La pichona se calló. Pero no se cayó. Aguantó con un silencio arrogante, desafiante, el tiroteo de preguntas preceptivas acerca de hechos probados y evidentes. No descompuso ese gesto de quien desprecia profundamente a sus interrogadores pero sabe que debe sentarse en el sillón del sacamuelas, por muy intolerable que resulte. Quiso defenderse con dos lances de recibo bien estudiados: esto tiene intencionalidad política y todo es un puto bulo, con lo que yo me callo. Evidente resulta que quien juzga y condena es un tribunal, no una comisión de una asamblea, pero escenarios como el referido brindan una oportunidad de oro a quien quiere deshacer entuertos y hacer brillar su verdad: el cómo, el qué, el porqué, todo puede... Ver Más
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