Israel busca en la guerra lo que el derecho internacional le niega

La llave para la desescalada es un alto el fuego en Gaza y acuerdos de paz que contemplen el fin de la ocupación ilegal. Pero Israel apuesta por el marco de la escalada, porque es en ella donde gana. Así ha ocurrido a lo largo de las décadas.

No es la primera vez que los acontecimientos en Palestina afectan a Líbano, y es importante este punto para entender qué se desarrolla ante nuestros ojos. Israel invadió el sur de Líbano en 1978, volvió a hacerlo en 1982, cuando llegó hasta Beirut y, de nuevo, en 2006. Estos tres acontecimientos estuvieron siempre ligados a la cuestión palestina y a la voluntad colonial de Israel.

En 1978 y 1982, la Organización para la Liberación de Palestina se encontraba en Líbano. En 2006, la invasión israelí de Líbano llegó tras la operación militar Lluvia de verano contra Gaza, en la que Israel mató a más de 400 palestinos en pocos días. Entonces, al igual que ahora, el inicio de los bombardeos israelíes sobre Beirut apartaron la atención sobre Gaza, más aún.

La invasión israelí del sur libanés en 1978

En 1948 Israel llevó a cabo una limpieza étnica en territorio palestino, con la expulsión de 750.000 palestinos. Una parte de esos refugiados se instaló en campos en Líbano. En 1967 Israel ocupó ilegalmente Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este y los Altos del Golán sirios, con la oposición de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), refugiada primero en Jordania y, a partir de 1970, en Líbano, donde ya vivían unos 400.000 palestinos.

Desde Líbano empezaron a operar los movimientos políticos y los grupos armados palestinos, con Yasser Arafat a la cabeza. En 1978, en plena guerra civil libanesa, 25.000 soldados israelíes invadieron y ocuparon todo el territorio libanés al sur del río Litani, con la intención de expulsar a las milicias palestinas y de controlar una parte del país vecino.

Cientos de libaneses murieron bajo las bombas y los palestinos huyeron hacia el norte. Naciones Unidas condenó enérgicamente la acción a través de la resolución 425, que exigía la inmediata retirada del Ejército israelí y envió tropas multinacionales a la zona, la UNIFIL, que se mantiene allí hasta hoy, comandada desde 2022 -y hasta 2025- por España, con un contingente de 650 cascos azules españoles desplegados con la misión de mantener la paz y la seguridad en la frontera.

Una vivienda destruida por los ataques de Israel de este martes La invasión israelí de 1982

En 1982 el Ejército israelí llegó hasta la capital y asedió Beirut durante dos meses, con la alianza de las milicias falangistas cristianas, lideradas por Basher Gemayel, hijo del fundador de las mismas, Pierre Gemayel, admirador de la Falange española de Primo de Rivera. Miles de libaneses murieron bajo las bombas y los proyectiles, y miles más tuvieron que huir.

En ese contexto nació Hizbolá. Cinco años después, en 1987, en el marco de la Primera Intifada en Gaza, surgiría Hamás. Pero volvamos a Líbano. Hizbolá se fundó con la unión de varios grupos islámicos chiíes que buscaban más peso político para su comunidad. Contaron con el asesoramiento y beneplácito de Irán, donde el triunfo de la Revolución Islámica iraní, en 1979, había expulsado al Sha, aliado de EEUU.

En Beirut, el líder palestino Yasser Arafat y sus hombres resistieron en la capital, bajo bombardeos y ataques con mortero que acabaron con la vida de miles de palestinos y libaneses. La comunidad internacional entró en escena enviando una fuerza multinacional con tropas estadounidenses, francesas e italianas que llegaron a Beirut a principios de agosto y que se encargaron de evacuar a más de 14.000 palestinos, milicianos y sus familiares, entre ellos Yasser Arafat.

De inmediato el Parlamento libanés nombró presidente del país al líder de las milicias cristianas, Bashir Gemayel, quien moriría en un atentado días después. Los cristianos maronitas culparon de su asesinato a las milicias palestinas, pero más tarde se sabría que el autor fue un integrante del partido social nacionalista sirio. El Ejército israelí ocupó el oeste de Beirut, cercó los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila y abrió el camino a las milicias cristianas que, durante tres días, bajo observación de las tropas israelíes, degollaron y fusilaron a cientos de mujeres, hombres y niños.

