La reforma del Reglamento de la Ley de Extranjería aprobada este martes por el Consejo de Ministros - que supondrá, en tres años, la regularización de más de un millón de personas en situación irregular, según cálculos conservadores- coincide con el momento en el que España sufre la mayor presión migratoria de su historia, tal como reflejan desde hace tiempo las estadísticas del Ministerio del Interior. En su último balance, que recoge los datos hasta el pasado día 15, se informa que desde el 1 de enero habían llegado a España de forma irregular 54.216 personas, 7.405 más que el año anterior, cuando ya hubo cifras récord. Eso supone un aumento del 15,8 por ciento. Particularmente tensa es la situación en Canarias , donde hasta ese mismo día habían arribado por vía marítima; es decir, en cayucos, 39.713 personas, 7.500 más que en 2023, lo que supone una subida del 23,3 por ciento. Las autoridades del archipiélago llevan mucho tiempo lanzando un SOS porque sus servicios de acogida se ven superados por esa avalancha, una situación que se vuelve dramática en el caso de los menores no acompañados. Las cifras son mejores en lo que se refiere a las llegadas por mar a la Península y Baleares, con un descenso superior al 8 por ciento. Fuentes de la lucha contra la inmigración consultadas por ABC no discuten sobre la necesidad o no de adoptar decisiones como la reforma del Reglamento de Extranjería , pero alertan de que hay que ser muy cauto porque junto a los indudables beneficios que se pueden derivar de ella hay que ponderar lo que supone para la lucha contra las mafias que trafican con seres humanos. « Que nadie se engañe . Noticias como las de este martes suponen un efecto llamada que es inevitable, porque cada regularización supone el éxito de la persona afectada y a la vez anima a que sus conocidos lo intenten, porque saben que tienen ahora más posibilidades de conseguirlo también», dicen los expertos. «Este es un fenómeno que nadie va a parar -añaden con más realismo que pesimismo esas fuentes- porque hay millones de jóvenes en África y otras zonas del mundo que no tienen trabajo ni futuro. Para ellos el fracaso es no intentarlo, pero si tienen dudas y les llega información de que en España hay una reforma que va a permitir más de un millón de regularizaciones, se le disipan de inmediato». En este asunto, insisten, caben distintas visiones, pero lo que no hay es margen para los análisis buenistas que acaban chocando con la realidad. « Claro que lo ideal es que vengan con trabajo , de forma controlada; pero la realidad es la que es y España no la puede cambiar en solitario. Nos llevamos las manos a la cabeza con las miles de muertes que hay en la ruta atlántica, la que llega a Canarias y que es la que directamente nos afecta, pero ese espanto, lógico, no va a mejorar las cosas». «La cooperación internacional, con fuertes inversiones en los países de origen y la lucha implacable contra las mafias que trafican con seres humanos es la receta, pero tampoco es fácil ponerla en marcha -concluyen las fuentes consultadas-. Hace falta voluntad política y, no lo olvidemos, tampoco es fácil trabajar con países en los que apenas hay un Estado reconocible».
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