La herencia de Riqueni se hace eterna en el Alcázar

Rafael Riqueni ha firmado noches para el recuerdo en la Bienal de Flamenco, pero la de este martes dejará para siempre un poso en la memoria. El maestro presentaba en su ciudad su última obra, 'Nerja' , una especie de cuento musical que recuerda a esos niños que descubrieron las cuevas de la localidad malagueña en 1959. Pero más allá de esas composiciones, el legado de este guitarrista será idolatrado por obras maestras como 'Herencia' o 'Parque de María Luisa' , que también estuvieron muy presentes. Abrió el concierto el alicantino Alejandro Hurtado , que debutó en la Bienal por la puerta grande. Este ofreció un recital muy breve, apenas tocó cuatro piezas, pero fueron suficientes para demostrar que por sus venas corre un gran torrente de guitarra clásica. De hecho, comenzó su impecable intervención con una 'Rondeña' de Manuel Montoya , cuya guitarra tocó en el Patio de la Montería. También hizo un homenaje a otro gran maestro, Niño Ricardo , de quien se cumple el 120 aniversario de su nacimiento. De este interpretó 'Gitanería arabesca'. Entre medio regaló a los espectadores una seguiriya y una alegría de su propia cosecha, demostrando que es también un buen compositor. Pero, sobre todo, rindió pleitesía y respeto a Riquini diciendo que «me hace mucha ilusión preludiarlo». Unos pocos minutos después salió el gran protagonista de la noche ataviado con un sobrio traje de chaqueta y una corbata roja. A partir de ahí, cualquier genialidad iba a ser posible. Los acordes melancólicos de la guitarra empezaron a sonar con 'Triste luna', pieza que ha hecho de 'Herencia' una composición imprescindible dentro del repertorio contemporáneo de la guitarra flamenca . El maestro sabe que es uno de los gigantes del arte cabal, pero su mayor genialidad se esconde bajo un aire de timidez y de modestia que lo hacen ser aún más grande. Entonces saludó al público y reconoció que es «un lujo poder tocar la guitarra en una noche tan bonita y con las cosas tan bonitas que nos ofrecen estas vistas». También recordó cómo se gestó 'Nerja': « Fue una idea de José Luis Ortiz Nuevo y de Antonio Benamargo . Hicimos una visita a Málaga y nos pareció muy bonito que unos niños descubrieran esas cuevas». Y luego incluso bromeó con las palabras estalactitas y las estalagmitas. Como hizo en su día otro gran genio de la guitarra, Paco de Lucía , Riqueni se sabe asociar a grandes músicos, lo cual hizo aún más vibrante la noche. Fue el caso de la violonchelista Gretchen Talbot , que pertenece a la plantilla de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla . Los sonidos flamencos y clásicos se fundieron y dieron como resultado piezas maestras como 'El loco', una de las composiciones más sorprendentes de 'Nerja' gracias a los juegos de escalas que evocan a la perfección el estado de la locura. El violonchelo y la guitarra sonaron igualmente en 'La glorieta de Bécquer' , que forma parte de ese ensueño que es 'Parque de María Luisa'. La noche siguió avanzando entre trémolos y falsetas con una Giralda que quiso hacerse presente regalando a los espectadores y a los músicos el sonido de sus campanas. Entonces, subieron al escenario los guitarristas Salvador Gutiérrez y Manuel de la Luz . Estos dos tocaores supieron escoltar al maestro formándose un trío lleno de camaradería. Junto a ellos, Riqueni quiso recordar a otro maestro de las seis cuerda, el Niño Miguel . Al final del espectáculo, con los atronadores aplausos del respetable, el maestro llamó al escenario a Alejandro Hurtado. Son dos generaciones del flamenco que señalan el presente, el pasado y el futuro de este noble arte.

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