Si alguien que llevase una vida de ermitaño, desconectado de absolutamente todo, hubiese decidido echar un vistazo al mundo hace un par de semanas, podría haber pensado que Donald J. Trump había escogido a Elon Musk como vicepresidente y no a JD Vance en su carrera por conquistar la Casa Blanca por segunda vez. El hombre más rico del mundo apostó todo al rojo y ha sido uno de los rostros más relevantes en la arena política estadounidense. Ha protagonizado decenas de apariciones en mítines, ha donado 118 millones a la campaña republicana e incluso llegó a organizar una pseudo-lotería para que no quedase ni un solo votante conservador sin registrarse en los estados clave.
En el camino también le acusan de haber convertido la red social antes conocida como Twitter, que adquirió en 2022 por 44.000 millones de dólares, en una enorme cámara de eco para potenciar los mensajes y consignas más radicales del ahora presidente electo. La euforia de Musk, quien compartió la noche electoral con Trump, ha quedado perfectamente reflejada en las últimas horas en su perfil de X, donde dejó varias perlas desde el momento en el que se confirmó que el partido del elefante tenía atada su victoria frente al del burro.
Primero, Musk publicó una foto de uno de los cohetes de SpaceX despegando, acompañada del mensaje: “El futuro va a ser fantástico”. Poco después, publicó un montaje donde se le veía entrando en el Despacho Oval con un lavabo entre las manos. La imagen recordaba el momento en el que cerró la compra de Twitter y se presentó en la recepción de la empresa, dejando claro que era el nuevo jefe. Hubo incontables de entusiasmo por parte del otro gran ganador de la noche electoral, al que más de uno ven como uno de los nombres que Trump escogerá para dirigir el país los próximos 4 años.
Let that sink in pic.twitter.com/XvYFtDrhRm
— Elon Musk (@elonmusk) November 6, 2024Un matrimonio más allá de lo ideológico
Precisamente, la compra de la red social y la posterior gestión de la compañía es uno de los muchos elementos que ayuda a entender los lazos de una pareja política, la de Trump y Musk, que nació de un odio visceral y cuya reconciliación se gestó una noche del pasado verano en una entrevista que el magnate hizo al republicano en los espacios de voz de X. Este encuentro virtual, convertido en un masaje a cuatro manos, supuso el sí, quiero de una alianza que va a marcar, sin lugar a dudas, la segunda venida presidencial de Trump.
Los motivos para la unión van más allá de lo puramente ideológico, aunque eso tiene un peso importante. Elon Musk es uno de los detractores más notorios de la corriente y la cultura woke, a la que acusa de ser “un virus que mató” a su hijo Xavier Alexander, quien ahora tiene 20 años, se llama Vivian Wilson y ha cambiado de sexo. Pero, como en casi todo matrimonio bien avenido, lo económico tiene mucho que decir. El magnate de origen sudafricano espera que su respaldo y su activismo político le ayuden a despejar algunos de los retos y allanen el camino a Tesla y SpaceX, las joyas de la corona de su imperio empresarial. En caso de que Musk colabore o sea parte de la nueva Administración, es probable que se produzca un conflicto de intereses.
Vista de uno de los lanzamientos de SpaceX. (Reuters)Es evidente que Musk ha instrumentalizado todo su entramado empresarial y su influencia para entrar en el círculo más próximo a Donald Trump. Se ha acercado tanto que ya es capaz de susurrarle al oído. Para los que se pregunten qué puede obtener a cambio, la lista es larga: desde nuevos contratos para SpaceX o fondos públicos para sus planes de llegar a Marte hasta nuevas normas en materia laboral o ambiental, pasando por jugosas exenciones fiscales y limitaciones que ayuden a Tesla a frenar el avance del coche eléctrico chino. “Son extremadamente buenos. Si no les ponemos barreras comerciales, van a derribar a todos los fabricantes de coches”, ha dicho el empresario en múltiples ocasiones, pidiendo límites similares a los que recientemente ha aprobado la Unión Europea.
¿Un ministerio de la eficiencia para Musk?
La palabra clave es eficiencia. Los republicanos lo han repetido hasta la saciedad. Incluso Trump insinuó que Musk podría ser algo así como su secretario de eficiencia. Ambos comparten la visión de que la Administración pública se ha convertido en un enorme mastodonte, lastrado por la burocracia y la presión impositiva. El propio Musk ha hablado abiertamente en algunos mítines de esa supuesta cartera. “Vamos a sacar al gobierno de vuestros bolsillos”, gritó en el mitin que los republicanos celebraron en el Madison Square Garden de Nueva York en el tramo final de la campaña.
