La mentira de los países con más esperanza de vida que llevamos años tragándonos

Los premios Ig Nobel son la risa de la ciencia, una parodia de los Nobel de verdad que cada año destaca trabajos aparentemente absurdos, ridículos o hilarantes. El mejor ejemplo son algunos de los galardones de este año, concedidos hace unos días: un estudio japonés sobre mamíferos que pueden respirar por el ano, otro sobre cómo nadan las truchas muertas o una investigación sobre el azar para la que se lanzó una moneda 350.757 veces y concluyó que el 51% de las ocasiones caía del mismo lado que tenía al arrojarla al aire.

Sin embargo, el lema de los Ig Nobel avisa de que su trasfondo es más serio de lo que parece: "Primero hacen reír, y luego pensar", aseguran, algo que se cumple más que nunca con otro de los trabajos premiados en esta edición. Saul Justin Newman, del Departamento de Salud de la Población de la Universidad de Oxford (Reino Unido) ha sido galardonado por un estudio en el que explica que gran parte de los datos sobre longevidad de las zonas del mundo identificadas como lugares con más personas centenarias son falsos.

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Esas estadísticas dieron lugar al concepto de “zonas azules”, popularizado a principios de este siglo por el investigador Dan Buettner, que identificó cinco localizaciones con especial abundancia de personas que superaban los 100 años en Japón, Italia, Grecia, EEUU y Costa Rica. Supuestamente, en estos lugares deberían servir de referencia para analizar qué estilos de vida eran más saludables. Desde entonces, numerosos investigadores de diversas disciplinas han centrado su trabajo en estas poblaciones, especulando con la posibilidad de que el consumo masivo de pescado en la isla de Okinawa (Japón) o el de lácteos en Cerdeña (Italia) fueran la receta mágica para vivir más tiempo.

Datos que no cuadran

Sin embargo, Newman revisa todos los datos y desmonta la idea de raíz, al poner en cuestión que haya más centenarios en estos lugares. Las evidencias que ofrece son demoledoras. Según explica, el propio Gobierno japonés descubrió en 2010 que el 82% de las personas que figuraban como mayores de 100 años estaban muertas y no se había registrado correctamente su defunción. Para colmo, los estudios sobre nutrición muestran que Okinawa tiene una de las peores dietas del país, al incluir mucho alcohol y poca verdura, con lo cual, dato que difícilmente encaja con la supuesta longevidad extraordinaria de la isla.

Anciano en Japon. (EFE)

En Europa, el investigador de Oxford echa mano de los datos de Eurostat, totalmente contradictorios con la idea de zonas azules que se ha popularizado: en cuanto a esperanza de vida, Cerdeña ocupa el puesto 51 entre 128 regiones del continente; e Icaria, en Grecia (otra zona azul), el 109. En el caso de los centenarios griegos, calcula que el 72% de los centenarios habían fallecido o eran casos de fraude en las pensiones, ya que las autoridades detectaron que más de 9.000 personas registradas como mayores de 100 años en realidad habían fallecido, pero seguían cobrando su paga. Quizá a algunos familiares no les interesaba comunicar la defunción por este motivo. En EEUU, el problema está los certificados de nacimiento: entre 500 personas supuestamente centenarias, solo siete disponían de un documento que lo probaba.

Newman explica que, en conjunto, ha revisado el 80% de los casos de mayores de 110 años declarados en el mundo y, en su inmensa mayoría carecen de la documentación básica que acredite su edad. Curiosamente, a pesar de las evidencias de que una buena posición económica repercute en más salud y en mayor calidad de vida, muchas de las zonas señaladas como más longevas resultan ser las más deprimidas social y económicamente en sus respectivos países. Por lo tanto, argumenta el autor, los datos que recogen son menos fiables y, a la vez, tienen más incentivos para tratar de defraudar al sistema de pensiones.

Ganaderos de Cerdeña protestan en Roma. (EFE)

En definitiva, errores administrativos, negligencias y fraudes han alimentado la idea de que existen zonas del mundo más propensas a albergar personas centenarias y de las cuales, supuestamente, tendríamos que copiar estilos de vida. El problema es que el concepto de “zona azul” sigue siendo una referencia para los estudios demográficos y de longevidad. ¿Cómo es posible? El autor critica a los demógrafos que, contra las pruebas que presenta, siguen asegurando que es imposible que se produzcan errores masivos tan frecuentes.

