Tiene esa primera nieve en Navacerrada un perfume que huele sin oler, y sin embargo, como una madalena de Proust, nos lleva a lo antiguo y a la fascinación que a los que nacimos en el Mediterráneo nos provocaba la pureza de los pinares tras el nevazo. Cuando en un Ford Fiesta de los viejos subíamos a resbalarnos en bolsas de basura como si fueran trineos de una novela de Tolstoi en el corazón del severo Sistema Central; sería en aquella época en que el mundo era un poco más serio. Las nieves de antaño que cantó Villon y que ahora son novedad cuando en la sierra la nieve es una invitada que llega tarde, mal, y breve. Cuando la... Ver Más
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