El gaitero

Si han tenido la oportunidad de viajar a Escocia, seguro que en la barra de algún pub o en alguna visita guiada por el centro de Edimburgo alguien les ha contado la historia de William Millin, Piper Bill, para los amigos. El gaitero. No “un” gaitero de los tantos que le ponen a diario banda sonora a la Royal Mile, el cordón umbilical que une el Castillo con el Palacio de Holyrood. No. Hablamos de “el” gaitero. El del día D, el del desembarco de Normandía. Millin tenía entonces 21 años y cumplía órdenes de Simon Fraser, el décimo quinto Lord Lovat, cuando ataviado con su kilt, saltó a las heladas aguas de la playa Sword y se puso a tocar la gaita. En medio del fuego enemigo, y viendo cómo se desplomaba ante sus ojos el compañero que le precedía, hizo sonar las notas de El muchacho de las Tierras Altas (Highland Laddie o Hielan´ Laddie). 

Lovat, que en aquella operación dirigía la Primera Brigada de Servicios Especiales, había convencido a Millin de que la prohibición de tocar la gaita, salvo en la retaguardia, era cosa de los ingleses. Y que a ellos, como escoceses, las órdenes de la Oficina de Guerra, ni les iban, ni les venían. Imagínense la escena. Un hombre con falda escocesa (Lovat le ordenó bajarse los pantalones), gorro y una gaita el Día D, en medio de las ráfagas de disparos de los alemanes. Si no les da para tanto la imaginación, pueden ver El día más largo. 

Lo más increíble de todo es que, pese a ser la diana perfecta para francotiradores, Millin no solamente sobrevivió sino que no recibió un solo tiro. Cuando le preguntaron a los soldados alemanes por qué no habían matado al gaitero, respondieron: “Pensamos que estaba loco”. (Me juego lo que sea que acaban de soltar una carcajada). Piper Bill abandonó este mundo a la edad de 88 años. Si les interesa, encontrarán gran cantidad de información de su hazaña en Internet.

Más allá de los datos, nos legó una de esas historias y lecciones que, por muy ajenas y extravagantes que nos parezcan, se repiten a diario. Lo que vivió Millin en la primera fase del desembarco de Normandía, sucede cada día en el trabajo, en los colegios e institutos de Secundaria, en el Congreso de los Diputados, en la vida personal… Nadie se fija  en el gaitero. La gente mira, pero no ve. ¡Cuántos gaiteros y gaiteras logran cambiar las cosas, mientras los demás los toman por locos! En el caso de Millin, consiguió insuflar ánimo a sus compañeros (aunque algún insulto también le cayó) y sembrar el desconcierto entre aquellos enemigos tan bien pertrechados y cuerdos. 

Que siga sonando la gaita…      

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