El arte de Jerez conquista Sevilla por la orilla de Triana

Anoche, la Giralda y la Torre del Oro fueron testigos de una de las veladas más esperadas de la XXIII edición de la Bienal de Flamenco: Juana la del Pipa, Ezequiel Benítez, David Carpio, Manuel Monge y Manuel Valencia protagonizaron un espectáculo único en el Muelle Camaronero. A las 22.30 horas se abrieron las puertas del recinto situado en la calle Betis. A pesar de que aún faltaba media hora para el inicio del concierto, ya había público esperando su turno para conseguir alguna silla en las primeras filas, porque la ocasión lo merecía. Los asientos se fueron ocupando hasta completar el aforo. Diez minutos después, empezaba la función. La apertura de un 'show' es clave, y en este caso, no puo empezar de mejor manera: con Tía Juana, Ezequiel Benítez, Davi Carpio y Manuel Monge interpretando una ronda de martinetes y trilla. Fueron cantando de uno en uno, y después de cada estrofa, Sevilla dedicaba un «¡Ole!». A continuación, un solo de guitarras por bulerías, con el que los asistentes se quitaron el sombrero, dio paso a una de las voces más sorprendentes de la noche. Con tan solo doce años, a las puertas de los trece, y un futuro prometedor, el jerezano cuenta con una amplia experiencia sobre la tarima. Puede parecer un chiste cuando alguien dice que «Manuel Monge canta como los viejos» , pero no existe afirmación más cierta. Es inexplicable cómo, en ese cuerpo de niño, habita un duende flamenco tan poderoso. Tanto el final de la zambra como el de la granaína los entonó alejado del micrófono, dejando su talento al desnudo, lo que desembocó en un aluvión de aclamaciones por parte de los asistentes. El siguiente en subir al escenario fue David Carpio, que brilló al ritmo de una soleá y, posteriormente, una seguirilla. Su fuerza vocal retumbó por el Guadalquivir, e incluso algunos peatones de la orilla contraria interrumpieron su paseo para disfrutar de uno de los mejores cantaores de Jerez. A continuación, lo primero que hizo Ezequiel Benítez fue tomar asiento; lo segundo, recordar que «¡esto se trata de disfrutar!» ; lo tercero, deleitar a todos con sus alegrías. El público lo acompañó con palmas y zapateos al compás, y con «malagueñas con letras que salen de mi cabeza y mis sentimientos», puso el punto final a su actuación. Por último, pero no por ello menos importante, llegó el momento de Tía Juana la del Pipa. «Yo pongo el alma y el corazón, pero si algo sale mal, perdonadme, porque lo hago con todo el cariño pa' ustedes». Durante sus bulerías por soleá y tangos hubo quien, de vez en cuando, siguió el compás tocando las palmas, pero la mayor parte del tiempo reinó el silencio. os sevillanos estaban embobados con su habilidad. La noche llegó a su fin con los cuatro cantaores, los guitarristas Manuel Valencia y Antonio Higuero, así como los palmistas Juan Diego Valencia y Javier Peña, sobre la tarima. Una ronda de fandangos puso el broche de oro a una jornada que Sevilla aplaudió no solo con las manos, también con el corazón. No es un secreto que Jerez, a lo largo de la historia, ha sido la cuna de grandes exponentes del flamenco . Pasan los años, y lo sigue siendo. La cita de ayer fue la prueba de ello.

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