A James Conlon le gusta hablar. A sus 74 años el director de la Ópera de Los Ángeles no escatima en la conversación, ya sea sobre el programa que interpretará esta semana al frente de la Orquesta Sinfónica de Galicia —«la encuentro en un gran momento de forma»—, sobre música clásica o alguna pincelada sobre la actualidad política en su país. En su sexta colaboración con el conjunto gallego, trae este fin de semana a La Coruña 'La Sirenita' de Zemlinsky, representante de aquello que los nazis llamaron «música degenerada» y que prohibieron y persiguieron durante su régimen de terror. ¿De dónde surge su interés por recuperar a autores olvidados? El descubrimiento fue accidental. Escuché esta pieza por la radio en Alemania, en los 90. Sabía de Zemlinsky pero no de su música. En aquella época estaba en Colonia, y EMI me preguntó qué me gustaría grabar. Les dije que sinfonías de Beethoven ya había muchas, y que prefería grabar algo útil. Hicimos 'La Sirenita', les gustó; luego la ópera 'Der Zwerg', que consiguió muchos premios. Al final grabé toda la música para orquesta y tres de sus ocho óperas. Acabé conociendo muy bien a Zemlinsky. Y empecé a leer sobre sus coetáneos: Schreker, Schulhoff y el clan de Theresianstadt. Llegué a sentirme como Saulo cayendo del caballo. ¿Una especie de epifanía? Bueno, sí. Sobre todo me di cuenta de que no conocíamos esa música no porque no fuera buena, sino porque la habían censurado. Algunos compositores fueron asesinados; otros tuvieron que emigrar. Y siguió siendo así después de la guerra, por diversas razones. Sentía que no era correcto, que debía hacer algo. No soy el único, pero he tenido la determinación durante los últimos treinta años de hacer todo lo posible para que esta música tuviera la atención del público. Y no es suficiente con que la pieza exista. Una partitura no vale nada si nadie la toca. ¿Qué tenía esta música de 'degenerada'? Nada. Cero. Era una declaración política. Asesinaron a tanta gente e hicieron imposible tocar su música que lograron lo que pretendían, que era acallar la voz de todos esos compositores, la mayoría de ellos judíos, pero no todos. Tienen una especie de victoria póstuma, ya que el hecho de que no toquemos esta música tan a menudo como tocamos otra música del mismo período, que es igual de buena, significa que lograron lo que planeaban hacer. Ahora, ya pasaron 80 años, pero su efecto no ha desaparecido, y esto es importante. ¿Existe en nuestros días un riesgo de cancelación? ¿Existe un peligro real en nuestras sociedades de que haya manifestaciones artísticas que vuelvan a ser consideradas 'degeneradas'? Nunca fueron degeneradas. Me niego a utilizar ese término, salvo en un contexto histórico. ¿Peligro real? Sí, lo hay. Un régimen autoritario puede cancelar a cualquiera. Hace 20 años escribí un ensayo, 'La censura oblicua'. Decía que ese censor es la taquilla: la gente tiene miedo de producir obras que no son conocidas por el público porque no venderían suficientes entradas. Así que eso es un tipo de censura. No es algo malo. No es que vayamos a censurar a estos compositores. Pero el efecto es el mismo, que esos compositores no se tocan. Sin embargo, por primera vez, para mi vergüenza y enojo, en los Estados Unidos, tenemos gente del movimiento MAGA [Make America Great Again], que está tratando de censurar libros. ¿Se puede censurar a la gente? ¿Se puede cancelar a la gente? Sí. Estoy muy disgustado, triste, enojado y desesperado por el resultado de las elecciones. Es un momento muy peligroso. Lamento decirlo. ¿Debería distinguirse la obra de un autor de sus opiniones o su comportamiento? Es una pregunta complicada. Para un autor y un compositor son cuestiones distintas. Porque la música no es algo específico ni de filosofía ni de política. Dicen que la música empieza donde terminan las palabras. Por eso, la filosofía o las ideas políticas personales de un compositor no afectan a su obra del mismo modo que a un autor. Surge una pregunta obvia que he hecho muchas veces: ¿cómo puede alguien como yo, que soy devoto de compositores como Zemlinsky, Braunfels, Schreker o Ullman amar la música de Wagner? Y así es. El arte de Wagner es genial. La persona era terrible, no hay duda. Debussy tampoco era tan agradable, sólo por eso. ¿Beethoven era una persona perfecta? Lo dudo. Me encanta Mozart y me imagino que era perfecto. Pero quizás no lo