Esto es todo lo que sé sobre el caos del Real Madrid esta temporada (y no te va a gustar)

Ha transcurrido una tercera parte de la temporada y todavía no sabemos nada de lo que el equipo es ni sabemos nada de lo que pasará en el futuro próximo. La Liga no está ni más cerca ni más lejos que hace un mes. Los contendientes solo son dos. El Atlético de Madrid sigue buceando en la estética de spaghetti western del último Simeone y todavía no ha encontrado un lugar suficientemente áspero para desplegar su fútbol de esplendor mezquino.

El Barça ha saltado de la crónica de sucesos al corazón del juego y gana por goleada casi todos sus partidos, pero toda su zona central es un pasillo abierto donde le echan rosas a los delanteros. Un Real Madrid menor y confuso pudo golearles y acabó goleado. Es como si la variable suerte y la variable espíritu, que les rehuían en las últimas temporadas, hubieran vuelto al club azulgrana.

Sabemos de esta temporada que el ciclo anterior ha terminado. Las dificultades en la Champions League así lo atestiguan. De repente el Madrid no tiene halo, y sin juego, los contrarios campan a sus anchas en la frontal del área merengue. Estos meses de castigo y sufrimiento son necesarios para que el deseo afluya a las sienes de los profesionales. La cuestión es que esta temporada no sea un terreno baldío, porque el nuevo ciclo no empezará hasta que Ancelotti se despida del club.

Eso lo sabe él, lo sabe la entidad y lo saben los jugadores. Carletto es capaz de conseguir victorias en un terreno intermedio, en una temporada de transición. Pero más importante que eso va a ser la educación en la camiseta blanca de ciertos futbolistas que están empezando o que están en una encrucijada. Que este año cierre un ciclo, pero abra un horizonte. Y aquí el repaso a los nombres, uno por uno, de la plantilla blanca.

Ancelotti da órdenes a sus jugadores. (Reuters/Ruben Albarrán)

La defensa hace agua

Courtois. Sigue siendo el de siempre. Hace fácil lo que para los demás es un milagro. Su lesión no le ha mermado. Eso ya lo demostró en el último partido de la temporada pasada, la final contra el Borussia Dortmund. Tuvo molestias en sus aductores y se perdió los partidos ante el Barcelona y el Milan. Siete goles encajó Lunin, su sustituto. En tiempos difíciles, los grandes hombres son los más necesarios. Y Courtois es el más grande de todos.

Lucas Vázquez. Actor secundario que sonríe en presencia de la muerte. Como lateral derecho necesita de un equipo que funcione y tape sus escasas habilidades defensivas. A mar abierto, como es el caso, es algo más que una debilidad, sobre todo en un tiempo donde los extremos son las estrellas mimadas de los entrenadores. Su banda ha sido un paso natural para llegar al gol para los rivales. No se atisba solución sin fichajes o sin tirar de la cantera.

Lucas Vázquez, muy superado. (EFE/Kiko Huesca)

Rüdiger. Jugador que está cumpliendo a nivel individual. El mejor defensa del Madrid en la temporada, que tampoco es decir mucho. Pero el alemán no tiene la clase de Ramos o el desgarro de Pepe. En soledad no es capaz de apagar los fuegos y cuando el sistema se derrumba, no sostiene el entramado. Simplemente, barre los escombros. Buen pase en largo, discreta salida del balón, grande y fiero pero no intimidante. El alemán ha marcado goles en momentos dramáticos, señal de que nunca le pierde la cara a los partidos, gran cualidad muy admirada en el Bernabéu.

Militao. Su temporada era mediocre, desacompasado con Rüdiger, cayéndose en los duelos individuales, incapaz de medir distancias con los delanteros centros, ni tan elástico ni tan rápido como acostumbraba, con el pie torcido (como todo el equipo) y sobre todo, sin ninguna autoridad. Nunca llegó a escribir en su pedestal la inscripción 'soy el mejor central del mundo', pero anduvo cerca. Se le conocía pero no se le temía, quizás porque no tiene roca en el estómago ni la abracadabrante sensación que producía Pepe en sus rivales de estar jugándose la vida contra un demonio paranoico. Contra Osasuna se lesionó para toda la temporada y el chaval que salió en su lugar, mejoró su rendimiento con un pase en largo efectivo y un par de duelos ganados con eficacia. El Madrid va a tener que gestionar su ausencia, que quizás sea permanente.

