A los pies del barranco de Paiporta, el sonido despreocupado y rápido de un ukelele sobresale por encima de las sirenas y los motores de los vehículos que se afanan por limpiar la calle. Unos metros más allá, en la puerta de una casa baja de color rojizo, Joan, de 11 años, rasga las cuatro cuerdas sentado en una pequeña silla de mimbre durante uno de sus descansos. La casa de la familia de Joan ha corrido la misma suerte que muchas otras de la zona: el agua inundó la planta baja arrasando con todo lo que encontró a su paso. Entre los enseres que se tragó el agua se encontraba el piano familiar que solía tocar Joan. Un piano de la casa Sánchez Ferris con más de cien años de historia y que había sobrevivido a las anteriores riadas de Valencia. «Era importante y ahora ya no», sentencia.
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