‘El gran salto’ de Óscar Casas para ser Gervasio Deferr

Pasó hambre, sudó y no sangró, pero casi, porque el sufrimiento siempre va por dentro. Acarició el éxito ajeno, que fue el suyo por un momento, cuando por un segundo fue capaz de volar sobre un potro con una paloma mortal. Pero hasta el último día de rodaje Óscar Casas no comprendió cuánto le había cambiado convertirse en Gervasio Deferr, el campeón, sí, pero también el hombre con más hueso que músculo, el que bajó a los infiernos y sobrevivió para contarlo, el que habla rápido y ríe fuerte. «Llamé a mi madre y le dije: 'Qué afortunado soy. He tenido la oportunidad de ser Gervi'», cuenta el actor, emocionado ante su primer gran papel, en el Festival de San Sebastián, donde presenta 'El gran salto', una serie original de Atresplayer producida en colaboración con Diagonal (Banijay Iberia), que se estrena el próximo 17 de noviembre. La implicación de Casas fue total. Entrenó, creció, se comprometió. Y cambió. Mucho. Tanto que, dice, permanecerá unido al medallista para siempre. Para Deferr, la experiencia también tuvo algo de terapia. Cuenta el campeón que seguirá recuperándose hasta que se «muera», «porque uno nunca se puede confiar», pero verse en pantalla no solo ha revivido sus peores demonios, sus miedos e inseguridades, sino que le ha permitido exorcizar de nuevo el infierno que vivió después de tocar el éxito. Y eso siempre es duro, pero también gratificante. «Toda mi vida he sido un desastre, solo se me daba bien la gimnasia. Han entendido la esencia de lo que estaba sintiendo en ese momento, de lo que necesitaba contar para seguir curándome. Y eso es un regalo», admite el triple medallista olímpico, para quien 'El gran salto' es «un espejo con 20 años de diferencia. Es algo muy extraño pero mágico. He visto diez veces el primer capítulo de la serie y aún se me hace raro. Pero cuando cierro los ojos y escucho a Óscar, me escucho a mí», reconoce. Y eso que, como mucho, solo le llegaba el eco de Óscar Casas, que quiso mantener las distancias. Por su bien al principio y, después, cuando ya estaba dentro, de lleno, por respeto al personaje, que interpreta en tres etapas diferentes. «El primer día fue increíble, pero al volver en el AVE me entró un pánico horroroso y dije: 'Qué hago aquí'», admite el intérprete, que decidió no ver a Deferr para que el Gervi actual, muy cambiado, no lo «intoxicara» en esa primera fase. Fue un proceso duro, «de volverte loco», cuenta. Y aunque vuelve a parecerse de nuevo más a Mario Casas que a Gervasio Deferr, reconoce que la sombra del trampolín es larga, y que a veces todavía sigue siendo Gervasio. «En verano, cuando estaba rodando otra cosa, mi hermano me dijo: 'Sigues hablando como Gervi, tienes que quitártelo'. Y era verdad, así que me vi a mí mismo imitarme para no hablar como él», admite, entre risas. Ríe también Deferr, como quien resopla tranquilo después de haber contenido mucho el aire. « Es una forma de que la gente se pueda apoyar en mis errores sin probarlos. Da igual lo bajo que caigas, siempre hay una salida», confirma, genuinamente contento. Y rebaja el drama , dice, con un 'spoiler': «La historia la sabemos porque aquí estoy, no me he muerto, así que acaba bien», bromea. Y ríen todos.

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