Hasta los hombres más poderosos del orbe necesitan una cuenta corriente sobre la que auparse. Y la de Carlos V (para otros I, elijan ustedes mismos) estaba ligada a un apellido: la familia alemana Fugger. O Fúcar, que diríamos por estos lares. «Jugaron un rol crucial en su elección como emperador», explica a ABC el Catedrático en Historia Económica Guido Alfani. Así lo confirma en ' Como dioses entre hombres. Una historia de los ricos en Occidente' (Ático de los libros), un concienzudo ensayo en el que examina cómo ha evolucionado la imagen y el papel de las grandes fortunas en Europa desde la Edad Media hasta la actualidad. Las historias se cuentan por cientos en sus páginas, pero la de esta familia brilla con luz propia. Según Alfani, los Fúcar arribaron a Augsburgo en 1367. En principio eran trabajadores del sector textil y de la orfebrería. Sin embargo, poco a poco ampliaron sus miras y, ya en el siglo XV, «entraron en el lucrativo negocio internacional de transferir a la corte papal de Roma las sumas recaudadas por la obtención de beneficios eclesiásticos y la venta de indulgencias». Su mayor nivel de riqueza lo obtuvieron de la mano de Jacobo el Rico, un empresario excepcional que destacó en el sector minero y en el comercio de especias y mercancías. Jacobo Fúcar fue uno de los magnates que impulsó el ascenso de Carlos hasta la poltrona imperial por delante de Francisco I de Francia . Para ser más concretos, cedió 544.000 florines a Su Majestad que, a la postre, recuperó con intereses. Con todo, también demostró ser un visionario en materia de caridad, pues, de la mano de la fundación Fuggerei, fomentó la creación de lo que se considera el primer proyecto de vivienda social europeo. Su sobrino Antón se ligó todavía más al emperador al entregarle dinero para financiar sus guerras contra el protestantismo. Aunque sufrió severas pérdidas en la segunda mitad del siglo XVI cuando sus deudores –incluida la monarquía– le dejaron de pagar debido a diferentes problemas financieros. –Afirma que fue en el siglo XII cuando los plebeyos comenzaron a enriquecerse, lo que supuso un cambio de tendencia radical Sí, fue en el siglo XII, durante la Edad Media , cuando surgieron oportunidades de enriquecimiento personal mayores de las que había habido hasta entonces. Fue un momento en el que se abrieron las rutas en el Mediterráneo, en el Báltico, en el Mar del Norte... Así nacieron dinastías mercantiles que se enriquecieron, aunque también financieros destinados a proporcionar servicios para el comercio a larga distancia. Por descontado, nació una nueva clase rica y, con ello, una tendencia a una mayor desigualdad. –¿Por qué se les veía como pecadores, mientras que a los nobles no? Los teólogos de la Edad Media entendían que los ricos que no eran nobles debían usar sus ingresos para ayudar a los pobres. Consideraban que, si no lo hacían, no eran verdaderos cristianos. Les veían como pecadores y entendían que su delito era la avaricia. La aristocracia, según la teología medieval, tenía acceso a la riqueza por designio divino; formaba parte de un contrato social según el cual, a cambio, sus miembros estaban obligados a proteger a sus súbditos. Por contra, a un mercader no se le exigía nada cuando se enriquecía. Ese era el problema: su riqueza no estaba inserta en un contrato social que retornara a la gente de una forma o de otra. –¿Dónde nació ese odio? Más que odios hay que hablar de sospecha. Sobre todo de un tipo específico de riquezas: el derivado de las finanzas. Para la teología medieval era pecado hacer dinero a partir del dinero. No se podía prestar con interés, porque se cobraba el tiempo y, como el tiempo era de Dios, le robabas a Dios. –Esta idea cambió en el siglo XV... El problema es que los teólogos intentaron acabar con este proceso, pero no pudieron hacerlo. Los gobiernos tenían interés en que se prestara dinero de forma privada al Estado, por ejemplo. Y también se veían beneficiados de que estos comerciantes acaudalados trajesen riqueza a la ciudad. En el XV, la situación llegó a un punto tal que ya era absurdo considerarles pecadores. Por eso, intentaron hallar nuevos roles para ellos. El primero consistió en que estuvieran dispuestos a ayudar a la comunidad y al gobierno en momentos de crisis. Cuando hubiera una guerra, una epidemia ... Un ejemplo sería comprar grano en el extranjero durante una