Desde el pasado 11 de noviembre, los mensajes en la lucha por frenar el cambio climático se traducen en miles de millones de dólares y de fondos para frenar y adaptarse a los efectos del calentamiento global. Así es desde que el Estadio Olímpico de Bakú comenzó a recibir las primeras delegaciones de la COP29 y así será hasta pasado el 22 de noviembre, fecha en la que se prevé que se cierre la cumbre climática, luego pasará a un segundo plano. Sin embargo, la lluvia de millones prometida y alcanzada apenas llega al campo. A la capital de Azerbaiyán también han acudido los agricultores. Hace un año, sus voces ya se escucharon en las salas de reuniones y pasillos de la Expo City de Dubái (Emiratos Árabes Unidos), lugar donde se celebró la 28 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Allí, más de 160 gobiernos se comprometieron a implementar diferentes medidas con el objetivo de transformar los sistemas alimentarios. Los últimos fenómenos extremos asociados al clima han dañado cosechas del sur de África, donde una sequía «que ocurre una vez cada siglo» ha acabado con el 70% de la cosecha de Zambia. En Filipinas, las tormentas e inundaciones han dañado más de 50.000 hectáreas de tierras de cultivo en Filipinas. O más cerca, en la Comunidad Valenciana, la DANA ha causado «daños materiales incalculables en estos momentos», según COAG. «Necesitamos un acuerdo financiero ambicioso en la COP29 para salvaguardar nuestro sistema alimentario y garantizar que todos tengan lo suficiente para comer en un clima cambiante», señala Stephen Muchiri, director ejecutivo de la Federación de Agricultores de África Oriental (EAFF). Este martes los agricultores toman el micrófono en Azerbaiyán en el día dedicado a la alimentación. Sus reivindicaciones se escuchan en las salas de prensa habilitadas y también en los pasillos, pero quizá los ecos resuenan a lo lejos en las habitaciones donde los ministros de las partes continúan sus encuentros para llenar la hucha climática. «Los agricultores familiares están excluidos de la toma de decisiones y no tienen acceso directo a la financiación», revela el informe '¿Dinero bien gastado?' presentado en Bakú. El análisis, realizado por la Iniciativa Climática Harmoniya para Agricultores de la Presidencia de la COP29, revela que los dos grandes fondos para el clima -el Fondo Verde para el Clima (GCF) y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM)- solo han destinado de la partida de agricultura el 14% de la partida para estos trabajadores del campo. «Esto equivale a unos 1.3000 millones de una fracción de 365.000 millones que invierten de sus propios recursos», concluye el informe. Los investigadores han identificado múltiples barreras que impiden que las organizaciones de base accedan a los fondos, incluidos procesos de solicitud complejos y que requieren mucho tiempo. Las solicitudes de financiación del GCF requieren hasta 22 documentos de respaldo, incluida, en un caso, verificaciones de antecedentes penales de todos los empleados de las organizaciones de agricultores. Solo un tercio de los 2.600 millones de dólares que el GEF y el GCF gastaron en agricultura, pesca y silvicultura entre 2019 y 2022 se utilizaron para ayudar a los pequeños agricultores a adoptar prácticas sostenibles y resilientes al clima, a pesar de que producen el 70% de los alimentos que se consumen en África y hasta el 80% en Asia y son fundamentales para las cadenas de suministro mundiales de productos básicos como el arroz y el café. «Sus políticas restrictivas garantizan que no tengamos ningún control significativo sobre cómo nos adaptamos y construimos resiliencia climática. Este enfoque miope está frenando la lucha contra el hambre y el cambio climático«, denuncia Esther Penunia, Secretaria General de la Asociación de Agricultores Asiáticos (AFA).
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