El Ayuntamiento ha comprado este mítico teatro del Paral·lel, que llevaba años cerrado, y ha renovado su programación para atraer a un público "más joven y dinámico"
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Hace años, las noches del Paral·lel de Barcelona se bañaban con la luz roja desprendida por las gigantes aspas del teatro El Molino. Este espacio era el hermano pequeño de su homónimo parisino y gracias a él la avenida de los teatros de la capital catalana empezó a llamarse también el Montmartre de Barcelona.
El Molino abrió sus puertas en 1898 y se llenó de plumas y cortinas de terciopelo rojo para convertirse en el templo del ‘music hall’, de cabarets y la revista. Los bailes, la música en directo y los monólogos picantes dieron identidad a un teatro que sobrevivió a la censura de la dictadura y el puritanismo de la Transición.
El proyecto fue un éxito hasta bien entrados los setenta, pero a medida que se acercaba el final del siglo empezó a costar llenar los asientos. Fue la crisis económica de los 90 la estocada final que condenó a El Molino a cerrar sus puertas un año antes de cumplir un siglo, en 1997. En 2010 volvió a renacer, de la mano de unas reformas que costaron 15 millones de euros, pero el pequeño teatro, con solo 250 butacas, nunca fue viable y volvió a cerrar tres años más tarde.
Finalmente, ha sido el Ayuntamiento de Barcelona quien se ha hecho cargo. Lo compró por 2,6 millones de euros en 2021 y, tras nuevas reformas, las aspas volverán a brillar a partir de este viernes.
Pero en esta nueva etapa, que estará gestionada por la misma empresa que lleva el Festival Cruïlla, no habrá vedetes ni boas. Habrá monologuistas, músicos de jazz y cantes flamencos. “El mundo de las variedades, de lo picante, tiene poca incidencia comercial ahora. Cuando se compra el teatro se analiza cuál es su potencial y nos pareció que en estos momentos tenía más sentido apostar por la diversidad musical”, apunta el concejal de cultura Xavier Marcé.
Además, asegura que la intención del consistorio no es “prescindir de nada” y no descartan poder dedicar alguna sesión al ‘music hall’. Por su parte Víctor Partido, director de El Molino, insiste en que se trata de un género cuyos acólitos ahora se enfocan en el teatro musical, que ya se puede ver en otros teatros del Paral·lel. “Nos queremos acercar a músicas singulares y experimentales”, asegura Partido, que añade que la nueva etapa esté enfocada a atraer a público joven “y más dinámico”.
El estigma sobre las cabareterasTanto desde el Ayuntamiento como desde la dirección de El Molino argumentan que la revista no tiene los adeptos que tenía a mediados del siglo pasado. Y les respalda el hecho de que no hay oferta de este tipo de espectáculos en casi ningún teatro. Pero para las protagonistas de este género, eso no es excusa para prescindir de “un patrimonio de la ciudad”, tal como lo describe Lita Claver, más conocida como La Maña, una de las cabareteras estrella del Paral·lel.
Reconoce que es posible que la revista no atraiga a público joven, pero está segura de que sí llamaría a personas de más edad. “El problema es que nadie piensa en las personas más mayores a la hora de crear cultura. ¿Qué pasa? ¿Que no nos merecemos ir al teatro? ¿A caso nuestros intereses son peores que los de los jóvenes?”, se pregunta la vedete.
“Estoy encantada de que vuelvan a abrir, pero que no se olviden de que El Molino existe por gente como yo, que nos subíamos al escenario, y a personas de mi generación que se sentaban en las butacas”, sentencia esta aragonesa nacida en 1945, que migró hasta Barcelona para convertirse en una de las caras más conocidas del espectáculo.
La Maña coincide en que el ‘music hall’ no es el género que está más de moda ahora mismo, pero lamenta que el Ayuntamiento no haya apostado por preservarlo. “Creen que está desfasado, que somos antiguas, pero no es cierto. Yo ya hacía monólogos en su momento, teníamos espectáculos adelantados a nuestro tiempo. Y, además, contra lo que la gente piensa, eran elegantes, bien vestidos, coreografiados y muy dignos”, recuerda esta cabaretera que trabajó en El Molino durante más de 11 años sin un solo día de descanso.
De todos modos a La Maña no le sorprende la decisión. “El estigma hacia el ‘music hall’ no es nuevo”, lamenta. Quiere despejar la creencia de que las cabareteras solo se desnudan y hacen bailes atrevidos. “Nos venían a ver muchos matrimonios y las más fans eran las mujeres, porque decíamos lo que a ellas no les permitían”, recuerda.
Entre chistes verdes y corsés apretados, las cabareteras también hacían burlas al Generalísimo cuando la censura estaba en apogeo. O reflexionaban sobre lo duro de ser madre trabajadora. O reivindicaban la libertad sexual de las mujeres y condenaban el machismo que las tenía maniatadas. “Y tenían la osadía de llamarnos incultos. Venían a vernos Salvador Dalí, Fellini, Rafael Alberti o Montalbán...¿ellos también eran incultos?”, se pregunta.
Un ‘Broadway’ en decadenciaEl Molino es solo uno de las decenas de teatros y salas de fiesta y conciertos que conforman esta zona de Barcelona que también es conocida como el Broadway catalán. Su apogeo fue a principios del siglo XX, pero el paso de los años ha ido borrando algunos de los nombres propios de aquel paseo de la fama. Uno de los ejemplos más paradigmáticos es el del teatro Talia, que fue derrumbado a finales de los ochenta, tras estar años cerrado y sin nadie que se hiciera cargo de él.
“No podíamos dejar desaparecer este edificio de valor patrimonial, evocativo e histórico”, dice Marcé sobre El Molino. “Es un elemento de carácter patrimonial poco discutible”, añade el concejal, que insiste en la voluntad del consistorio de mantener la vida cultural y la memoria histórica del Paral·lel. Es por eso que el Ayuntamiento se aventuró a comprarlo, para evitar el deterioro del edificio y que “fuera objeto de transacciones económicas no deseables”.
Los vecinos del barrio también ven con buenos ojos que se hayan reabierto sus puertas. “Me parece genial. No será como antes, pero va a ser bonito. Un teatro abierto da alegría”, opina La Maña. Ella también vive en el Paral·lel y se muestra perpleja por “lo descuidado” que está el barrio. “Con lo que había sido”, lamenta. Esta degradación le duele especialmente por el vínculo que tiene con la zona. Tanto que llegó a endeudarse para comprar el teatro Arnau cuando cerró, para evitar que cayera en el olvido. Y ahora se alegra de saber que El Molino ha evitado este destino.
A partir de este viernes, esas aspas rojas volverán a brillar y, aunque artistas como Lita Claver, alias La Maña, ya no estarán sobre las tablas, dejarán paso a otros músicos y comediantes que volverán a llenar de vida el Broadway catalán.
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