Este es el artista que nos llenó la cabeza de imágenes falsas y estereotipadas de Oriente

Observe el cuadro que aparece sobre estas líneas. Se titula El encantador de serpientes y fue pintado en torno a 1879 por el artista francés Jean-Léon Gérôme. Bonito y repleto de exotismo, ¿verdad? Y, sobre todo, transmite una fuerte sensación de realismo, gracias a la minuciosa atención con que recoge todos los detalles. Casi parece una fotografía.

Sin embargo, todo en El encantador de serpientes es falso. Es el epítome de las fake news en versión pintura.

El cuadro es un popurrí de elementos que no guardan ninguna relación entre sí. Los brillantes azulejos de la pared se inspiran en los del Palacio Topkapı en Estambul, mientras que el suelo recuerda al de la Mezquita de Amr en El Cairo. Los hombres sentados en el suelo llevan ropajes y armas que corresponden a tribus y culturas islámicas muy distintas. Ni siquiera tiene el más mínimo sentido la serpiente que se enreda alrededor del cuerpo desnudo del niño. Según Richard G. Zweifel, experto en reptiles del Museo Americano de Historia Natural, todo hace pensar que se trata de una boa constrictor de América del Sur, por lo que difícilmente podría encontrarse en Oriente Medio.

Gérôme (1824-1904) fue el pintor más famoso y más reproducido de su tiempo, el rey de los llamados orientalistas, como se conoce a aquellos artistas que, sin ser originarios de Oriente Medio, el norte de África o el sur de Asia, se dedicaron a plasmar en sus obras escenas de esas zonas, mezclando con frecuencia la realidad con la fantasía. Gérôme fue el máximo representante de esa corriente, en la que brilló a golpe de tópicos, clichés y falsedades. Sus sensuales odaliscas, sus cafés envueltos en nebulosas de humo, sus retratos de personas vestidas con coloridos ropajes y sus representaciones de ambientes orientales rodeados de un halo tanto de misterio como de barbarie cautivaron al público, dejando una profunda marca en el modo el que se percibía Oriente en Occidente y configurando un legado visual tan falso como estereotipado que persiste hasta hoy en día.

'El bardo negro', de Jean-Léon Gérôme de 1888. (Lusail Museum, Qatar Museums)

El arte y el legado de Gérôme es ahora objeto de un minucioso análisis en el Museo Árabe de Arte Moderno (Mathaf) de Doha, en Qatar. Coincidiendo con el 200 aniversario del nacimiento de Gérôme, el Mathaf le dedica hasta el 22 de febrero una gran exposición que reúne casi 400 obras y que se compone en realidad de tres muestras. La primera, la más convencional, analiza la biografía y la obra de Gérôme; la segunda explora el uso de la fotografía por parte del artista y la tercera, comisariada por Sara Raza, muestra obras de artistas modernos y contemporáneos que confrontan sus trabajos (y su visión de Oriente Medio) con la que transmiten los cuadros del pintor francés.

Es verdad que las escenas que plasmaba Gérôme en sus obras eran casi todas inventadas, aunque incluían algunos destellos de realidad. El francés creaba sus obras a través de un proceso conocido como bricolage, que consiste en combinar ideas y detalles de muy distinta procedencia para crear una composición. Sus fuentes incluían en ese sentido libros, bocetos, fotografías, trajes y souvenirs de sus viajes. La fotografía, de hecho, se inventó cuando Gérôme tenía 14 años, a lo que se añade que entre 1855 y 1880 el artista viajó en numerosas ocasiones a Egipto y a Constantinopla (la actual Estambul).

Gérôme aprendió la técnica del bricolage cuando estudiaba en la Escuela de Bellas Artes de París. Allí, los alumnos practicaban dibujando objetos muy diversos en estilo realista y, posteriormente, creaban composiciones inventadas, pero que parecían reales. Gérôme llegó a ser todo un maestro en ese sentido, hasta el punto de que muchos de sus contemporáneos estaban absolutamente convencidos de que las escenas de sus cuadros eran auténticas.

'El harén en el kiosko' (1875), de Jean-Léon Gérôme. (Lusail Museum, Qatar Museums)

Hacía 1900, prácticamente no había un solo artista en Europa que no hubiera experimentado con el orientalismo. Pero en términos de popularidad y de influencia, Gérôme no tuvo rival. Además, fue un precursor en el uso de las técnicas de marketing, una especie de Andy Warhol de su tiempo. Con la ayuda de su suegro, el marchante de arte Adolphe Goupil, inundó el mercado de reproducciones de sus obras: fotograbados de gran tamaño para ricos coleccionistas, así como otras versiones en variedad de formatos, series y precios para poder llegar al mayor número posible de personas. Goupil imprimió grabados de más de 350 de obras de Gérôme.

Pero la fama y el prestigio de Gérôme dieron un abrupto giro en 1978, cuando Edward W. Said publicó su conocido ensayo Orientalismo, en el que redefinía ese término en clave política y argumentaba que esa corriente artística formaba parte de un sistema reduccionista creado por los países occidentales para dominar y manipular la percepción que se tenía de Oriente. No es casualidad que la primera edición de ese libro llevara en la portada una reproducción de El encantador de serpientes de Gérôme.

'Belleza circasiana velada' (1876), de Jean-Léon Gérôme. (Lusail Museum, Qatar Museums)

Algunos años después, la historiadora del arte Linda Nochlin aún criticó en términos más duros las obras orientalistas de Gérôme, asegurando que el artista recurrió al estilo realista a fin de manipular a los espectadores de sus cuadros e influir negativamente en sus ideas sobre Oriente. Una opinión que, aunque con controversias, sigue condicionando el modo en el que la obra de Gérôme es interpretada. Los cuadros de Gérôme se convirtieron así en altamente polémicos, dejaron de verse como meras obras de arte y empezaron a ser escrutados en términos políticos, sacando a la luz sus numerosos errores fácticos y la mucha desinformación que contenían.

¿Es posible reconocer la falsedad y los lamentables estereotipos de las obras de Gérôme y admirar al mismo tiempo su talento artístico? Esa es la gran pregunta que recorre la primera sección de la exposición del Mathaf. "Son cuestiones que siguen abiertas y a las que la exposición no da respuesta, es el visitante el que debe de sacar sus propias conclusiones. Yo lo que creo es que si solo se hace una lectura política de las obras de Gérôme nos perderemos muchas cosas porque, pensemos lo que pensemos, sus obras tienen muchas capas de significado", asegura Emily Weeks, comisaria de esa primera parte de la muestra.

'Who Will Make Me Real' (2005), obra de Raeda Saadeh. (Courtesía de la artista)

Donde sin duda más vapuleado sale Gérôme es en la tercera y última sección de la exposición del Mathaf, la comisariada por Sara Raza, donde su obra y su orientalismo son escrutados en un contexto contemporáneo y poscolonial por artistas procedentes de la zona como Lida Abdul, Farhad Ahrarnia, Hera Büyüktaşçıyan, Ergin Çavuşoğlu, Ali Cherri, Inci Eviner, Aikaterini Gegisian, Erbossyn Meldibekov, Umar Rashid y Raeda Saadeh. Esta última, por ejemplo, se retrata a sí misma en la obra Who will make me real (2005) reclinada sobre un diván, en la típica pose de odalisca, y con el cuerpo recubierto de periódicos palestinos.

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