Hildegart, el famoso experimento español de la "mujer del futuro" que acabó fatal

Con apenas dos años aprendió a leer. Con cuatro, tocaba el piano, a los diez estudió el bachillerato en alemán y también sabía francés, inglés o latín. Se matriculó en Leyes con solo catorce y un año después escribía artículos para El socialista o asistía a charlas y conferencias. A los 18 años, mientras dormía, su madre le disparó cuatro tiros y la asesinó. Sus sueños de crear a la mujer del futuro, la primera niña eugenésica (esa disciplina que busca modificar la herencia genética mediante leyes biológicas para mejorar la especie humana) se habían frustrado, y como si de Pigmalión se tratase, tenía que acabar con su obra. Buscaba concebir a la primera mujer libre, pero ella misma la encerró para protegerla del mundo. Paula Ortiz ha recuperado la historia de Hildegart Rodríguez para contarla como si fuera una fábula. Llega a los cines La virgen roja.

La directora de La novia o Teresa confiesa que la historia de Hildegart y de su madre, Aurora Rodríguez Carballeira, la han obsesionado durante muchos años. "Me ha acompañado desde la Universidad", cuenta a este periódico. "La conocí gracias a una profesora de Historia, y al preguntarle sobre la eugenesia y cómo afectaba a la ciencia o a la política, a los trabajadores o incluso al nazismo, me contó la historia de esta mujer gallega que quiso tener una hija eugénica —según relata la película y la historia oficial, Aurora buscó un padre que nunca pudiera reclamar a la criatura y se quedó embarazada de un cura—. Me fascinó, es una fábula trágica que alberga gran parte de las contradicciones del siglo XX en cuanto a lo colectivo y lo individual en algo tan primitivo como es la maternidad. Observar a unas mujeres que quisieron ser líderes de una revolución y que todo acabase en un gesto absoluto de barbarie... la historia me obsesionaba".

"Es una fábula trágica que alberga gran parte de las contradicciones del siglo XX en cuanto a lo colectivo y lo individual"

La película de Ortiz, aunque con su simbolismo habitual, sigue de manera lineal la historia de Hildegart (Alba Planas) y Aurora (una, como siempre, inquietante Najwa Nimri). A veces, esa relación obsesiva y perturbadora tiene tintes de La pianista de Elfriede Jelinek, llevada al cine de la mano de Haneke. Desde un principio todo está condenado a estallar por los aires, pero Ortiz introduce ciertas sutilezas: el día en que Hildegart va a dar un discurso ante una asamblea socialista, le viene la regla. En lugar de dispararle cuatro veces en la cabeza, en la película Aurora mata a su hija de tres tiros, en cabeza (por Marx), pecho (por Nietzsche) y sexo (por Freud).

"Esas son las cosas que no aparecen en los relatos, las experiencias femeninas, como que te venga la regla en plena asamblea socialista", señala Ortiz. "Hay detalles cotidianos pero altamente simbólicos en torno a la madurez". Aunque ya existía una película sobre Hildegart (Mi hija Hildegart —1977—, de Fernando Fernán Gómez), Ortiz no quiso verla para no contaminarse, también hay una obra de teatro, basada en la novela que se publicó el año pasado de Carmen Domingo Mi querida hija Hildegart, con prólogo de Almudena Grandes. "Recuerdo que la vi de joven —la de Fernán Gómez— y me impactó muchísimo. Ahora no quería verla hasta terminar de rodar porque su Hildegart es hija de su tiempo. El punto de vista de La virgen roja en este caso está en la propia Hildegart y no tanto en Aurora que es el monstruo y el centro del conflicto. Elegí ese nombre para la película (hay un libro de Joan Llarch) porque realmente se la llamó así cuando murió. El funeral masivo que representamos en la película es histórico, se hizo eco toda la prensa de la época. Fue una rockstar".