Los reporteros y observadores que entraron en la zona tras la matanza calcularon que habían muerto entre mil setecientos y tres mil palestinos civiles. Tras aquella masacre el Gobierno estadounidense de Ronald Reagan levantó el teléfono y exigió a Israel retirarse de la capital libanesa. Las tropas israelíes se replegaron hacia el sur, donde permanecieron hasta el año 2000.

Una ambulancia circula en el sur de Beirut tras un ataque militar israelí este lunes Hizbolá

Hizbolá empezó a participar en las elecciones a partir de los años noventa, al término de la guerra civil libanesa, con el nombre de Partido de Dios. Ha llegado a gozar de mayoría parlamentaria en algún periodo -la perdió en las elecciones de 2022-, tiene diputados en el Parlamento y dos ministros en el Gobierno libanés de coalición.

Además del personal civil que trabaja en el partido, también forman parte de Hizbolá enfermeros, médicos, profesores, administradores, economistas y otros empleados que integran los comités de salud, de educación y de ayuda social de la organización chií. Hay personas que no son integrantes de Hizbolá pero que reciben ayudas de sus comités, en los barrios más castigados por la crisis económica que sufre Líbano. Cuando se nos dice que Israel ha atacado una zona controlada por Hizbolá, o un “feudo de Hizbolá”, no significa que se trate de un área militar. De hecho, los barrios del sur de Beirut, así como las localidades del sur de Líbano están llenas de civiles.

Con respecto a su brazo armado, Hizbolá cuenta con decenas de miles de hombres, cohetes y proyectiles capaces de alcanzar y dañar territorio israelí, donde han matado a soldados y civiles. La superioridad militar del Ejército israelí es incuestionable, tanto en soldados y armamento como en número de ataques y bajas causadas.

Los noventa

Desde la retirada de Israel de Beirut en 1982 hubo enfrentamientos y agresiones esporádicas entre Hizbolá y las fuerzas israelíes en el sur de Líbano, que continuaron tras el fin de la guerra civil libanesa en 1990.

En 1993 el Ejército israelí lanzó un ataque de especial intensidad, en el que murieron 132 libaneses. En 1996 impulsó la operación “Uvas de la ira”, en la que mató a 164 civiles libaneses, muchos niños, y a 13 integrantes de Hizbolá. En el lado israelí no hubo víctimas mortales. Entre las matanzas más destacadas en aquellos días destaca la de Qana, en la que más de cien civiles libaneses murieron por fuego israelí y cientos resultaron heridos, entre ellos, cuatro cascos azules de la Fuerza Interna de la ONU (UNIFIL), a pesar de encontrarse todos en el cuartel de la ONU.

Tras la salida de las tropas israelíes de Líbano en el año 2000 la tensión se mantuvo en la frontera.

En 2006, como ahora, la atención se apartó de Gaza para centrarse en Líbano

La invasión israelí de 2006

En 2006, dos años después de la muerte del presidente palestino Yaser Arafat, y casi seis del inicio de la Segunda Intifada, Hamás ganó las elecciones en Palestina. Ni Israel ni la comunidad internacional, que había animado a la celebración de las mismas, aceptaron el resultado. Surgieron tensiones y enfrentamientos por el poder entre Al Fatah y Hamás, Israel acentuó el bloqueo de Gaza y lanzó varios ataques contra la Franja que mataron a civiles, incluidos niños. Las imágenes de la pequeña Hoda, de 9 años, llorando junto a los cadáveres de sus padres y hermanos dieron la vuelta al mundo.

Poco después, Hamás secuestró a un soldado israelí. Israel lanzó la operación militar que bautizó con el nombre Lluvia de verano, invadió partes de la Franja y mató a más de cuatrocientas personas, la mayoría de ellas civiles. En el lado israelí murieron seis civiles y cinco militares.

