Siempre he dicho que José Ferrer ha sido el gran adalid de la epopeya Freixenet y yo he tenido la fortuna de acompañarle en la transformación de la empresa. Su infancia estuvo marcada por el asesinato de su padre y su hermano mayor durante la guerra civil española cuando él contaba con solo 10 años. Freixenet, que en los años 40 era el segundo productor de cava del Penedés a gran distancia del primero —Codorniú— quedó sumida en la incertidumbre. Fueron las mujeres de la familia —mi abuela, mi madre y mis tías— quienes tomaron las riendas para recuperar la empresa, mientras mi tío se formaba para hacerse cargo de la misma, lo que sucedió a finales de los años 50. Desde la dirección general de la compañía y desde presidencia a partir de 1978, José Ferrer fue un innovador que revolucionó Freixenet en todos los ámbitos. Introdujo nueva maquinaria que permitió automatizar la manipulación de las botellas de cava; impulsó originales procesos de producción, como la elaboración del vino base en depósitos de acero inoxidable o la utilización de levaduras propias para la fermentación; puso en el mercado nuevos productos —como Carta Nevada y Cordón Negro, que utilizaron por primera las botellas blanca esmerilada y negra como reclamo para los consumidores y elemento diferenciador frente a los competidores—; se apoyó en el marketing y la publicidad para consolidar la marca a través de campañas tan rompedoras como la de las famosas burbujas apoyándose en personajes de prestigio internacional; creó una sólida red comercial en toda España y, sobre todo, acometió un ambicioso proceso de internacionalización cuando nadie en el sector creía posible vender cava fuera de España. En la actualidad, la empresa produce más de 110 millones de botellas de las cuales vende en el exterior el 75%. A mediados de los años 60, mi tío me nombró director comercial. A partir de ese momento, y hasta 1999, trabajé a su lado para convertir a Freixenet en el líder mundial en la producción de vino espumoso. Su legado estuvo muy presente en los años en los que ocupé la presidencia, de 1999 hasta 2018, año en el que la familia tomó la decisión de dar entrada a un socio estratégico, el grupo alemán Oetker, que adquirió el 50,07% del capital de Freixenet. José Ferrer es una figura irrepetible que ha encarnado como nadie la fórmula de las tres «t» que conducen al éxito : talento, trabajo y tenacidad. Personalmente, pierdo a mi mentor y maestro empresarial, a la persona cuyo ejemplo y legado he intentado siempre seguir con profunda admiración. Y Cataluña y España pierden a un gran empresario. Una de esas personas que marcan la diferencia y que, con su empuje, arrojo y osadía, convierten a un productor de cava local en el líder mundial de su sector. (*) José Luis Bonet es presidente de honor de Freixenet y presidente de la Cámara de Comercio de España
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