Mendy. Fue durante años el mejor lateral defensivo del mundo. Infranqueable y disciplinado pero con los pies cambiados de sitio. Kroos le daba sentido al guiar sus subidas con un gesto de cadera. Sin el alemán, Mendy es solo medio jugador y parece que le haya alcanzado un rayo en el blindaje. Ya no es tan rápido ni roba con facilidad. Es un chico con serias dificultades para jugar el balón en un equipo que está en lucha contra sí mismo.

Ferland Mendy se ha desplomado. (AFP7)

Fran García. Muy rápido y con un buen centro académico, no tiene sintonía con ningún jugador del equipo. Vinícius juega en un universo diferente, Mbappé sigue en su autismo irreproducible y el resto lo ignoran por completo. Llega mucho al ataque, pero nunca sabe qué hacer. A veces se da la vuelta y otras tira el balón a la olla por si acaso apareciera Cristian Ronaldo o el pequeño de los Kennedy para rematar o tener un accidente de aviación, lo mismo da.

El motor del equipo… gripado

Camavinga. En el último partido ante el Osasuna, Ancelotti se decidió a ponerlo de mediocentro. El fútbol del Madrid cogió ritmo y, aunque todo siguió deshilachado, eso que ahí veíamos, pareció moverse hacia alguna parte. El Madrid tiene tal poderío en ataque que no necesita jugar bien, ni siquiera jugar; le es suficiente con comparecer. Pero lo que sí necesita es un cierto ritmo que active a Bellingham y a Vinícius, un compás que haga que todos empiecen a moverse en las direcciones adecuadas. Y eso, por ahora, solo es capaz de hacerlo el medio francés.

Hay riesgo en esa apuesta, Camavinga no es consciente de la severidad de ese trabajo. Se comporta siempre como un niño al filo de su imaginación. Con una técnica superior, su pase bate líneas con facilidad y encuentra jugadores que nadie había visto. Pero se posiciona de forma extraña, como si su zurdera a ratos fuera una minusvalía. Se da la vuelta con movimientos estrambóticos, no naturales, y pierde el balón con cierta fatalidad. Eso es pecado mortal. Un mediocentro debe guardar la pelota en una caja de caudales, toda su profesión se basa en eso. Camavinga como segunda espada ya está consagrado. Dos Champions le contemplan. En las dos dejó un reguero de detalles en los momentos culminantes. Ahora debe hacerse con la función. Director de escena en solitario o compartido con Valverde. Ese es su horizonte.

Camavinga disputa un balón aéreo. (Reuters/Susana Vera)

Fede Valverde: Es el mejor mediocampista del mundo junto al actual Balón de Oro, título oficioso que se le suele negar porque se destaca su desgarro sistemático, ese regar campos con su sangre tan de la mística blanca y se deja a un lado sus impresionantes capacidades técnicas y una creatividad todavía en estado de bosquejo. Valverde ha sido con Vinícius el mejor jugador del madrid. Los blancos han sacado muchos partidos gracias a que con el uruguayo tiene un jugador extra en las tres partes del campo.

Es el último en rebañar los balones en la defensa, el medio que da el primer pase y aquel que desde atrás asalta el área rival. Esta versatilidad se le ha vuelto en contra, puesto que como su mujer dejó caer en redes, la posición donde se puede volver realmente dominante es como mediocentro único o compartido con Camavinga. Ha crecido a la vera de Toni Kroos y es capaz de mezclar pases largos con pases interiores con la precisión de su maestro. Como a Camavinga, le falta la autoritas. El partido no gira nunca a su alrededor y da la impresión de que algún día puede ser así. Mientras tanto, será el lateral derecho oficial de este mes. Otro mes en el que jugará en el umbral de la lesión.

Los que no aparecen

Tchouaméni. Jugador de buena estampa que ha ido desapareciendo en el césped hasta navegar contra la corriente del partido. De mediocentro no tiene autoridad y su defensa es únicamente hacia delante, como si no entendiera todas las dimensiones del campo. De central es postizo, ocupa un lugar que no ocupa el delantero, pero nunca va más allá de eso. Tiene un conocimiento automático del fútbol, como si hubiera sido generado en un campo de entrenamiento y tuviera siempre las mismas respuestas a las situaciones dadas. Pero el fútbol es la dinámica de lo impensable, como decía Panzieri, y en ese mar de los sargazos, el francés se convierte en estatua de sal y el púbico pierde la paciencia al observar a un jugador perseguido por su propia sombra hacerse cada vez más pequeño.

