El sencillo consejo de una psicóloga para reconectar con tu adolescente: «Nunca lo olvidemos»

Muchas son las familias que llegan a la adolescencia de sus hijos y sienten que de pronto conviven con un extraño, arisco y con el que es difícil llegar a un punto de encuentro, cuando hasta hace dos días era un niño que idolatraba a sus padres, tenía necesidad de cercanía física y, sobre todo, dependía de ellos y les buscaba para tomar decisiones. En este momento vital, y a pesar de que muchas veces manifiesten y parezca lo contrario, recuerda la psicóloga Mariana Capurro ( @Permiso para Educar ), « nuestros hijos nos siguen necesitando . Y en este punto concreto, somos nosotros como adultos maduros emocionalmente que somos, debemos saber cómo actuar». Y una de las cosas más importante que los padres deben tener claro, advierte, «es que sigue siendo muy importante encontrar momentos del día para demostrarles nuestro cariño y nuestra presencia. Nunca olvidemos decirles cuánto les queremos. Tenemos que asegurarnos de que sepan que seguimos siendo ese lugar seguro al cual siempre pueden volver aunque ya no sean niños pequeñitos que caben en nuestro regazo». ¿En qué momento puede darse esta situación, que parece que pilla a los padres por sorpresa, y cuáles son las señales a las que deben estar atentos? Todos tenemos más o menos claro cuando comienza, por esos cambios físicos y emocionales que vamos notando en el período de transición que comprende desde la infancia a la adolescencia. Ocurre entre los 9 y los 12 años, y comúnmente se conoce como la pre adolescencia. A partir de ahí entendemos que todo está cambiando, y que no volverá a ser como hasta ahora, pero no tiene porque ser la peor etapa de la vida, si estamos preparados y sabemos cómo afrontarla. Una de las claves es entender que seguramente en la infancia, no hacía falta tanta negociación y nuestra opinión era siempre la de mayor peso, pero que a partir de ahora esto cambiará. Pasan de idealizarnos, y de querer ser como nosotros, a querer tenernos más lejos, y tener la necesidad de hacer y decir exactamente lo contrario a todo lo que proponemos. Reclaman autonomía e independencia, a pesar de que todavía no tienen la suficiente madurez ni edad para tenerla, y eso es un gran motivo de conflicto en las familias , así que debemos asumir que a partir de ahora, los límites y las normas tendrán que adaptarse también a esta nueva etapa. ¿Cómo no perder esa conexión entre padres e hijos en esta etapa vital? ¿Es posible? Lo principal para no perder la conexión con nuestros hijos es educarnos. Tenemos que saber qué cambios comenzaremos a notar, cómo pueden repercutir en su físico, y en su manera de comportarse, y qué necesidades conlleva todo esto para ellos. No se trata de consentir, ni de ser los nuevos amigos de los niños, sino de responder a esta nueva etapa con empatía, y la certeza de que nos siguen necesitando, aunque de diferente manera, los cambios en la relación entre padres e hijos son naturales. Es a partir de ahora es que comenzarán a cuestionarse quiénes son y cómo quieren ser, y para ello es imprescindible que pasen más tiempo con sus amigos y menos con sus familias, lo cual obliga a buscar el equilibrio entre libertad y limites claros, porque es lo que les ayudará a poder explorar sin sentirse tremendamente controlados. Si se respeta esa necesidad de mayor independencia, y se asume la necesidad de renegociar ciertas normas y limites, es posible seguir disfrutando de una buena relación. El conocimiento de esto, también va a ayudar a no tomar de manera personal muchas de las respuestas que dan a sus padres, o de los comportamientos que se observan, evitando así muchísimas confrontaciones que pueden llegar a ser perjudiciales para el vínculo. ¿Algún truco para seguir disfrutando de espacios o planes comunes? Es una buena idea interesarse por los nuevos gustos que comienzan a tener, sin juzgar ni cuestionar, y entendiendo que es parte del cambio. Así como también seguir encontrando espacios de tiempo para compartir . Posiblemente ya no le apasione ir al parque contigo si no están allí sus amigos, pero si buscas una actividad que sí le motive de verdad, no necesitará que indispensablemente estén sus amigos y podrá disfrutar también de tu compañía. La manera de vincularse cambia, la necesidad de presencia es otra, pero esto no quiere decir que todo se pierde. Tenemos que conocerlos a medida que se van descubriendo, y en función de eso, descubrir a los nuevos padres que somos ahora y que nuestros hijos necesitan. ¿Es normal que el adolescente de pronto sea un niño más callado o esto es indicio de un problema? Antes de los 9 años, la mayoría de niños buscan constantemente la aprobación de sus padres, explican con naturalidad muchísimas cosas, hacen preguntas constantemente y escuchan con atención las respuestas. Pero a partir de ahora gran parte de todo esto no lo buscan más en los padres, sino que lo hacen en sus grupos de iguales . Esto puede malinterpretarse, haciéndonos pensar que el niño es más introvertido en la familia, que le da vergüenza explicarnos, o que no confía en nosotros. La buena comunicación dentro de la familia debe trabajarse desde siempre, y eso será muy beneficioso para cuando llegue este momento.  Por otra parte, si el niño se siente en repetidas ocasiones criticado, o invalidado, posiblemente le costará mucho más mantener una comunicación fluida y abierta. También existe la posibilidad de que sienta vergüenza al hablar de ciertos temas porque no este acostumbrado a hacerlo desde siempre. En tal caso, debemos ser nosotros los que demos el primer paso, de hablar de ciertos temas que sabemos que les incomodan, pero que encontramos necesario abordar, e intentar hacerlo de la manera más natural posible. ¿Qué podemos hacer para seguir manteniendo una cierta comunicación, diferente? Uno de los mayores retos para los padres de preadolescentes es mantener una comunicación abierta. En esta etapa, es común que los niños se vuelvan más reservados, pero esto no significa que no quieran o necesiten hablar. Los padres deben estar disponibles para conversar sin ser invasivos, creando un espacio seguro donde el niño se sienta escuchado sin ser juzgado. ¿Cómo se puede lograr esto? Una idea puede ser escuchar activamente: Mostrar interés genuino por lo que quieren compartir, sin juzgar ni interrumpir, asumiendo que sus gustos han cambiado, y que seguramente sean muy diferentes a los nuestros, y recordando que algún día también fuimos adolescentes. Otra, muy efectiva también, es buscar momentos informales: Las charlas más naturales pueden surgir durante actividades cotidianas como el camino a alguna extraescolar. Tenemos la tendencia a pensar que con grandes charlas seremos capaces de convencerles de aquello que consideramos, y sin embargo, es mucho más fácil enseñar con el ejemplo. También habremos de mostrar empatía. ¿Cómo? Validando sus emociones, recordándoles que sus sentimientos son importantes, y no haciéndoles referencia todo el tiempo a que ese «mal comportamiento» o esos cambios bruscos de humor son por culpa de la «edad del pavo». Para ellos sus emociones son tan importantes y tan intensamente vividas, como lo son para nosotros las nuestras. No por ser pequeños, valen menos. Y por último, no hay más remedio que darles su espacio, y aceptar que cada vez necesitarán más momentos de independencia, pero mostrándonos siempre disponibles. Asumir que nuestro rol sigue siendo importante, pero que el de sus iguales cada vez comienza a tomar mayor protagonismo, y no tomarlo como algo ofensivo, sino como algo natural y necesario para su bienestar en esta etapa.

abc.es

Leer artículo completo sobre: abc.es

Noticias no leídas