El juguete favorito de la política es un jarrón chino que Elon Musk no puede romper

Cualquiera que se haya conectado a ese lugar antes conocido como Twitter en los últimos días ha podido encontrarse con tres cosas diferentes. La primera, con Óscar Puente, ministro de Transportes, convertido en guionista de Megaconstrucciones e informando compulsivamente sobre cada centímetro de carretera, puente o vía de tren que entraba en funcionamiento tras ser reventado por la DANA.

La segunda, la incredulidad de muchos usuarios que veían cómo bots con el tic azul y nombres de usuario escritos en alfabeto indio escribían mensajes en español, haciéndose pasar por jovenets valencianos afectados por el temporal con el único fin de sumar visualizaciones y ser susceptibles de ser recompensados económicamente por X.

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La última situación, y más reciente, es el torrente de comunicados oficiales de miles de personas anónimas y algún que otro medio de comunicación como The Guardian o La Vanguardia que anunciaban que dejaban la red social para buscar asilo en BlueSky por el irrespirable ambiente que había generado Elon Musk al malear la plataforma, por la que pagó 44.000 millones de dólares, y ponerla al servicio del aparato de propaganda de Donald Trump. Solo este jueves, esta aplicación ganó un millón de nuevos usuarios.

Más taza Duralex que jarrón chino

Estos tres episodios, aparentemente inconexos, son en realidad una ayuda fundamental para entender cómo Twitter ha acabado pareciendo un fragilísimo jarrón chino que constantemente corre el peligro de estamparse contra el suelo, pero que en realidad resiste mejor los golpes que una taza de Duralex. Esto ha quedado patente en muchas ocasiones. Una de las más recientes ocurrió con la adquisición por parte de Elon Musk en 2022. En unos pocos meses, se cargó al 80 % de la plantilla. Los anunciantes huían y los fallos técnicos se multiplicaban. Por si fuera poco, Meta lanzó Threads. El entierro del jilguero más conocido de la red parecía más posible que nunca. Pero nada de eso ocurrió. Y hay muchas papeletas de que este guion se vuelva a repetir por enésima vez, por mucho que su propietario parezca que no deja de darse tiros en el pie.

Logo de Twitter (ahora X). (EFE/E. Laurent)

Este lugar de internet nunca ha destacado por ser el que agotaba el aforo. En 2012, cuando Facebook ya alcanzaba los mil millones de usuarios activos, la plataforma ni soñaba con llegar a 200 millones. Muchas de las alternativas que han aparecido después le han adelantado por la derecha. En enero de este año, contando a YouTube y WhatsApp como plataformas sociales, los estudios la colocaban en décimo lugar en lo que se refiere a audiencia. Por delante suyo estaban la propia Facebook, YouTube, WhatsApp, Telegram, TikTok y otras aplicaciones chinas, e incluso Snapchat. Pero nadie ha sido capaz de condenarla a la irrelevancia. ¿La razón?

Lo explicaba muy bien hace unos meses un exasesor de la actual administración socialista a este periódico: "En la historia de internet, nadie ha conseguido lo que ha conseguido Twitter, que es ser la plaza pública. Es considerada la red del poder. Todo el mundo que importa está. No hay otro lugar donde haya tal concentración de presidentes, jefes de Estado, organizaciones internacionales, empresarios, periodistas y compañías", analizaba este especialista. "No es una cuestión de audiencia. Tiene mucha menos gente que Facebook o TikTok, sí. Pero los usuarios que hay tienen una capacidad mayor de amplificar el mensaje", explicaba.

"Los usuarios de X tienen más capacidad para amplificar mensajes que en Facebook o TikTok"

Este exasesor definía como "obsesión" lo que se vive en las administraciones y la esfera pública "por Twitter y su influencia". "Tienen muchísima gente trabajando para ello. Les encanta el ritmo, la velocidad, la capacidad de contrarréplica que hay. En 10 minutos se puede cambiar el eje del debate y el discurso por completo". Estas voces añadían un elemento extra a la ecuación: la independencia que daba a cargos públicos frente a la burocracia habitual de los departamentos de comunicación.