era. Bach no era tan bueno, creo. El nivel de la música es increíble. Por eso creo que hay que separar la obra de la persona. Está considerado como uno de los mayores expertos en la obra de Verdi y uno de sus directores más importantes. ¿Qué tiene Verdi que todavía hoy llena los teatros? Primero, buena música; segundo, buena música; tercero, buena música. Ahora bien, creo que hay una gran humanidad. Verdi tenía una capacidad muy amplia para identificar y expresar muchos aspectos del alma humana a través de su música. Un poco como Shakespeare. ¿Cómo se explica a Shakespeare? Ese hombre que parecía comprender situaciones que jamás habría visto ni vivido. Un poco como Mozart. ¿Cómo se puede explicar el genio de Mozart? La música, pero también alguien capaz de crear un 'Don Giovanni', 'Las Bodas de Fígaro', 'La flauta mágica'. Es decir, obras sublimes sobre el alma humana. Así que no hay explicación en estos casos. Si tuviera que elegir a los tres compositores sin los que no podría vivir, son Mozart, Verdi y Wagner. Hace unos años, justo antes del COVID, pasé de 500 representaciones de Verdi en mi vida. De Mozart, tengo más de 200. Si sumo todas las sinfonías y conciertos, tal vez llegue a 500. Y de Mahler, también ya tengo más de 200. Pero Verdi ha estado cerca de mí toda mi vida. Se cumple el centenario de la muerte de Puccini. Un ensayo reciente sobre la recepción de las óperas de Puccini revelaba que en su época sufrió duras críticas por no ser lo suficientemente italianas ni lo suficientemente modernas. Reproches de este calado que llegan hasta nuestros días, censurando la sencillez de su música. No hay nada simple en Puccini. Puccini es un compositor sumamente sofisticado. Puede que no te guste su música. Esa es otra historia. Pero es extremadamente meticuloso y reflexivo. Entiendo lo que podría decir un italiano: no es lo suficientemente italiano. Pero eso no es un defecto, es una muestra de lo abierto que era Puccini al resto del mundo europeo. Escuchaba a Debussy, a Stravinsky, a Wagner. Creció entendiendo a Wagner. Fue a Bayreuth cuando era joven. Preparó la primera partitura para piano de 'Los maestros cantores de Núremberg' en italiano. Entendía el sistema de leitmotiv mejor que nadie y era verdaderamente europeo, más que italiano. En cierto modo, Verdi fue un artista más universal. Era muy italiano. Iba a París porque quería triunfar, pero en realidad era él mismo. Era italiano. Y nunca cambió. ¿Escuchó a Wagner? Sí. ¿Le gustó o no? No estamos seguros. No está claro. Tomó algunas cosas de Wagner, pero básicamente seguía siendo Giuseppe Verdi. Desde 'Nabucco' hasta 'Otello' o 'Falstaff' hay una única línea. Shostakovich le dijo una vez a Britten que «Tosca es una gran ópera, pero su música es terrible». Me fascina este comentario. ¿Qué quiso decir? Quería decir que podía reconocer que la capacidad de Puccini para construir un matrimonio perfecto entre una experiencia dramática y teatral y la música era admirable. Pero no le gustaba la música. ¿Cree que Puccini manipula al oyente? Hay que ser sincero. Si se dice eso de Puccini, hay que decirlo de todos los compositores. ¿Están manipulando? ¿Qué están haciendo? Están tomando notas, poniéndolas juntas y tratando de llevar al oyente en una dirección determinada. Así que todos son manipuladores. Entonces no sé qué significa eso. ¿Qué significa eso? ¿Crees que Rossini y Donizetti, e incluso Verdi, no pensaban en el éxito y en cómo llegar a él con el público? No creo que sea justo hacer un caso singular de Puccini. A mí me encanta Puccini. Este año hice 'Turandot', que llevaba veinte años sin dirigirla, y voy a volver a dirigir 'Tosca'. Y acabo de hacer 'Madama Butterfly' en Los Ángeles. Admiro esta ópera ahora incluso más que antes. Con mi edad actual y mis experiencias en muchos sentidos, para mí la construcción de Butterfly es absolutamente genial. Hablando con un italiano muy culto en Florencia la semana pasada, me dijo: «Oh, Butterfly es mi favorita; creo que es la ópera más wagneriana de todas». Y sé lo que quiere decir con eso. Es decir, el uso consecuente de leitmotivs es extraordinario. ¿Será capaz la inteligencia artificial de componer música que valga la pena escuchar? No tengo ni idea. Ninguno de nosotros sabe qué puede esperar que haga la inteligencia artificial en nuestras vidas. Puede ser maravilloso y también puede ser muy peligroso. Pero