Aunque la historia es sencilla (Hildegart se enamora, lo que para Aurora es un acto de rebeldía absoluto que, paradójicamente, la denigra como mujer libre, y por ello debe acabar con su vida porque ha fracasado como obra), lo más sorprendente son los discursos que pueden oírse durante la película. Hildegart defendía en algunas de sus obras ( El problema sexual tratado por una mujer española, de 1931, por ejemplo) el uso de anticonceptivos, el aborto o incluso ponía en duda la monogamia, con ideas sobre una revolución sexual que a día de hoy siguen debatiéndose. Defendía unos avances que, irónicamente, ella no podía disfrutar, reprimida como estaba por su madre.

"Lo apabullante y terrorífico son esos debates y las discusiones en torno a la mujer y el género, que eran los mismos hace 100 años que ahora", indica la directora. "Hemos avanzado menos de lo que creemos, eso es muy revelador. Sí es cierto que la palabra y las ideas de Hildegart siguen siendo a día de hoy revolucionarias. Es increíble cómo eran sus discursos, la finura y el bisturí... todo lo que dice en la película lo dijo en intervenciones y mítines, al igual que todo lo que dice Aurora son palabras suyas recogidas de sus conversaciones durante el juicio o con los psiquiatras. Los discursos de los socialistas también".

"Aurora no era una loca, era una fanática. No se trata de un suceso sino de un acto político"

La figura de Aurora es, sin duda, la más interesante de la película. Antes de concebir a su hija, ya había tratado de crear a ese ser humano perfecto en su sobrino, Pepito Arriola, un prodigio del piano. Cuando ese proyecto falla, busca una heroína feminista y libre a la que tiene completamente encadenada. Quiere la Revolución, pero no confía en ninguna causa colectiva. "Es precisamente la gigantesca contradicción que lleva encima lo que me fascina de ella", explica Ortiz. "Esta es una parábola sobre las revoluciones y el idealismo, que cuando se vuelve represor y rígido, cuando las estructuras se imponen sobre lo humano y la realidad, tienen un peligro enorme de volverse violento. Es algo que seguimos viendo hoy, pero lo interesante es observarlo en una mujer tan avanzada, sofisticada y civilizada, tan fascinante que quiere engendrar a la primera mujer libre y la primera vez que su hija hace un gesto de libertad individual no la castiga, sino que la priva de la existencia. Es tan incomprensible... ella no concebía a su hija como un ser humano con conciencia propia, sino como una obra. Y lo más relevante de todo es que no era una loca, era una fanática. A mí hay algo que me parece necesario reivindicar: su fanatismo. No es un suceso, es un acto político".

Y, tras su muerte, la figura de Hildegart se diluye un poco. "En realidad, la recuperación de todas estas mujeres intelectuales, como las Sinsombrero, es muy reciente" cuenta Ortiz. "No se estudian en el colegio o la Universidad. Había mujeres pensadoras, científicas y abogadas dentro de una vanguardia intelectual. El caso de Hildegart es muy controvertido porque en el recuerdo ha quedado el suceso, no el valor de una mujer como ella y de su obra. Esa es mi reivindicación, desde lo que hizo en tan poco tiempo de vida, con su fuerza e inteligencia arrolladora, y también el valor simbólico de la violencia de su muerte. Yo entiendo mucho de mi tiempo gracias a Hildegart".

Y de forma también sutil, la película se debate entre dos posturas: la de Aurora, que cree que el amor romántico encadena —la película se sustenta en una de las teorías del asesinato, que es que Hildegart se habría enamorado de un joven socialista llamado Abel Vilella, interpretado por Patrick Criado— y la de la propia Hildegart, que cree que sin amor no puede haber revolución. Un debate que, todavía hoy en día, continúa presente en nuestra sociedad cuando se habla de roles de género o del patriarcado. Y Ortiz, ¿qué opina? "El amor es amor, adquiere muchas formas", señala. "El otro día leí algo muy bonito: si tú observas un planeta, o una galaxia, ya le perteneces y ella te pertenece a ti. Sea romántico o no, el amor per se es la fuerza de la vida y el impulso erótico es el que tiene más energía. Yo sí creo que la revolución tiene que ser con amor". La virgen roja estará en los cines el 27 de septiembre.

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