"Obviamente, hay control, pero muchas veces no tienen que pasar por directores de comunicación o el departamento de turno como sí tiene que ocurrir en otros canales". Ese deseo de manejar ellos la cuenta se resume, nuevamente, en un tuit de Óscar Puente. Cuando dos usuarios de X discutían sobre si era un asesor el que manejaba la cuenta del ministro, este último subio un selfie en el tren justo en ese momento como respuesta.

Un ministro me ha mandado un selfie. 🐐 https://t.co/uKlrvYPj7h

— The Lion (@loloutlaw) November 10, 2024

La pescadilla que se muerde la cola

Todo esto ha creado una "pescadilla que se muerde la cola", donde todos, políticos y medios, salen ganando: unos tienen visibilidad y los otros, noticias y titulares para marcar la agenda pública. La audiencia también importa, pero eso es secundario y cada vez menos crucial, porque la realidad es que el tráfico que envían las redes sociales a las diferentes webs lleva en caída libre desde hace varios años, siendo reemplazado por otros caminos como Google Discover o el tráfico directo. "El problema es que con la llegada de Musk, hemos sido conscientes de que todo eso se le entregó en su día a una empresa privada y no hay plan B".

El diagnóstico es meridianamente claro: es muy complicado replicar ese ecosistema en otro lugar a día de hoy, tanto por la concentración de cargos como por las normas del juego. Sí hay otras plataformas como YouTube que están ganando mucho protagonismo en las campañas electorales gracias a una nueva generación de comunicadores criados en este escenario, que funciona con otros códigos y normas que los medios tradicionales. Pero ahí no existe la inmediatez ni la rapidez de contrarréplica entre los diferentes actores. Eso existe en todo caso en Mastodon o en BlueSky, una réplica de lo que era Twitter. El problema es que ahí no están los protagonistas por el momento.

Milei posando junto al presidente electo de EEUU, Donald Trump y el empresario Elon Musk. (EFE)

Incluso, en el caso de una hipotética salida de millones de usuarios que incluye cientos o miles de personajes relevantes, seguro que va a quedar uno que va a dar mucho que hablar: Donald Trump. El presidente electo mantiene una guerra sin cuartel contra la esfera mediática y ha encontrado un canal, X, donde controla el mensaje directamente sin ningún tipo de interferencia ajena. Y esto se resume perfectamente en una frase: "You're the media now". En una traducción gruesa al español sería algo así como "vosotros, los medios, ahora". Es lo que escribió Musk a sus seguidores tras conocerse la contundente victoria republicana el pasado 5 de noviembre. ¿Van las cabeceras, televisiones y radios a silenciar una noticia del presidente de la primera potencia mundial simplemente porque la ha dado en determinado lugar? Parece, a día de hoy, improbable.

Tal es el nivel de comunión entre el mandatario, Musk y esta red social para el próximo inquilino de la Casa Blanca que, según Forbes, es bastante probable que se acabe fusionando con True Social, la plataforma que Trump creó hace cuatro años tras ser expulsado y vetado en Twitter y Facebook tras el asalto al Capitolio. Y la nueva administración estadounidense parece que va a defender abiertamente la plataforma. El vicepresidente JD Vance llegó a amenazar con retirar el apoyo a la OTAN si la UE intentaba regularla.

La patata caliente de Elon Musk: qué va a hacer Trump con el otro ganador de las eleccionesM. McloughlinEl hombre más rico del planeta fue clave. Trump afirma que quiere contar con el CEO de Tesla y SpaceX de alguna forma. Algunos lo ven como uno de los secretarios de su gabinete, algo que no sería sencillo de realizar

Otra cosa muy diferente es que ese espacio de rincón acabe quedando, con el paso del tiempo, como una cámara de eco de los millones de seguidores de Trump y Musk y los postulados ideológicos que ellos representan.

¿La descomposición de X?

Los críticos del actual estado de la red social denuncian una descomposición acelerada desde que el dueño de Tesla y SpaceX pagó 44.000 millones por una casa en ruinas, entre promesas de reformarla y dejarla para entrar a vivir. Musk, que entró con un lavabo entre los brazos en las oficinas de la compañía el día que se formalizó la operación, prometía convertir aquello en una superaplicación al estilo de las que hay en China, donde se concentran todo tipo de herramientas y funcionalidades en un solo lugar. Nada de eso ha ocurrido. Los grandes anunciantes huyeron en masa haciendo un importante roto en los ingresos que el modelo de suscripción no ha conseguido tapar.