“Vuestro dinero se está desperdiciando. El Departamento de Eficiencia Gubernamental va a solucionarlo”, añadió. Musk ha hablado abiertamente de sus planes, tanto en Twitter como en llamadas de resultados con los accionistas de sus empresas y en actos de campaña. Según él, este ministerio debería reducir el presupuesto federal por una cantidad superior a la que manejan Defensa, Educación y Seguridad Nacional, eliminando organismos y funcionarios.
Foto: Reuters.Algunos republicanos han abrazado esta idea en público. En una entrevista, Vivek Ramaswamy, candidato en las primarias del partido, sugirió que el presidente electo debería reducir hasta un 75% de los funcionarios. En octubre de 2020, Trump dejó sin prestaciones y protecciones laborales a más de 50.000 trabajadores federales, lo que facilitaba su despido. Aquella orden gubernamental decayó cuando Biden tomó el mando, pero en los últimos días se ha especulado con que podría reactivarse para adelgazar el exceso de funcionarios.
Ramaswamy puso como ejemplo la purga que Musk realizó al comprar Twitter, despidiendo a 8 de cada 10 empleados en medio año y argumentando que la empresa estaba sobredimensionada. Aunque muchos auguraron un colapso de la plataforma, este no ocurrió. Por eso, la referencia de Ramaswamy a la eficiencia de Musk tiene resonancia entre algunos círculos conservadores. Sin embargo, este enfoque tiene una cara B: una empresa con finanzas problemáticas, en conflicto con los anunciantes y con un modelo de suscripción dudoso. Además, Musk aún tiene que amortizar los 44.000 millones de dólares de la compra.
Un 'win-win' para Trump y Musk
El papel definitivo que jugará el empresario aún no está claro. Así como Trump lo ungió como posible secretario de eficiencia, también dijo que no lo quería en su gabinete. Sea cual sea su rol, esta colaboración parece que va a ser examinada con lupa, ya que cualquier medida que beneficie directa o indirectamente a Tesla, SpaceX o The Boring Company podría ser impugnada ante la justicia.
También está la faceta geopolítica. Tesla depende de China, tanto para ventas como para su cadena de suministro. Musk no ha dudado en hacer guiños a Xi Jinping; en una visita al país asiático, llegó a hablar de Taiwán como una “parte integral” de China. Esta actitud contradice la postura de Washington, que suele expresar apoyo a Taipéi, en parte debido a la importancia de la isla en la industria de los semiconductores. La preocupación en los círculos políticos no se centra tanto en el aspecto diplomático, sino en que la buena relación de Musk con China suponga una fuga en la estrategia para que el gigante asiático no acceda a tecnología de vanguardia. Una campaña que se prevé que se intensifique en el segundo mandato de Trump, después de que en el primero se cobrase la cabeza de Huawei con una batería histórica de medidas y restricciones comerciales que Biden acabó manteniendo.
Donald Trump, en la noche electoral. (Reuters)Trump también ha obtenido otros beneficios más allá de la ingente cantidad que Musk ha donado a su campaña. Es de sobra conocida la guerra que mantiene Trump con los medios tradicionales y con redes sociales como Facebook. En su momento, Twitter también era parte de esa batalla. Pero con la compra de la plataforma y su metamorfosis a X, esta cambió de bando. Trump terminó teniendo a su servicio un altavoz con el que amplificar sus mensajes y colocarlos en un lugar privilegiado, gracias a un algoritmo alterado para mostrar con más frecuencia mensajes como los del propio Musk.
Aquí se produce una paradoja interesante. Estados Unidos libra una batalla contra TikTok, acusándola de ser un tentáculo de Pekín para influir a nivel global. En teoría, si nada cambia, la prohibición de la app ha sido aprobada y entrará en vigor el último día de la era Biden. En su primera legislatura, Trump casi forzó la venta de la rama estadounidense de la red social. Si Musk entra en el Ejecutivo, no solo existirían lazos entre el gobierno y una plataforma como X, sino que su dueño estaría directamente en la mesa de mando.
La última gran cuestión es el futuro a largo plazo de Musk. “Ha nacido una estrella”, exclamó Trump en la comparecencia tras ser declarado ganador de las elecciones. No se refería a ninguna estrella de los negocios, sino al capital político de Musk. “Mis ambiciones solo acaban de empezar”, ha afirmado el empresario. El montaje suyo entrando en el despacho oval puede ser un chiste o una declaración de intenciones. Habrá que ver cómo gestiona el presidente la relación con el otro ganador de la noche y en qué se traduce todo el apoyo brindando por Musk al republicano. De momento, ya ha recogido sus frutos: las acciones de Tesla se dispararon un 15%.
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