Una semana después ni el PP puede defender la calamitosa gestión en las primeras horas de la DANA por parte de Carlos Mazón, un político sin experiencia que llegó a la Generalitat gracias a un pacto con Vox que no duró ni un año y tras una campaña municipal y autonómica que las derechas centraron en ETA
Los bulos y falsedades sobre la DANA de València: de los “cientos” de cadáveres de Bonaire a la demolición de los pantanos
No hay un solo periodista en València (ni en Madrid ni en España) que no sepa a estas alturas que las competencias sobre alertas de Protección Civil son de las comunidades autónomas. Todos saben, aunque a algunos no les dejen escribirlo, que el error fatal de la crisis de València fue minimizar los riesgos, no pedir a la población quedarse en casa, pese a los avisos de la AEMET y la información en tiempo real de la Confederación Hidrográfica del Júcar. Había elementos para hacerlo, como lo demuestra la actuación de la universidad y de la Diputación de Valencia, pero no se hizo. Esa no decisión convirtió una gran riada en una catástrofe con más de dos centenares de muertos y un número indeterminado de desaparecidos.
Quienes han seguido de cerca la gestión de la crisis cuentan que durante las 48 horas siguientes a ese error se vio a un Mazón noqueado, incapaz de tomar decisiones, refugiado en su núcleo de máxima confianza, entre el que no estaba el responsable de emergencias de la Comunitat, ni siquiera su vicepresidenta y otros miembros del Consell. Horas larguísimas en las que un Gobierno autonómico no fue capaz de organizar ni sus propias dotaciones de medios ni los que ofrecían otras administraciones.
La historia no será benevolente a la hora de juzgar la calamitosa gestión de la Generalitat en las primeras horas y deberá ser la política la que analice los errores para que no vuelvan a repetirse. Está por ver si además entra la Justicia a revisar si hubo actuaciones negligentes y, por tanto, delitos. La incompetencia demostrada arranca con la misma formación de Gobierno cuando no se da importancia a las emergencias y se dejan en manos de Vox, como si fuera una maría, a tener vacante durante tres meses la dirección general de Interior y elegir después a un experto en festejos taurino. ¿Es concebible que una semana después de la riada, nadie conozca la cara y muy pocos el nombre del responsable de emergencias de la Generalitat?
Y pese a todo, desde el punto de vista humano se hacía difícil no empatizar con una persona desbordada, incapaz de llevar las riendas de la peor riada que se recuerda en la zona. Hasta que empezó a mentir y a contradecir a la AEMET, a la Unidad Militar de Emergencias e incluso a sí mismo, en la Cope, la radio en la que decidió refugiarse y la que dio dos entrevistas en 24 horas.
Al Gobierno central se le puede achacar que no apartase a Mazon en las primeras horas de la catástrofe a través de una declaración de emergencia nacional o que al menos no presionase más para que la Generalitat reaccionase en esas primeras horas que son claves en todos estos desastres. La primera opción puede discutirse porque hay muchos técnicos advirtiendo que no hubiese sido muy operativo asumir la gestión desde el Gobierno central si, pese a todo, los dirigentes políticos y los técnicos que tendrían que ejecutar las instrucciones serían los de la Generalitat, en todo caso, la Administración más cercana y la que mejor conoce el terreno. Que el Gobierno de Sánchez debió pegar un puñetazo en la mesa ya en el segundo día para urgir a Mazón a solicitar más medios, como hizo el pasado sábado, es menos debatible. En sus comparecencias públicas Sánchez sigue apostando por la cogobernanza y repite una obviedad, que las comunidades autónomas y también los ayuntamientos son Estado, algo que a veces se olvida desde Madrid.
Que Mazón, el mismo dirigente que ha anunciado rebajas de impuestos a grandes empresas y rentas altas y que cargaba contra su antecesor Ximo Puig y contra Pedro Sánchez, pida ahora 31.000 millones de euros al Gobierno central mientras solo se compromete a desplegar 200 millones de sus presupuestos explica bien cómo entiende la gestión pública el Partido Popular. De momento, los diferentes ministerios han comprometido ya 10.000 millones en ayudas y el presidente afirma que la ayuda a Valencia seguirá el tiempo que haga falta. Será imprescindible fiscalizar la llegada de esos fondos cuando el foco de los medios abandonen las localidades inundadas.
Y sin embargo, la catástrofe de Valencia, debiera obligar a algunas reflexiones adicionales sobre el negacionismo del cambio climático y toda esa corriente de opinadores que pidieron desactivar las alertas a los móviles que ya se ha demostrado que salvan vidas y que algunos llegaron a calificar como intromisiones “orwellianas”. ¿Duermen bien los que han decidido llevar hasta ese punto su guerra cultural?
Pero sobre todo, conviene recordar cómo llegó un político con apenas experiencia en la gestión más allá de cuatro años al frente de la Diputación de Alicante, el mismo al que ya critican abiertamente sus compañeros de partido en Valencia y en Madrid, al sillón más alto de la Generalitat. El PP y sus aliados mediáticos plantearon la campaña de las últimas municipales y autonómicas como un plebiscito contra Sánchez. No se votaba sobre el modelo de comunidad o ayuntamiento, se ratificaba en las urnas el “que te vote Txapote”. Si alguien tiene interés, puede repasar los mítines y la cobertura mediática de aquellos 15 días antes de votar. La trompetería mediática de la derecha clamaba para echar a Sánchez y consideraron las autonómicas y municipales como un mero medio para conseguir su fin. No hubo grandes debates sobre cómo iban a ser los gobiernos en las diferentes comunidades ni tampoco sus prioridades.
Allí donde fue posible derecha y extrema derecha sumaron sus votos. El gran objetivo de desalojar a lo que algunos llamaron “okupa de la Moncloa” estaba más cerca, así que las coaliciones de PP y Vox fueron bendecidas por la mayor parte de los medios de la derecha. Fue esa riada del “que te vote Txapote” la que llevó a un gobierno de PP y Vox en Valencia y en tantos otros sitios. Esas coaliciones duraron un año escaso. Los altavoces de la derecha que llamaron mayoría Frankenstein al Gobierno de Sánchez, que lleva en la Moncloa desde 2018, todavía no han acuñado un término para definirlo. No es nada nuevo, mucho antes, mientras clamaban contra la mayoría de izquierdas en el Congreso, bendecían como la quintaesencia de la estabilidad a las coaliciones de PP y Ciudadanos que saltaron por los aires en todas partes.
El “que te vote Txapote” ha envejecido mal y ha derivado en gobiernos muy pobres en decenas de instituciones. El de Valencia es el caso más extremo pero hay otros. Vox ya ha demostrado sobradamente que además de tener postulados ultras tampoco es un socio fiable para el PP. Año y medio después de aquellas municipales y autonómicas que derivaron en gobiernos como el de Mazón se ha desmotrado una cosa peor: que aquellos partidos que clamaban contra Bildu por no condenar la violencia tampoco lo hacen cuando los ultras que jalean atacan al presidente del Gobierno con palos. No son capaces de condenar la violencia mientras se llaman a sí mismos constitucionalistas. Esa gigantesca hipocresía es la última lección de aquella gran farsa que la derecha perpetró antes de las municipales y autonómicas en las que en vez de presentar programas para ayuntamientos y comunidades apeló a las vísceras y a ETA. Es el momento de preguntarse si el Que te vote Txapote benefició en algo a los valencianos y al resto de ciudadanos que vieron llegar las coaliciones de PP y Vox con fecha de caducidad: un año escaso. ¿Es este el modelo que se presenta para sustituir a Sánchez en la Moncloa?
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