Dios, la cárcel y un Papa en Venecia (que por primera vez visitará la Bienal de Arte)

A la agente penitenciaria sin nombre no le apetece sonreír. Empuña un manojo de llaves doradas y evita toda conversación fútil, con los labios muy, muy cerrados, para esquivar cualquier tentación. Casi para recordar lo obvio: que, aunque esté en una apacible isla de Venecia, que desde el otro lado del canal contempla el ajetreo de San Marco, la cárcel femenina de la Giudecca no es más que eso: una prisión. Con una salvedad temporal: el sitio en cuestión es donde se ha instalado el Pabellón de la Santa Sede en su tercer desembarco en la Bienal de Arte de Venecia. 

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