En esos días de ataques israelíes contra Gaza, Hizbolá lanzó varios cohetes desde Líbano contra el norte de Israel, mató a tres soldados israelíes y secuestró a otros dos. Israel consideró aquello suficiente para invadir nuevamente el territorio libanés e iniciar una guerra hasta Beirut, donde aplicó lo que se conoce como Doctrina Dahiya -en referencia al nombre de los suburbios de la capital-, consistente en atacar de forma masiva y desproporcionada zonas urbanas e infraestructuras civiles para causar un gran daño. El general israelí Gadi Eizenkot afirmó posteriormente que lo ocurrido en Dahiya en 2006 “le pasará a cualquier pueblo desde el que se dispare contra Israel (…). Aplicaremos un poder desproporcionado y causaremos un daño y una destrucción inmensos”.

En pocos días las fuerzas aéreas y los tanques israelíes arrasaron barrios enteros de la capital libanesa, destrozaron importante infraestructura civil, incluido el aeropuerto de Beirut, e impusieron un bloqueo aéreo y naval. Hubo ataques especialmente recordados, como el que mató a 28 civiles en Qana, 16 de ellos niños.Tras más de un mes de enfrentamientos y bombardeos, se firmó un acuerdo para el alto el fuego e Israel volvió a retirarse del país. En total, murieron unos 1.300 libaneses -1.109 eran civiles- y 165 israelíes, 43 de ellos civiles.

El marco de la paz y del derecho internacional dificultaría a Israel mantener su ocupación ilegal

Los ataques indiscriminados actuales

En 2006, cientos de periodistas contemplamos desde la capital libanesa imágenes similares a las que se suceden en las últimas horas: la huida de miles de personas del sur al norte del país, cientos de cadáveres, miles de heridos, edificios totalmente derruidos. Entonces, al igual que ahora, Gaza quedó en segundo plano en buena parte de los medios de comunicación y en las declaraciones políticas de gobiernos occidentales.

Desde los atentados de Hamás el 7 de octubre de 2023, en los que murieron 1.200 israelíes y unos 250 fueron secuestrados, Hizbolá e Israel han protagonizado enfrentamientos en la frontera, con un número notablemente mayor de ataques israelíes y de muertos libaneses, entre ellos civiles, como Issam Abdallah, periodista de la agencia Reuters.

Ahora, cuando está a punto de cumplirse un año de masacre continuada en Gaza, Israel vuelve a lanzar ataques indiscriminados contra Líbano, sembrando el terror y causando numerosas muertes de civiles. La llave para la desescalada es un alto el fuego en Gaza y acuerdos de paz que contemplen el fin de la ocupación ilegal. Pero el Gobierno israelí apuesta por el marco de la guerra, porque es en ella donde gana. Así ha ocurrido a lo largo de las décadas.

El escenario de la guerra, la huida hacia delante, favorecen la política de hechos consumados que practica Tel Aviv

En la guerra de 1948 Israel se anexionó un 32% de territorio que no le correspondía en el plan de partición de Naciones Unidas. En la guerra de 1967, ocupó ilegalmente el 22% restante. En la guerra de Líbano ocupó durante años territorio libanés. En la actualidad, no tiene la voluntad de renunciar a las áreas palestinas que ocupa ilegalmente.

Varias resoluciones de Naciones Unidas -la primera, de 1967-, exigen la retirada israelí de estos territorios. Desde 2021 el Tribunal Penal Internacional investiga crímenes de Israel en Palestina, entre los que se encuentra la propia ocupación, “el traspaso de población del Estado ocupante al territorio ocupado”. El pasado mes de julio, la Corte Internacional de Justicia emitió un dictamen en el que reitera la ilegalidad de esa ocupación. Además, hace tan solo unos días, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó, por gran mayoría, una resolución que exige a Israel poner fin a su ocupación ilegal en un plazo de doce meses.

El marco de la paz y del derecho internacional dificultaría a Israel mantener esos territorios. El escenario de la guerra, la huida hacia delante, favorecen la política de hechos consumados que practica Tel Aviv. En el contexto de una escalada regional la cuestión palestina, la ocupación ilegal israelí, quedan diluidas, enterradas, escondidas. Israel apuesta por el marco de la guerra porque en ella puede ganar lo que el derecho internacional le niega.

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