'La madre' de Barco Pirata: un teatro para pensar

'La madre' es una obra de teatro del dramaturgo francés de moda y el más representado en la actualidad fuera del país galo, Florian Zeller. Recordemos que obtuvo un premio Oscar al mejor guion adaptado por su propia obra, 'El padre', llevada al cine, película que fue su primer largometraje como director. También obtuvo el premio Molière con ese mismo título teatral en 2014. Barco Pirata Producciones nos trae al Teatro de Rojas 'La madre', una obra laberíntica y cercana a la vez, pues casi todos somos miembros de una familia en donde la madre es uno de los pilares básicos. La pieza teatral, con ese título genérico y concreto de 'La madre', explora la complejidad de las relaciones familiares; en este caso especial la dinámica que se genera entre una madre y sus hijos. 'La madre' (2010) forma parte de una trilogía del autor sobre las relaciones familiares, junto con 'El padre' (2012) y 'El hijo' (2019); en esta obra crea uno de los personajes más aclamados de los últimos tiempos, uno de esos que cualquier buen profesional del teatro siempre quiere subir a las tablas porque lo tiene todo para lograr el éxito, si se es capaz de encarnarlo como corresponde. La estructura de la obra está construida como las piezas de un puzle. El caos mental de Ana se proyecta en la estructura fragmentaria del drama. (Creo que, si hacemos un análisis de conjunto y tenemos presente el final, la realidad y las ensoñaciones, sí podemos hablar de drama y no solo de teatro realista que relata situaciones que se dan en la familia actual). La obra se plantea como un grito desesperado de una mujer por la soledad y la tristeza en la que está sumida ante el abandono de la casa familiar de los hijos y la indiferencia del marido. La trama se centra en una mujer, madre ante todo (con diferente grado de cercanía afectiva ante cada uno de sus dos hijos), que se siente cada vez más aislada y angustiada por la falta de atención de su familia y la ausencia de vínculo emocional. Ana, que ha dedicado su gran parte de su vida a su familia, especialmente a su hijo Nicolás, se enfrenta a una profunda crisis de identidad y soledad, cuando el hijo se va de casa. A medida que la obra avanza, se van revelando sus luchas internas, sus miedos y su deseo de ser valorada y comprendida. Sin embargo, hay síntomas de que la mente no está todo lo ordenada que en un adulto de mediana edad se espera. Ana toma pastillas, siente celos de la nuera, quiere acaparar al hijo, atisba que el marido la engaña y se sume en una tristeza que la llena de zozobra. Demasiados ingredientes en la coctelera teatral. La narrativa, que no es lineal y se presenta a través de fragmentos de los pensamientos y recuerdos de Ana, situaciones oníricas a veces, crea una atmósfera de confusión y desorientación y juega con la percepción de la realidad, lo que lleva al público a cuestionar lo que es real y lo que es producto de la mente de la madre. A través de diálogos intensos y momentos de vulnerabilidad, Zeller ofrece una reflexión profunda sobre el amor, la posesión, el vacío, la soledad y la búsqueda de significado en las relaciones familiares, la lucha contra la sensación de abandono y la falta de propósito, cuando la madre (y en general todas las madres) interioriza la realidad del nido vacío, mientras intenta encontrar de nuevo su lugar en un mundo que ha cambiado drásticamente, aunque ahí siga el vínculo, más formal que amoroso ya, con el marido. La obra invita al público a empatizar con la protagonista y a reflexionar sobre el impacto de la comunicación y la conexión emocional en la vida familiar. No obstante, son muchas las lecturas posibles que se pueden hacer; sin duda, cada espectador percibe mejor aquello que se relaciona con los a priori de su experiencia; por eso es fácil que cada uno se identifique con alguna faceta de los personajes porque estos tienen mucho de nosotros en algún momento de nuestra vida. Esto es posible porque el autor expone diferentes realidades con distintas perspectivas, pero no juzga. La meticulosa dirección de Juan Carlos Fisher y la destacadísima interpretación de Aitana Sánchez-Gijón logran que esos temas candentes, como la ausencia, el olvido o la soledad, lleguen al espectador con la fuerza de un mensaje claro y un sólido argumento para la reflexión de quien sigue la representación desde la butaca del teatro. La dramaturgia ideada por el director teatral peruano Juan Carlos Fisher con esos cambios de plano en escenas que parecen repetitivas, pero que representan simbología, situaciones o estados de ánimo bien diferentes, es de una modernidad conceptual extraordinaria, de forma que, aún siendo compleja, no confunde y ofrece la posibilidad de que cada espectador saque sus propias conclusiones. Es importante señalar el importante papel dramatúrgico de la música compuesta por Joan Miquel Pérez con ese matiz inquietante sostenido que se percibe con un cierto halo de amenaza. La escenografía de Alessio Meloni es sobria, estética, simbólica, espectacular y sorprendente. Muy importante para el desarrollo de la trama. El gran muro del fondo se va aproximando a la angustiada Ana y la acorrala y asfixia. La iluminación deslumbrante de Pedro Yagüe añade una belleza potenciadora de lo que ocurre en el escenario. La interpretación de Aitana Sánchez-Gijón hay que aclamarla por su variedad de registros para expresar emociones, a la vez que muestra una capacidad excepcional para el diálogo de dicción perfecta, manejando con maestría los momentos de tensión y vulnerabilidad de su personaje, Ana. Su sensibilidad para establecer las relaciones familiares es evidente en la forma en que retrata la complejidad de los vínculos maternales y maritales, resaltando la capacidad para mostrar el sufrimiento de manera conmovedora y auténtica. Además, su empatía comunicativa con el público es notable, logrando conectar profundamente con los espectadores y transmitir la desesperación y la soledad que siente Ana tras el abandono de su hijo. He asistido a bastantes interpretaciones de esta actriz y considero esta actuación como una de las mejores de su carrera. Juan Carlos Vellido interpreta con credibilidad el papel de marido de Ana en ese momento vital, tras veinticinco años de matrimonio, en el que ya no la comprende ni se ocupa de ella; su interpretación es lineal, sin aspavientos, lo que hace que el personaje de Ana con sus altibajos, sus acciones sinuosas, sus emociones silenciosas o exaltadas, tomen mucho más protagonismo. Álex Villazón construye un personaje (Nicolás, el hijo más querido de Ana) débil de carácter que se debate entre el amor de dos mujeres: el de su novia y el de su absorbente madre; interviene con solvencia y transmite el carácter dubitativo y atormentado del personaje. Júlia Roch interpreta varios personajes, igual que los otros dos actores, y los resuelve con soltura, desparpajo y cierta gracia. En suma, un espectáculo teatral brillante que ha encandilado al público toledano que llenaba el Teatro de Rojas y que aplaudió efusivamente y con emoción el excelente trabajo producido por Barco Pirata. Título: La madre . Autor: Florian Zeller . Dirección: Juan Carlos Fisher . Intérpretes: Aitana Sánchez-Gijón , Juan Carlos Vellido , Álex Villazán , Júlia Roch . Composición musical: Joan Miquel Pérez . Escenografía: Alessio Meloni . Vestuario: Elda Noriega . Iluminación: Pedro Yagü e. Producción: Barco Pirat a y Producciones Rokambolescas . Escenario: Teatro de Rojas .

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