te diré algo. Mozart escribió 41 sinfonías. Si de repente la IA pudiera escribir otras 41 sinfonías de Mozart tan buenas como las de Mozart, me alegraría. Si eso pudiera suceder... Además de director, usted ha gestionado orquestas y festivales. Va a celebrar sus 20 años al frente de la Ópera de Los Ángeles. ¿Cuál es el papel de las orquestas y los teatros en nuestras sociedades? Nuestro trabajo es preservar la literatura, la música, el repertorio, preservar la música clásica para que la gente la escuche siempre. Nosotros los occidentales, los europeos y los americanos, hemos heredado de segunda mano uno de los mayores productos culturales de la historia de la humanidad. No digo que sea el único, pero sí que es algo grandioso. Hay que preservarlo. Hay que enseñar a nuestros niños a tocar la música. Hay que animar a la mayor cantidad posible de gente a aprender a leer música o a tocar un instrumento, pero sobre todo a escuchar. Si no se interpreta música, la perderemos, o al menos la perderemos durante un tiempo. Si no fuera por los monjes que estaban en los monasterios y escribieron la historia y tradujeron la filosofía, si no fuera por los filósofos musulmanes del norte de África, podríamos haber perdido a los escritores de la Grecia antigua. Alguien tiene que seguir haciéndolo, y ese es, en mi opinión, mi trabajo, eso es realmente lo que estoy haciendo. Soy solo una personita que intenta seguir haciendo mi parte para mantener viva la música para la gente y para la próxima generación, y para la generación siguiente, porque si dejamos de hacerla, desaparecerá. Estoy seguro de que no desaparecerá, pero tenemos que hacerlo. ¿Existe una edad recomendada para acercarse a la música clásica o a la ópera? Dos años. No hay ningún niño que sea incapaz de oír, escuchar y absorber la música clásica. Si pudiera poner a todos los niños en un cubo y todo lo que oyeran fuera Bach, Brahms, Beethoven y Haydn, silbarían y cantarían todas esas cosas y lo sabrían perfectamente. Esto nunca sucederá, pero todos los niños son capaces de absorber. No existe una élite. Estoy en contra de la idea de que sea música de élite para un público de élite. Es complicado entender por qué parece así y por qué se ha convertido en eso, pero la música clásica no es de élite. La música es profunda. Habla a las emociones, al corazón humano, al cerebro. ¿Ayudaría si, por ejemplo, Netflix ofreciera ópera y música clásica, es decir, acercara el arte a través de plataformas mainstream? Por supuesto. Todo es bueno. Ojalá estuviera en la televisión de casa, fácilmente disponible, en gran cantidad. Hay algo, pero no lo suficiente. Para mí, debería ser como todo lo demás. Deberían poder verse 50 óperas. ¿Puedo hacerlo? No. ¿Tengo el poder para hacerlo? No. Pero me gustaría que Netflix y todos los demás distribuidores pudieran y quisieran hacerlo. No solo dirige, sino que participa activamente en charlas y conferencias. ¿Es necesario explicar la música además de escucharla? Sí, y sobre todo para las personas que le tienen miedo o que no tuvieron ninguna preparación en su juventud. En Estados Unidos, nuestras escuelas públicas, que no son de clase alta, daban en el pasado mucho más que las escuelas tradicionales. Después de 1980 dejaron de enseñar música. Pero a menos que expongas a los niños, no van a estar interesados cuando sean adultos. Así que tenemos un gran trabajo que hacer y, por lo tanto, me gusta hablar. Sólo lo hago en Estados Unidos porque no me siento lo suficientemente cómodo para hablar en un idioma extranjero. El tipo de charla que doy es para fomentar el interés de las personas que piensan que tienen miedo o que son ignorantes porque no saben nada, y mi enfoque es que no es necesario saber nada. Sólo hay que escuchar y estar abierto. Desde 2008 doy una charla a mi público en cada actuación en Los Ángeles. No sé cuántas habré dado. Hablo con el público durante 45 minutos y 1.000 personas vienen a vernos. La mitad del público llega temprano a las charlas, y eso es un gran logro en Los Ángeles, donde el tráfico es terrible, pero llegan temprano para escuchar estas charlas. Creo que la gente quiere conocer el contexto. Quieren ver cómo encaja en la cultura, en la sociedad, qué la hace importante hoy en día, qué fue importante para Mozart, Verdi o Wagner o incluso para Puccini o Debussy.
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