hambruna. Los ricos debían ayudar a la comunidad pero, si no lo hacían, se les podía obligar. No era algo espontáneo. Si los gobiernos locales querían, podían exigirles una suerte de préstamos forzados. –¿Cuál era el segundo rol? El segundo rol era la magnificencia, un concepto que ya existía en la era clásica, en los mundos romano y griego. Significaba hacer grandes cosas. Si, por ejemplo, una familia construía un palacio en la ciudad, era un beneficio estético; los viajeros la consideraban mejor porque entendían que era rica y próspera. También era factible que invirtieran en bibliotecas, hospitales... Eso era una conversión de la riqueza privada en pública. Pero no consistía en hacer donativos (munificencia); no era algo gratuito. Como decía Platón en 'La república', la magnificencia era una virtud del rey filósofo; la virtud de un gobernante. Hacer magnificencia significaba reivindicar un rol político, una obligación social. –¿Podría poner un ejemplo? El ejemplo más claro sería la familia Médici en el XV. Cuando empezaron a hacer grandes cosas por Florencia fue cuando empezaron a ser, de facto, los gobernantes ocultos de la ciudad. –Habla también de los Fúcar, la familia que impulsó a Carlos V hasta el poder. Sí. En el siglo XVI la carga imperial era electiva, y los electores eran proclives a recibir donativos. Hoy sería corrupción. Los Fúcar jugaron un rol crucial en la elección de Carlos V. Ellos fueron los grandes financieros del Imperio hasta el momento en el que la bancarrota del estado comprometió su posición. Son un caso muy interesante; el ejemplo precoz de una familia que utilizó parte de su propia riqueza para establecer instituciones caritativas. Fueron los impulsores de la vivienda social a nivel global y de la idea de que había pobres que merecían ayudas, pero otros que no porque no querían trabajar. –¿Son más ricos los pobres actuales que los de la Edad Media? El acceso a los recursos económicos entre un noble de medio nivel y un pobre de la Edad Media, y la misma pareja, pero de la Edad Moderna, no es muy diferente. Sí es cierto que los pobres actuales tienen más poder adquisitivo que los del siglo XIII. La diferencia está con los súper ricos actuales. Lo suyo es algo que no ha sucedido jamás: algunos tienen la riqueza de un pequeño estado. Y esto no es algo que encontramos en el pasado. –Usted se hace una pregunta en el libro que me gustaría que nos respondiese. ¿Para qué sirven los ricos? O mejor, ¿deben de servir para algo? Este es el gran problema: ¿las sociedad occidentales están dispuestas a aceptar que una parte muy pequeña de la población es muy rica sin hacer nada a cambio? La expectativa de que los ricos deben ayudar a la sociedad, algo que se estableció en la Edad Media y perduró después, revive cada vez que hay una gran crisis. Tras el COVID, por ejemplo, el mundo se preguntó por qué no colaboraban más. Podríamos decir que se ha roto el contrato social que se creó para integrarlos en la sociedad, ese mediante el que dejaron de ser pecadores. Creo que, en el caso de que abandonen esta idea, tendrían que asumir otro rol. No puede haber un grupo que no esté conectado a la comunidad sin un contrato casi explícito. O, por lo menos, aceptado por todos. –¿Hasta qué punto puede influir la riqueza en una carrera electoral? ¡Mira el caso de Estados Unidos con Trump! Además, él ha tenido el apoyo de otra gran fortuna: Elon Musk. Y eso, por no hablar de Berlusconi en mi país o Macron en Francia. Este último es muy buen amigo de Arnault , que se alterna la posición de más rico del mundo con Musk. Al final, en Occidente hay un problema con el rol que representan estos súper ricos. –¿Se considera usted capitalista? El sistema capitalista es el mejor que hemos encontrado hasta hoy. Solo hay un problemita que ya explicó Branko Milanovic en 'Capitalismo, nada más': nos ha dado lo mejor cuando tenía un competidor. Cuando se enfrentaba a los países socialistas, o aquellos que se definían como socialismo real al menos, tenía su razón para ocultar su lado oscuro. Pero hoy no se hacen esfuerzos por contener estas tendencias autodestructivas. Winston Churchill decía que tenemos que desembarazarnos de los ricos ociosos, y que tenemos que hacerlo para proteger el sistema. ¿Qué hacemos hoy para proteger el capitalismo de su propio lado oscuro? Muy poco.
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