X ya no es una compañía cotizada, pero diversas consultoras especializadas como Fidelity calculan que vale menos del 30 % de lo que se pagó en 2022. En términos estrictos de negocio, ha sido una inversión ruinosa a todos los niveles. Pero si lo que se valora es que le ha servido a Musk para convertirse en la mano derecha de Trump con todo lo que puede suponer para negocios como Tesla o SpaceX, probablemente la percepción cambie radicalmente.

El descontento de la audiencia es evidente. Y las razones están a la vista. Son muchas las promesas incumplidas por su propietario. Cabe recordar que llegó prometiendo que iba a acabar con los bots. Acusaba a la anterior dirección de falsear los datos y afirmaba que un buen número de las cuentas eran fake y no se correspondían con personas de carne y hueso. Aseguró que tenía un plan maestro para acabar con ello y lo que ha hecho en realidad no ha sido más que multiplicar este problema.

Aseguró que tenía un plan maestro para acabar con los bots y lo que ha hecho en realidad no ha sido más que multiplicar este problema

Musk puso en marcha una estrategia para incentivar a los usuarios de pago que, entre otras prebendas, tenían mayor visibilidad en sus mensajes y respuestas, la posibilidad de editar publicaciones o poder subir vídeos y textos más largos. Los que tuvieran el tic azul, más de 500 seguidores y al menos cinco millones de visualizaciones al mes, podrían participar del reparto de los ingresos por publicidad de la compañía.

Aquello que lo incentivó es la creación de redes de bots y cuentas automáticas que única y exclusivamente querían poner el cazo. La forma de operar, como se vio en la DANA, es muy sencilla: identifican tendencias y conversaciones, utilizan IA para detectar mensajes y crearlos en el idioma que corresponda, y empiezan a colocarlos en todas partes. Y lo hacen sin ocultarse. Si uno pulsa en uno de sus mensajes y accede al perfil, se ve claramente que es una cuenta no humana.

Esta red social está rota pic.twitter.com/oM2GMJUv2u

— aaaaaaaaaaa (@alitecarlito) November 3, 2024

Otra de las cosas que echan en cara a Musk es el giro que dio a la moderación de los contenidos. El hombre más rico del mundo defendió un enfoque centrado en la "libertad de expresión", que se tradujo en mucho menor intervencionismo por parte de la compañía y cambios en las políticas que podrían conllevar la eliminación de la censura de contenidos.

Esto incluyó la reincorporación de cuentas previamente suspendidas, a las que se les había expulsado por ser figuras polémicas asociadas con desinformación y discursos de odio. Esa menor moderación y ausencia de límites se vio en el lanzamiento de Grok 2, la inteligencia artificial generativa de X. Mientras soluciones como las de OpenAI, Microsoft o Google tienen importantes salvaguardas y restricciones, este generador de imágenes no los tuvo, y durante campaña electoral se pudieron ver montajes como el de Kamala dando a luz a un bebé de Trump, entre muchos otros.

La relajación de las normas de moderación, junto al sistema del que paga tiene más visibilidad, ha sido un cóctel explosivo para que muchos hayan llegado al hartazgo y decidido abandonar la red social. Además, a Musk se le acusa de haber tocado el algoritmo para dar mayor peso a contenidos que favorezcan sus intereses ideológicos y políticos. Aunque el acceso a la API es ahora más restringido, lo que dificulta certificar estas sospechas, organizaciones como la Anti-Defamation League o Center for Countering Digital Hate han emitido informes asegurando que los discursos de odio han aumentado de forma significativa en la red social. Toda esta ensalada de factores también se le puede atragantar al propio Musk, que pretende entrenar sus modelos de lenguaje con el contenido de la red social. Habrá que ver si es capaz de crear algo competitivo, teniendo en cuenta que gran parte del contenido lo generan los bots que prometió eliminar y que ha acabado dando de comer.

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