Inger Enkvist no encuentra mejor forma de calificar la Segunda República que como un «thriller político». Un periodo con veinte gobiernos y sesenta ministros, más de dos mil muertes violentas, decenas de miles de heridos, miles de armas incautadas, infinidad de presos políticos y deportados, cientos de atentados, huelgas e iglesias arrasadas, intentos de golpes de Estados, escándalos financieros y más de un centenar de periódicos incautados por la censura. «Años cruciales que derivaron en desastre para desnudar a un sistema donde faltaron tanto los demócratas como los republicanos», resume la hispanista sueca. Desde el principio, Enkvist deja bien claro que su ensayo intenta no describir lo ocurrido en la República a partir del conflicto que se desató en 1936. «Muchos señalaron más tarde que la guerra se podría haber evitado, pero este texto trata, en la medida de lo posible, de evitar la trampa de leer el pasado a través del conocimiento de lo que vino después. Para ello me baso para ello en los resultados electorales, los textos legales, los discursos parlamentarios y todo el material publicado por los partidos», escribe en la introducción de 'El naufragio de la Segunda República: una democracia sin demócratas' (La Esfera de los Libros, 2024). —Para hablar de lo que usted llama el «naufragio de la Segunda República» retrocede hasta 1900. ¿Tanto hay que anticiparse para encontrar las raíces? —Como mínimo hay que mencionar el año 1917 y la Revolución Rusa, que son los principales antecedentes de los problemas posteriores del periodo republicano. Ese año la palabra «revolución» se pone de moda. Todos quieren participar en una revolución, lo que puede verse en las actividades revolucionarias de los obreros, los catalanistas y los militares. —¿Qué aporta su ensayo a los libros que se han publicado en los últimos años sobre la Segunda República? —Que me focalizo en las elecciones, la vida parlamentaria y los gobiernos. De mis estudios deduzco que los actores principales no se dejaron guiar por principios democráticos. Creo que es útil que se sepa que el desastre de la Guerra civil ocurrió por una serie de malas decisiones. —¿Por qué califica la Segunda República de «thriller político»? —Porque varios actores principales, como por ejemplo Azaña y Alcalá Zamora , no se comportan como se espera de personas que tienen los cargos que ellos tienen. No representan a los partidos socialistas, pero constantemente apoyan a la izquierda revolucionaria. El investigador que estudia las decisiones de estos dos políticos nunca sabe lo que se va a encontrar. La actuación de Alcalá Zamora en diciembre de 1935 y en enero de 1936 fue, como dice Alejandro Lerroux, inexplicable y sin disculpas. —Estos días se habla mucho de la negativa del presidente Nicolás Maduro a entregar las actas de las elecciones que le han dado vencedor en Venezuela. ¿Le recordaba algo este proceso a lo ocurrido en las elecciones de 1931 que trajeron la Segunda República? En el libro menciona que, de alguna manera, los republicanos también se negaron a entregar los resultados? —Lo que sucedió en 1931 y en 1936 no fue exactamente que se negaran a entregar las actas, sino que se impuso un nuevo gobierno antes de terminar de contar los votos. Además, las de 1931 no fueron elecciones generales, sino municipales. En 1936 hubo fraudes de todo tipo, pues no se habían contado los votos del primer turno cuando se cambió el gobierno. El segundo turno tampoco se hizo en condiciones aceptables, ya que se anularon los resultados de Granada y Cuenca y hubo maniobras en las Cortes para quitar escaños a la derecha. La comparación que se puede hacer de la Segunda República y Venezuela es que se trata de regímenes que quieren legitimarse con unas elecciones en las que no se tuvo en cuenta la voluntad del pueblo. Ambos consideraron que tenían derecho a gobernar porque sí. —Siempre se habla de un levantamiento espontáneo en 1931, pero hubo también una reunión en San Sebastián, celebrada en 1930, en la que ya se planteó una conspiración para acabar con la Monarquía. —En San Sebastián hubo un acuerdo entre un grupo de políticos de diferentes partidos para introducir una república. Se llamaban a sí mismos «revolucionarios». Prepararon un golpe militar en secreto , pero fracasaron por falta de coordinación y los líderes fueron encarcelados, aunque en unas condiciones de lujo. Lo curioso de este caso es que, en abril de 1931, los que habían fracasado como golpistas fueron los que entraron a gobernar después de haber perdido unas elecciones municipales. Es algo incomprensible, inédito, algo nunca visto. —Cuando empezó a estudiar la Segunda República en Suecia, ¿qué fue lo que más le llamó la atención? —Sin duda, el comportamiento de la izquierda al perder las elecciones de noviembre y diciembre de 1933. Se comportó como si tener una república significase que iban a gobernar siempre ellos, que la República era suya. De hecho, al ver que iba a perder el poder, Azaña intentó anular el resultado del primer turno. ¡Un líder político que pierde las elecciones intentando anular los resultados! ¡Unos partidos que pierden las elecciones y empiezan a preparar una rebelión militar para retomar el poder con las armas! Un proyecto que finalmente pusieron en marcha en octubre de 1934. —¿Algo más? —También me chocó que Largo Caballero y Prieto, que habían sido ministros de un gobierno democratico, participaron en la organización del golpe para atacar al Estado que habían servido. La única interpretación posible es que querían el poder a cualquier precio y que el respaldo democrático les daba lo mismo. —Siempre se habla del asesinato de Calvo Sotelo la causa del inicio de la Guerra Civil, pero hubo otros episodios violentos antes. —Ese asesinato fue el detonante, pero no la causa. La causa fue todo lo que sucedió durante los cinco años y tres meses que duró la Segunda República. Fue la manera en que cayó la Monarquía. Fue la quema de conventos a un mes de proclamarse la República y que no se buscase a los responsables. Fueron los atentados anarquistas, las interminables huelgas y los asesinatos. Después de la revolución de octubre, los españoles que no eran socialistas sabían que la izquierda quería imponer la dictadura del proletariado. Después de las elecciones de febrero de 1936, el gobierno apoyado en el Frente Popular empezó a detener a militares y guardias civiles que habían obedecido al gobierno y acabado con la revolución de octubre. Claramente, ya no había un Estado de derecho en España. Lo tremendo de Calvo Sotelo es que lo asesinaron policías en uniforme. El Estado mismo se había convertido en criminal. Nadie estaba a salvo. —¿Qué diferencia hay entre la violencia de la Segunda Guerra Mundial y la de los periodos anteriores? —La violencia anarquista no desapareció durante la Segunda República, pero además hubo una rebelión militar en toda regla y un aumento de la violencia callejera entre facciones opuestas. Hubo ocupaciones de fincas, huelgas revolucionarias y manifestaciones de militantes desfilando con armas. Siguieron las quemas de Iglesias y los incendios provocados en locales pertenecientes a los partidos de derecha. En la primavera de 1936, hubo motines en las cárceles. —Dígame algún aspecto positivo de la Segunda República —Lo más importante a largo plazo fue el voto de la mujer, preparado desde antes, pero aprobado finalmente durante la Segunda República.
abc.es