivas labores. « Aquí hay trabajo para mucho tiempo », dice el presidente de la Asociación Internacional de Policías (IPA) en Andalucía. Aunque no era su cometido inicial, cuando los vecinos les han visto con identificaciones policiales les han ido solicitando diferentes ayudas. «Hemos ido casa por casa, revisando todos los bajos y los locales comerciales. Nos han pedido ayuda para sacar enseres y retirar lodo del interior de las viviendas . Aquí hay trabajo para estar las veinticuatro horas del día». A pesar de la difícil situación que están viviendo los vecinos, los agentes reconocen haber escuchado a través de la emisora de la Policía Local de Albal que «cada dos por tres» se están comunicando robos en comercios y coches . Tras esta actuación en Albal, en Catarrojas esperan estar hasta el próximo domingo. «Allí nos han pedido una actuación mucho más a fondo porque es un pueblo que está bastante peor. No sabemos cómo está aquello, aunque nos imaginamos lo peor. Empezaremos identificando vehículos, confirmando que no hay personas ni animales en su interior . Esta acción es clave para empezar a limpiar las calles», cuenta. Una de las casas en las que han entrado este martes es de un policía local de Albal «que estuvo a punto de perder la vida». Sus padres, octogenarios, lo han perdido todo. Así están casi todas las casas y calles; hay mucha basura y restos orgánicos. Hace falta ayuda, pero hay que venir organizados, con medios de seguridad y sanitarios», advierte Barbecho. A las siete de la tarde cuelga el teléfono. Junto a él, los treinta agentes sevillanos que se han ofrecido voluntarios para brindar su ayuda al pueblo valenciano. Mientras él hablaba, algunos de sus compañeros salían de las duchas. Otros ya cenaban, y algunos incluso se habían quedado dormidos después del largo viaje, empalmado con una jornada agotadora de trabajo.
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