Como el amor está difícil, la televisión ha tratado de ayudar. A mediados de los años sesenta, se inventó en Estados Unidos The dating game, un programa donde tres candidatos varones competían por citarse con una chica. La tele intuyó que lo que no funcionaba en el amor era el primer vistazo, porque los hombres de primeras no le apetecen a nadie. Así que ocultaron a los hombres y le dieron unos tarjetones a la chica para que les hiciera preguntas. Las respuestas de los candidatos y el timbre de su voz generaban ilusiones alargadas en la mujer soltera, que podía soñar con Robert Redfords mientras llegaba la hora de descorrer los paneles. Por su parte, el público ya sabía lo que se iba a encontrar la pobre mujer. Contemplar a una persona dirigirse paso a paso hacia su propia perdición fue lo que dio el éxito al programa.
El formato duró décadas, y llegó a España en los año 90 (Vivan los novios, con Andoni Ferreño; Contacto con tacto, con Bertín Osborne), para acabar reformulado en cosas como First Dates o Mujeres, hombres y viceversa, donde ya no se ocultaba a los hombres porque durante los años 90 habían tenido tiempo de ir todos al gimnasio. El motivo de su éxito sigue siendo el mismo: reírse de los demás.
Mucha gente se pregunta qué tienes que tener en la cabeza para ir a hacer el ridículo a la televisión. Es fácil: vas porque eres un actor al que han pagado para ir o porque quieres convertirte en un personaje televisivo. Eventualmente, también puedes ir porque eres un asesino en serie.
Imaginen lo psicópata que hay que ser para, después de haber estrangulado a por lo menos cuatro mujeres, salir en un programa de citas
Es lo que sucedió en 1978 en el primitivo The dating game, donde participó Rodney Alcala, asesino de mujeres. Imaginen lo psicópata que hay que ser para, después de haber estrangulado a por lo menos cuatro mujeres, participar en un programa de citas donde una chica puede elegirte para salir juntos. Es como si el jefe de policía al que han encontrado millones de euros en las paredes de su casa propusiera su domicilio para uno de esos programas televisivos donde te lo reforman.
Anna Kendrick
Aunque el guion de Ian McDonald llevaba dando vueltas desde 2017, ha sido ahora cuando la historia de Rodney Alcala se ha convertido en película. El asesino del juego de citas supone el debut en la dirección de la encantadora actriz Anna Kendrick, extraordinaria anti-heroína y anti-mujer florero en películas como Up in the air (2009) o El contable (2016). Su personalidad cinematográfica, a medio camino entre la listilla y la señora Rottenmeier (una mujer que no está a gusto en este mundo, en suma) hace poco sorprendente que haya acabado dirigiendo. Se veía venir.
Su película no es extraordinaria, pero sí muy sólida y entretenida. Ella misma da vida a la protagonista, una actriz sin suerte que acaba aceptando un “papel” en un programa de citas. Hará de chica que tiene que elegir entre tres varones ocultos. En efecto, Cheryl Bradshaw era actriz y aceptó este sucedáneo de actuación donde había una oportunidad entre tres de acabar citada con un asesino en serie de mujeres. El cine es más peligroso que el andamio.
Kendrick consigue mantener el interés y la atención durante los 90 minutos de metraje gracias al dinamismo de la puesta en escena
Rodney Alcala se presentó en el programa como “fotógrafo de éxito”, y la película sugiere en diversos flashbacks que su oficio de fotógrafo resultaba fundamental para cautivar a sus futuras víctimas. Era la vanidad de verse fotografiada, de recibir validación por parte de un supuesto profesional de la imagen, lo que llevaba a muchas chicas a ponerse en peligro.
El asesino del juego de citas resulta muy sutil en su representación de la mujer en los años 70, pues, pudiendo subrayar la “cultura de la violación” o similar en consonancia con los tiempos que corren, opta por un realismo mucho menos propagandístico. Hay una escena deliciosa en el primer tercio de la cinta donde el presentador del programa le dice al personaje interpretado por Anna Kendrick: “Se nota que eres inteligente”. Después, le pide por favor que sonría sin sentido y ría alocadamente para que el público no note que lo es. Desde los años 70 por lo menos, las mujeres no han dejado de sonreír sin sentido desde la pantalla del televisor.
La actriz Anna Kendrick. (Reuters)Aunque la tentación natural en nuestros días es hacerse spoiler a uno mismo yendo a la Wikipedia a ver cómo acaba la película, Kendrick consigue mantener el interés y la atención durante los 90 minutos de metraje gracias al dinamismo de la puesta en escena y a su propia ambigüedad expresiva. Constantemente vemos a su personaje hacer cosas que no quiere hacer, sólo por agradar a los demás.
La película tiene un aire a David Fincher, quitándole todo lo que le gusta a Fincher matar a la gente. También recuerda a la reciente Late night with the devil. Son retratos poco favorecedores de la televisión y de lo que la televisión hace para que no la apagues nunca.
elconfidencial.com