La Rambla y Montalbán, la calma bajo la nube del virus del Nilo

Los jubilados que han salido a aprovechar con un paseo el fresco de la mañana en La Rambla quizá se queden con las ganas de sentarse al lado de los árboles de los Jardines de Andalucía . En el paisaje amarillo de la Campiña las muchas décadas de vida del parque lo han convertido en un bosque en que las ramas de unos y otros se van entrelazando hasta formar largos pasillos de sombra , una especie de oasis en un lugar que vive acostumbrado a otras cosas. En estos días de septiembre los Jardines de Andalucía están cerrados por todas las puertas y los que lo echan de menos se asoman hasta las rejas encuentran vacíos los estanques por los que corría el agua. La hospitalaria villa alfarera le cierra así la puerta al invitado que nunca habría querido: el mosquito que transmite el virus del Nilo y que mantiene a una de sus habitantes ingresada en el hospital Reina Sofía , aunque con el pronóstico de que se va recuperando. Cualquier enfermedad nueva y algo desconocida, y más si llega a través de un insecto que pica sin apenas verse puede crear inquietud, pero en la mañana de final de verano La Rambla es un lugar tranquilo. Todo el mundo sabe lo que sucede, pero a pocos condiciona. Es un día de mercadillo y al lado del recinto ferial hay un grupo de personas que disfrutan del desayuno al aire libre. «A mí no me asusta, como tampoco lo hizo el Covid», cuenta Conchi Polonio, quien sin embargo sí que concede que puede haber «algo de preocupación». Casi todos los habitantes de La Rambla, algo más de 7.500, conocen lo que ha sucedido y Conchi Polonio lo sabe de primera mano: «Conozco a la mujer que está enferma , porque fue conmigo al colegio». Las precauciones pasan por lo más básico como los repelentes y las mosquiteras, que en su caso no son una novedad, porque las tiene todo el año. El resto es la vida normal, porque el Ayuntamiento ha fumigado los parques y vaciado los sitios de agua estancada , que es donde el mosquito puede vivir y procrear. Ahí estaría el peligro. Algunos vecinos señalan unas cuantas fuentes, ya a unos cuantos kilómetros del casco urbano. La farmacéutica Susana Aguilar ha tenido que escuchar y hablar mucho del virus del Nilo en su establecimiento. «He pedido una mesa remesa de repelentes contra los mosquitos. De todas las clases, entre niños y adultos», dice. Por allí se han pasado muchas personas que han oído hablar del famoso virus y han pedido tantos productos que ha tenido que pedir un poco más. Los que lo hacen, explica, son de todas clases, desde niños y mayores hasta la gente del campo, porque en la agricultura se trabaja al aire libre y están acostumbrados a los mosquitos. Sus pacientes habituales están divididos: «Hay gente que se asusta y otros dicen que no lo están, pero siempre puede haber algunos más aprensivos , que vienen cuando apenas se notan una picadura ». Por si acaso los repelentes, que no dejan de ser los mismos de todos los años, ya están listos y a la espera de quien los pida, porque, como recuerda, los mosquitos forman parte de los veranos de La Rambla. Otra cosa que lleven el famoso virus del Nilo Occidental. «Ha habido veranos con muchas picaduras, pero este verano hasta el momento estaba siendo tranquilo», relata. El Ayuntamiento se abre en la plaza de la Constitución, que también está cambiada. Hay un monumento que recuerda la Liga de La Rambla, una alianza de municipios andaluces que apoyó al emperador Carlos V en la rebelión de los Comuneros , y a su alrededor había una fuente con agua que ahora está vacía, y que los operarios limpian. No hay que dejar ningún lugar en que los mosquitos que transmiten la enfermedad puedan crecer. El alcalde, Jorge Jiménez , cuenta cómo se tomaron medidas desde el primer momento y se publicaron a través de un bando. La Consejería de Salud de la Junta de Andalucía indicó una serie de medidas, como cortar el agua de las fuentes y fumigar, y eso se han hecho, porque en la madrugada del miércoles hubo operarios con productos que matan a los insectos. «Lo que se aconseja es fumigar durante cuatro semanas seguidas y después de forma quincenal», resume. Los alcaldes de lugares pequeños están al pie de la calle y constata lo que han dicho y seguirán diciendo los rambleños: «La gente está bien y parece que en el pueblo no hay ninguna alarma ». Hay que tener cuidado con las piscinas particulares, pero si alguno ha notado que el agua se ha puesto verde, y con ello puede facilitar el crecimiento de pequeños organismo, llega al Ayuntamiento y lo dice. Sigue el caso de la mujer hospitalizada, sabe que ya puede comunicarse con su familia y, como el resto de vecinos, espera el momento en que reciba el alta. No es La Rambla un lugar con río, y los arroyos que circularon en otro tiempo, esta vez no tienen agua entre la sequía y el duro verano. El Ayuntamiento vigila las aguas