El francés está perdido. (AFP7)

Bellingham. Lleva cansado desde febrero de este año. Su figura es imponente cuando está erguida, cuando lleva el balón entre las piernas, cuando levanta la cabeza y todo se queda en silencio. Pero eso apenas ha ocurrido desde aquel mes donde empezó a notarse mal. En esta temporada, Ancelotti lo ha movido mucho y se ha acabado perdiendo en algún lado del césped. No es fácil encontrarle, corre en paralelo al juego y bracea desesperado como un amante en un andén. Hay una conspiración internacional para no pasarle el balón. Sin el inglés, el equipo no tiene un cauce natural entre el medio y los delanteros. Pero nadie se ocupa de él y él no quiere ocuparse de la pelota.

Vinícius. El otro día contra Osasuna, Vinícius marcó tres goles. Dos de ellos en la frontera entre la realidad y el deseo, el tipo de cosas que atrae a los niños al fútbol y los convierte en adictos para toda su vida. El brasileño es una clase de demonio que nunca había corrido por las praderas del Bernabéu. Es lo imprevisto, lo que no se puede pensar. Lo necesario en el último tramo del campo donde un jugador es un animal en la selva. Sale indemne de esta temporada de confusión hermética porque Vinícius es hijo del caos y el caos lo corona como su único rey. Tiene una fe absurda, tan ilimitada como su capacidad de ataque, y esa es la única luz en la grisura general del equipo.

La gran decepción

Mbappé, Su último año había sido mediocre, estaba fuera de su mejor forma. No llegó como un salvador puesto que el Madrid es quien ha salvado al fútbol. Pero se le veía alegre de vestir una camiseta con ese peso en la historia. Tres meses después, está deprimido, en permanente fuera de juego y es incapaz de encontrarse en el ataque del Madrid, que es un cauce donde Vinícius es el agua, la corriente y el desbordamiento, y Kylian, un espectador en primera fila de las andanzas del genio.

El hincha madridista está perplejo, puesto que observa a alguien a quien se le había puesto la etiqueta de genio y que posee una técnica rústica, ningún misterio y una imaginación tan plana como su forma de regatear. La velocidad de Mbappé sigue intacta, pero no así su elasticidad, bastante deteriorada. Aquella gacela, con instinto fatal, ya no existe. Vinicius desciende a la media punta y le intenta alimentar, pero de momento el francés está bajo el peso de la angustia y sus decisiones las mastica en agonía. Nada le sale fresco, espontáneo, natural. Tendrá que quitarse esa mochila para que podamos medir al verdadero jugador que hay tras la máscara.

Rodrygo. Un año raro el del brasileño. Jugador ya decantado, genio de momentos que nadie más posee, está descontento porque se siente pequeño al lado de su compatriota y su corazón no late al compás de la hinchada blanca. Esos pequeños despechos muchas veces ponen a los futbolistas muy lejos de Chamartín antes incluso de que se anuncie su marcha. Es como el bolero, "cuando dijiste que te ibas, ya te habías ido".

El brasileño, en el último partido en casa. (AFP7)

En los escasos momentos de buen juego del equipo, Rodrygo ha sido el que hilvanaba, el que tejía entre las partes. Como recompensa, desaparecía de la titularidad. No se sabe si estaba tocado o si Ancelotti quería poner un mediocampista más. Ese Rodrygo escarchado, levísimo y profundo, que pone un gol donde antes había una muralla, no lo hemos visto este año. Y quizás sea el año donde sea más necesario.

Endrick. Lo vimos todos. Era un minotauro hambriento que quería dejar su marca en la historia del fútbol a machetazos. Endrick es un artista con un megáfono. Un animal que rara vez asoma por los documentales. Casi una presencia de dibujos animados. Esperábamos al final de la programación para ver sus dos minutos esenciales, donde derribaba las estatuas para imponer una tiranía de mil años. Y de repente, desapareció. Ancelotti ha querido castigarnos por todos estos años maravillosos. No hay otra explicación. Es un resumen de la temporada. De este primer tercio. El tercio del castigo.

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