El pensamiento crítico, un trampolín para que las corporaciones expriman todo su potencial

Pensar de forma crítica es crucial para avanzar. En el plano personal, el pensamiento crítico modula nuestros valores y nos aporta un criterio moral que nos ayuda a decidir de forma eficaz cuando nos enfrentamos a un dilema. En el social, si las personas que conforman un grupo tienen un buen desarrollo en su pensamiento crítico, ese colectivo contará con unos valores positivos que le permitirán desarrollarse de forma positiva y a mayor velocidad. Y hay un tercer plano en el que el pensamiento crítico es decisivo: la empresa. Pero, ¿cómo ayuda a las compañías incorporar el pensamiento crítico? ¿Y por qué es una habilidad cada vez más relevante en las organizaciones? En una jornada organizada por la comunidad Líderes con Propósito, representantes de las empresas que forman esta agrupación liderada por Vocento (Deloitte, Iberia, Ikea, Isdin, ISS, L'Oréal Group, Mahou San Miguel, Mapfre, Moeve –antes, Cepsa– McDonald's, Novartis, Salesforce, Santander, Telefónica y Tendam), trabajaron diversas dinámicas para aprender a desarrollar todos los beneficios que el pensamiento crítico puede aportar a sus corporaciones. Y lo hicieron de la mano de la filósofa Fátima Álvarez y de Tomás Pereda, subdirector general de la fundación Máshumano y miembro del comité asesor de Líderes con Propósito. «El pensamiento crítico es la capacidad de discernir. Supone cuestionarse todo, hasta a uno mismo, hacerse preguntas y sopesar pros y contras –señaló Álvarez al inicio de la sesión–. Es un ejercicio de esfuerzo y coraje que a veces no estamos dispuestos a hacer porque es más cómodo dejarse llevar y culpar a otros si algo sale mal». Tomás Pereda recalcó que el pensamiento crítico es un intento de acercarnos a la verdad y señaló algunas razones por las que merece la pena esforzarse en pensar de forma crítica. «Estamos entrando en la cuarta revolución industrial y la tecnología nos exige decidir qué hacer ante cuestiones que nunca antes tuvimos que responder. Ese escenario ambiguo –apuntó – obliga a abrirse a dos escenarios de pensamiento: el pensamiento divergente, más creativo, y el convergente, más centrado en llegar a una solución bien definida. Y aquí es donde entra en juego el pensamiento crítico». Por medio de juegos y ejercicios, los participantes en la jornada organizada por Vocento descubrieron algunas claves del pensamiento crítico, como las bases que estableció Matthew Lipman a mediados de los años 60 del siglo pasado para definir en qué consiste. Según el filósofo estadounidense, nuestro pensamiento es multidimensional y tiene tres dimensiones: pensamiento crítico, pensamiento creativo y pensamiento ético. Esas tres dimensiones se tocan entre sí. Pero de todas ellas, el pensamiento crítico es el que nos permite hacernos preguntas, interpretar el actual contexto cambiante, ser conscientes de nuestros sesgos, construir buenos argumentos, elegir bien los criterios, autocorregirnos o pensar nuestro propio proceso de pensamiento. Eso, como explicó Álvarez, «además de resolver problemas, nos permite a los seres humanos decidir qué resolver, por qué, para qué, cómo y con qué consecuencias». Y eso es lo que nos diferencia de las máquinas y nos hace tan valiosos. Y saltando del plano personal al de las empresas, la conclusión de la jornada fue que cuando las corporaciones piensan de forma crítica, la creatividad y la innovación se disparan y eso promueve una mayor motivación de los empleados. Y que cuando las corporaciones aplican el pensamiento crítico (especialmente cuando está asentado sobre un liderazgo humanista), este activa su propósito, hace crecer las acciones positivas que se derivan de él y mejora tanto la cultura empresarial como los beneficios de las compañías.

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