Estábamos los españoles encantados de que nos llamaran 'los alemanes del sur'. Pensábamos que el país funcionaba: las ciudades despobladas tenían ya plena cobertura digital y una gastronomía incomparable, los trenes llegaban a su hora, espléndidas carreteras, fuimos modélicos en la vacunación del Covid -que, al final, affaires de mascarillas al margen, no se gestionó tan mal-.
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