El material arrastrado por la riada durante la DANA pudo aumentar hasta un 50% su poder destructivo

Uno de los ingenieros que mejor ha estudiado las inundaciones en la rambla del Poyo calcula que el barro y los sedimentos aumentaron entre un 20 y un 40% el volumen de la riada, lo que frenó su velocidad, pero multiplicó los daños

“La rambla tuvo una subida de 2.000 metros cúbicos por segundo a las seis de la tarde, cuatro veces el caudal normal del Ebro”

Cuando se produce una riada como la que acabó el pasado martes con la vida de más de 200 personas en la DANA que azotó Valencia, una parte significativa de los daños no los provoca el agua líquida, sino el material que arrastra, desde troncos a coches o mobiliario urbano. ¿Cómo de determinante fue en la DANA que sembró la destrucción hace ahora una semana? 

El ingeniero y experto en inundaciones que mejor ha estudiado el cauce en la rambla del Poyo, Félix Francés, calcula que el arrastre de materiales aumentó entre un 20 y un 40% el volumen de la riada, lo que equivale a un 50% de aumento de la densidad del agua y su empuje. “Esa mezcla de agua y sedimentos incrementa la capacidad destructiva de la riada y su capacidad de arrastre”, explica el catedrático de ingeniería hidráulica de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) a elDiario.es. 

En esta situación se produce un resultado paradójico, según el especialista: cuanta más agua líquida cae del cielo, más material arrastra y más densa es la mezcla que baja por los barrancos, multiplicando su capacidad destructiva. “En los casos más extremos el agua parece chocolate y es capaz de tirar las casas, porque tiene mucha más densidad y ejerce un mayor empuje”, resume.

En los casos más extremos el agua parece chocolate y es capaz de tirar las casas, porque tiene mucha más densidad y ejerce un mayor empuje

Félix Francés — Catedrático de ingeniería hidráulica de la UPV

Este no es el único efecto asociado a este aumento del material, indica Félix Francés, quien junto a su equipo ha desarrollado un modelo matemático llamado TETIS que le permite simular el comportamiento de estas mezclas en inundaciones como la del pasado martes. “Al aumentar la densidad de la mezcla, aumenta la facilidad con la que los coches flotan”, añade. “Y la acumulación de los sedimentos aumenta el coste de la limpieza posterior, que es uno de los más importantes”.

La adaptación pendiente

Herramientas como TETIS, desarrollada por el equipo de Félix Francés, son un buen ejemplo de incorporación del papel de los sedimentos en este tipo de estudios, pues permite simular cómo se va incorporando a los cauces y como se va moviendo en distintos escenarios. Esto, además, puede servir para diseñar estrategias de adaptación y protección, aunque a veces no se atienda a los expertos.

En 2007, este ingeniero participó junto a la Confederación del Júcar en un plan de gestión de los riesgos de inundación de la Rambla del Poyo que no fue aplicado: “Una de las medidas que barajamos fue la reforestación, o la creación de micropresas

“Aunque se menciona [la sedimentación] como un factor a tener en cuenta en los trabajos asociados a la Directiva Marco Europea de Gestión del Riesgo de Inundación de 2007 —recalca Francés—, la realidad es que por ahora no se tiene en cuenta salvo excepciones”. En 2007, este ingeniero participó junto a la Confederación del Júcar en un plan de gestión de los riesgos de inundación de la Rambla del Poyo que incluía este factor, pero no fue aplicado. “Una de las medidas que barajamos fue la reforestación, o la creación de micropresas, porque hay que intentar que el agua arrastre menos sedimentos en origen”, asegura. “Si no paras la erosión ahí, más abajo ya hay poco que hacer”, concluye.  

Visible desde el espacio

Francisco J. Tapiador, catedrático de Física de la Tierra en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), recuerda que los ríos del Mediterráneo tienen la particularidad de que discurren por lo que los libros antiguos de geografía llamaban ‘la España arcillosa’, y eso hace que carguen grandes cantidades de lodo cuando se desbordan. “La fertilidad de la huerta valenciana es, de hecho, el resultado de los desbordamientos seculares que han ido anegando esas tierras con cada gota fría (DANA), dejando un suelo muy fértil”, señala.  