fecales e insiste en las mosquiteras para que la gente esté tranquila en sus casas. En la misma plaza de la Constitución hay dos personas mayores que disfrutan de la mañana y uno de ellos confiesa que ni siquiera ha oído hablas del virus del Nilo Occidental. En la conversación tercia una mujer, que prefiere no decir su nombre, pero que asegura que la situación es «normal», porque los repelentes deben tenerlos a mano todo el verano contra los mosquitos, sean o no de la enfermedad que ya se ha hecho famosa. No se nota tampoco una actividad fuera de lo normal en el centro de salud , donde no dejan de acudir los pacientes con sus consultas de siempre. «Ni siquiera veo demasiado la televisión y no sé nada sobre el virus del Nilo. Lo único que me preocupa es mi hijo», dice una mujer con un niño pequeño que en ese momento se levanta al ver abrirse la puerta de la médico a la que espera. «Ni me he estremecido, ya puede venir lo que quiera, que ya habíamos pasado por el Covid », dice Ángel Expósito Doblas mientras espera el momento de pasar por la consulta. Y él es precisamente quien más tiene que temer, porque es de esas personas que, sin saber por qué, tiene que convivir con las picaduras de los insectos más que los demás, que viven sin apenas conocerlos: «A mi mujer le pican todos los mosquitos, pero a mí ninguno». Lo que cuentan los vecinos de La Rambla se puede interpretar como que ven al virus del Nilo como una nube de verano , quizá algo más gris e inquietante que las de evolución, pero a la que tampoco hay que tener demasiado miedo. Las nubes pueden, eso sí, ser grandes, y la que ahora acecha sin asustar tanto se extiende tres kilómetros al suroeste, hasta Montalbán de Córdoba, apenas a unos minutos por una carretera entre olivos y polígonos industriales. Si en La Rambla no hay más que algo de preocupación, en Montalbán sienten que es algo que no pasa allí. Y lo cierto es que algo hay: el nombre del pueblo ha sonado en todos los informes de la Consejería de Salud que han detectado no ya la presencia de las personas que han contraído la enfermedad por la picadura, sino por la presencia del mosquito en lo análisis que se hacen del agua. No hay más que eso y algunas llamadas a la precaución. Montalbán está tranquila al mediodía, cuando trabajadoras del servicio de atención a domicilio acompañan a personas mayores en el paseo. Conversan en la plaza de Andalucía , a pocos metros del Ayuntamiento y de la parroquia de Santa María de Gracia, un templo moderno que sustituyó a la iglesia antigua cuando se arruinó. «Aquí no hay casos», dice María José Marín, una de las mujeres que conversa, que constata que no hay miedo entre la población. Como los demás, y más si tiene contacto con personas mayores, ha escuchado las instrucciones, como evitar los charcos en los que pueda acumularse el agua, utilizar ropa de manga larga en lo posible y usar repelente para los mosquitos. El alcalde, Miguel Ruz, insiste en que es la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía la que tiene que tomar medidas, porque la competencia es suya, y el Ayuntamiento lo que hace es transmitirlo a los ciudadanos. «Hay un plan de protección contra el virus del Nilo, y a partir de ahí el Ayuntamiento y la Policía Local hacen recomendaciones», explica. Y es lo que saben todos los vecinos, desde evitar los charcos hasta renovar el agua de los animales en las explotaciones ganaderas. «Todo con completa normalidad y naturalidad», remata. Y lo cierto es que los habitantes de Montalbán le dan la razón. La gente, por lo demás, hace su vida con normalidad completa. Pasó el verano con la Feria y sus actividades, estuvo abierta la piscina municipal , que ya llegó a su natural fin de temporada en septiembre, y los montalbeños sólo han sabido que hay un mosquito que transmite la enfermedad cuando ha informado la Consejería de Salud. En un día laborable quienes más se dejan ver conforme llega el mediodía son las personas mayores, que disfrutan de una partida o de un rato con los amigos. Hay bastante ambiente en la Peña Cultural Flamenca Manolo Caracol , una de las que tiene más solera en la provincia de Córdoba. Su presidente, Paco Bascón , muestra orgulloso las instalaciones y el salón donde pueden entrar casi dos centenares de personas y atiende mientras charla con quienes acuden a tomar una copa de vino o jugar al dominó. La preocupación no es demasiado alta, y eso lo constata. Juan Chanfrut Ruz cuenta que «habrá quien sí y quien no esté preocupado , pero lo más normal es que no». Los chorros que salían en la plaza de Andalucía ya no están, por ejemplo, y él lleva a una fuente algo alejada, donde sí hay algo de verdina , pero Montalbán está en calma, quizá a la espera de que el calor y la humedad de septiembre se marchen y con ellos se aleje una nube a la que por lo demás nadie mira tanto.

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