El puente de Todos los Santos, mal momento para una DANA

Una DANA nunca puede venir bien y nunca habrá un buen momento para que llegue una DANA, pero hay momentos en los que una DANA puede ser especialmente inoportuna.

Uno de esos momentos puede ser, precisamente, el periodo previo a un puente como el de Todos los Santos y cabe preguntarse hasta qué punto se apostó todo a que la AEMET hubiera sobrestimado la potencia de la DANA, ya que las previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología, como las de cualquier otro servicio meteorológico, se realizan con un cierto rango de incertidumbre.

Así, da la sensación de que frente al riesgo potencial de los efectos de la DANA se optó por no afrontar las consecuencias de decretar una situación de emergencia, que hubiera supuesto no solo la paralización de todas las actividades económicas no esenciales sino, probablemente, un volumen importante de cancelaciones de desplazamientos a Valencia durante el puente del fin de semana.

Tras los avisos de AEMET y de la Confederación Hidrográfica del Júcar, tanto la Universidad como la Diputación de Valencia cesaron su actividad y mandaron a sus casas a profesores, alumnos y personal, por lo cual parece evidente que la Generalitat no podía desconocer esos avisos. El Gobierno valenciano dispone de servicios especializados en emergencias que inexcusablemente tuvieron que manejar al menos la misma información que la Universidad y la Diputación y cuenta, además, con especialistas con mayor capacidad de evaluar el riesgo derivado de esos avisos.

Resulta inevitable, por tanto, que surja la pregunta de por qué la información científica y técnica no se tradujo en decisiones políticas y por qué el president de la Generalitat, todavía a medio día y con barrancos ya desbordados, seguía hablando de una posible mejoría del tiempo y situaba a la DANA camino a Cuenca.

Quizás puedan entenderse mejor las no decisiones de Mazón recordando al alcalde de Amity Island en la mítica película Tiburón. A pesar de la advertencia del jefe de policía y de un oceanógrafo sobre el peligro que suponían los ataques del tiburón a bañistas y embarcaciones, el alcalde se negaba a cerrar la playa para no espantar a los turistas, porque podría perjudicar la economía de la isla. El desenlace es de sobra conocido.

Tiburón no deja de ser más que una película, pero no fue ninguna película la postura de Ayuso y gran parte del Partido Popular durante la pandemia, criticando fuertemente que se antepusieran las medidas de protección a las personas frente a la economía y a su concepto de libertad.

Gobernar es precisamente eso, establecer prioridades y en este caso había que elegir, una vez más, entre proteger vidas o proteger la economía y todo parece indicar que Mazón optó por una apuesta suicida, a la espera de que la DANA no alcanzara la brutal potencia destructiva con la que golpeó a Valencia.

Desgraciadamente, Mazón perdió esa apuesta insensata en la que se jugaba las vidas de las personas a las que por su cargo institucional debió proteger.

El próximo puente de Todos los Santos acudirán a los cementerios doscientas y tantas familias más, que recordarán que sus muertos lo fueron porque la DANA llegó en un mal momento.

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