Imágenes del Observatorio de la Tierra de la NASA por Lauren Dauphin, utilizando datos de Landsat del Servicio Geológico de Estados Unidos.

Esa sedimentación es la que se ve desde el satélite en las imágenes obtenidas tras la DANA, donde todo el paisaje aparece cubierto de lodo. Los datos recopilados por el sistema de vigilancia Copernicus revelan que más de 4.100 hectáreas de superficie y 3.906 edificios se han visto afectados por inundaciones, mientras que más de 60.000 personas, 15,2 km de vías férreas y 531,6 km de carreteras se han visto potencialmente afectados.

“Uno de los problemas es que las zonas en las que antes sólo había antiguas casetas de huertas y barracas, que se reconstruían con facilidad tras las riadas, ahora se han transformado en bloques de apartamentos y chalets adosados, multiplicando, además la población”, asegura Tapiador. “Construir en lo que siempre fueron huertas, o al borde de los torrentes y cursos de agua, siempre es una mala idea”.  

Sedimentos infraestudiados

Una prueba de que el arrastre de sedimentos está poco estudiado la presentaba en una revisión reciente un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En ella, los científicos advierten de que aunque el barro que deposita la riada se asocia a los mayores daños materiales (ya que inutiliza los electrodomésticos y deteriora el mobiliario), la mayor parte de los estudios científicos de peligrosidad por inundaciones son elaborados con modelos en los que se simula que lo que circula por los cauces y riberas es agua limpia, desprovista de barro.

De alrededor de 4.000 estudios publicados en revistas científicas que recopilamos, solo 30 o 40 tomaban en consideración los sedimentos

Daniel Vázquez Tarrío — UCM

“De alrededor de 4.000 estudios publicados en revistas científicas que recopilamos, solo 30 o 40 tomaban en consideración los sedimentos, un porcentaje muy pequeño”, explica Daniel Vázquez Tarrío, coautor del estudio. Aunque ya podemos tener una idea de lo que pasó, advierte, la densidad del fluido que se produjo en esta riada destructiva se podrá conocer con precisión a posteriori, cuando se analicen con más detalle los restos y los daños estructurales. 

“Según la densidad del fluido cambian los procesos y los depósitos que se generan”, asegura. “Con eso puedes tener una idea de sus propiedades mecánicas, a partir de registros de eventos pasados”. Y no solo es importante tener en cuenta el material arrastrado por el agua, sino estudiar bien los efectos diferentes que puede tener la vegetación, los coches o fragmentos de infraestructuras arrancados por la riada, a la hora de obstruir secciones del cauce.

“Los procesos de trasporte de sedimento introducen una incertidumbre sobre la magnitud de la inundación y esto no se tiene en cuenta adecuadamente cuando se estudian estos procesos”, subraya Andrés Díez Herrero, coautor del trabajo. “Pedimos que se tengan en cuenta para la estimación de la peligrosidad de inundación, porque no hay respuestas sencillas en este tipo de fenómenos; no siempre más sedimentos son más destructivos”. 

Pedimos que se tengan en cuenta los sedimentos para la estimación de la peligrosidad de inundación, no hay respuestas sencillas en este tipo de fenómenos

Andrés Díez Herrero, — IGME-CSIC

En el caso de vegetación, cita como ejemplo, también produce un efecto de ralentización de la velocidad de la corriente. “La gente ve los puentes llenos de troncos y las casas llenas de barro y piensa que eso no puede ser bueno, cuando muchas veces no es así y hay que mirar caso a caso”, asegura Díez Herrero. Si el agua corriera suelta y limpia, la velocidad sería mucho mayor y causaría mayores daños.

“Hay que pensar en la vegetación y el material leñoso como parte fundamental de los sistemas fluviales que ha de ser tenido en cuenta, porque forman parte del río”, señala Ana Lucía, coautora del estudio. “Se necesita conocerlo y estudiarlo más”. “Sin sedimentos, el agua podría haber erosionado la cimentación de los pilares de los puentes, se habrían descalzado algunos y se habrían hundido, porque a esa corriente no se le ha restado la energía que invierte en transportar el sedimento”, indica Díez Herrero.

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