La investigación de Newman es un preprint (un documento sin revisión por pares) subido a la plataforma bioRxiv desde 2019. Según el científico de Oxford, ha intentado publicarlo en revistas prestigiosas repetidamente, pero siempre es rechazado con excusas poco serias. Incluso denuncia presiones contra su grupo de investigación. Hace años, en trabajos que sí fueron publicados, llegó a demostrar que algunas investigaciones sobre esta cuestión que vieron la luz en Nature y Science contenían errores, pero hasta ahora ningún editor científico ha dado luz verde a este análisis global.

Homenaje a una mujer longeva. (EFE)

Un edificio con pies de barro

Guillermo López Lluch, investigador del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo (CABD) y uno de los mayores expertos españoles en envejecimiento, asegura que Newman, al menos, “tiene parte de razón”. Según explica en declaraciones a El Confidencial, muchos de los datos que recopila el ganador del Ig Nobel ya se habían puesto en cuestión hace tiempo a la hora de juzgar los estudios sobre centenarios, especialmente, cuestiones como los registros de nacimiento y defunción.

Los investigadores que profundizan en este tema, saben que, en realidad, “las personas que llegan a centenarias se reparten por todo el mundo”, porque “es una cuestión de suerte, de no sufrir accidentes o infecciones; además está el componente de la genética; y los hábitos de vida saludables, como la falta de estrés y la buena alimentación”. No obstante, algunos de los ejemplos clásicos sobre poblaciones longevas se repiten sin cesar: “Voy a tener que cambiar mis clases”, reconoce. De todos modos, López Lluch distingue entre unos casos y otros. Por ejemplo, defiende la validez del ejemplo de Loma Linda (California, EEUU), un lugar famoso por su población longeva unida a una dieta vegetariana y que está bien estudiado. De hecho, las evidencias sobre hábitos de vida que son saludables son mucho más robustas que las endebles estadísticas de las zonas azules de Buettner.

Residencia de ancianos. (EFE)

Desde el punto de vista de la metodología científica, el problema va más allá y cuestiona el uso de datos poblacionales y la interpretación que a veces se realiza de ellos. En el caso de las personas centenarias, “¿qué porcentaje de población que llegue a esta edad consideramos alto, un 5%, un 10%?”, se pregunta López Lluch. Está claro que “a centenarios no vamos a llegar todos” y, de hecho, desde el punto de vista estadístico algunas variaciones en el número de individuos que alcanzan esa edad podría ser relativamente insignificante.

La revisión y la crítica, parte del sistema científico

¿Cómo es posible que el mito de las zonas azules permanezca sin que un análisis serio y global como el de Newman haya calado en la comunidad científica? Por una parte, “hay muchas cosas que no se estudian de manera sistemática por falta de gente”, asegura el experto español. Por otra, algunas de las interpretaciones que más calan pueden ser las más simples y estar completamente sesgadas. “Es como si vamos a un pueblo cuya población está envejecida a causa de la migración a la ciudad y concluimos que en las zonas rurales se vive mejor porque hay más personas que llegan a mayores”, apunta.

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En este caso concreto, hay que tener en cuenta que “se puso muy de moda en los años 2000 el efecto del ambiente en la longevidad, pero los demógrafos ya saben que hay un montón de agujeros”. Por eso, el concepto de zonas azules, aunque aún es muy popular en los medios de comunicación y sigue siendo citado en muchos estudios y proyectos, “se ha ido difuminando un poco”. Los estudios serios sobre población centenaria ya son más locales y están enfocados hacia disciplinas como la genética y la bioquímica. Según el experto del CABD, afortunadamente, el sistema científico tiene la capacidad de ir corrigiéndose a sí mismo, revisando y cuestionando lo anterior. En ese sentido, “es importante huir de lo exagerado y no decir que por vivir en Okinawa vas a vivir más tiempo”.

En consonancia con el galardón obtenido, el investigador de la Universidad de Oxford no pierde el sentido del humor con respecto a este tema. En una entrevista publicada en The Conversation le preguntan si, tras ganar el Ig Nobel con un asunto tan serio, la comunidad científica le hará caso y empezará a corregir todos los errores que asume con respecto a la longevidad. Newman responde: “Conseguiré que alguien finja que sigo viva hasta que eso cambie”.

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