Jessica Pratt, pura magia en la cima del folk

El verano pasado, a su paso por el Primavera Sound, a Jessica Pratt le tocó compartir franja horaria con Lana del Rey, coincidencia letal que acabó eclipsando el estreno en España del fabuloso y abracadabrante 'Here In The Pitch', álbum (del año) con el que la californiana se ha coronado como reina absoluta del folk crepuscular y el ensalmo atemporal. El sábado, en su regreso a Barcelona, no hubo competencia, así que el embrujo fue total. Belleza envolvente y embriagadora, una voz que es pura emoción y unas canciones que parecen como recién llegadas de algún remoto paraíso pop. Angel Olsen en Laurel Canyon, Burt Bacharach de turismo por las playas de Brasil y Buffy Sainte-Marie en versión enigmática y esquelética. O algo así. Magia sin adulterar y entradas agotadas desde hace semanas. Un día antes, la autora de 'On Your Own Love Again' pasó por Madrid y, por lo que sea, su visita se saldó con la friolera de cero crónicas en prensa diaria. «I'm so tenderly waiting for you to come along», que dice en la deliciosamente sibilina 'Better Hate'. En el diminuto Centre Artesà Tradicionàrius, con la sala en penumbra y un silencio reverencial sólo roto por las salvas de aplausos que acompañaban a cada canción, Pratt empezó acunando suavemente 'World On a String' ( «I want to be the sunlight of the century / I want to be a vestige of our senses free», canta, dulcísima) y no tardó en abrir un agujero negro que, más que a otra década, transportaba a otra dimensión. El terciopelo rojo de 'Twin Peaks', un sanatorio para corazones heridos y algo parecido a lo que debían sentir quienes veían a Joni Mitchell en sus comienzos. El concierto, es cierto, fue inusualmente corto, tres cuartos de hora de nada, pero teniendo en cuenta que sus dos últimos discos no llegan a los veintiocho minutos, se da por hecho que el impacto de la concisión y la sublimación del viejo dicho sobre lo breve y lo bueno son también parte esencial de su propuesta. Todo suma, también el minutaje, en unos conciertos de belleza arrebatada y producción artesanal. Secundada en el escenario por un teclista, un percusionista, una bajista-guitarrista y un saxofonista la mar de discreto, la cantautora dio lustre a lo mejor de 'Here In The Pitch', más abierto al pop y al sonido Brill Building, y retrocedió hasta los días de 'Quiet Songs' y 'On Your Own Love Again' para completar una travesía con vistas al jazz y la canción otoñal. Ahí estaban, danzando bajo las sombras, el espectro de la bossanova minimalista de 'Poly Blue' y 'Get Your Head Out', y el traqueteo 'brianwilsoniano' de 'By Hook or by Crook'; los ecos de Carole King y, palabras mayores, las maravillosas 'The Last Year' y 'Life Is', folk-pop gran reserva armado a partir de guitarras hiponóticas, percusiones sutiles y voces balsámicas. Siempre a caballo entre la vigilia y el sueño, entre la gravedad folk y el candor pop, Pratt es puro misterio encarnado en una menuda cantautora de pelo alborotado. Su voz, como recién salida de la misma galaxia que un día habitó Nick Drake, sobrevuela todos los instrumentos, corona todos los arreglos, y hace cima con una precisión prodigiosa. En Barcelona, por ejemplo, atacó 'Back, Baby' y casi hubo que pellizcarse para convencerse de que alguien puediese cantar así. Lo mismo con 'On Your Own Love Again' y 'Fare Thee Well', exquisitos bises tras los que se esfumó dejando una estela de magia y emoción. Uno de los conciertos del año.

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