La rehabilitación del Pueblo Canario descubre pavimento de finales del siglo XIX

Los trabajos están permitiendo recuperar gran parte de la madera original, así como adaptar el edificio a la accesibilidad con una plataforma de acceso y la alineación del suelo de las tres naves a la misma cota

La alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria, Carolina Darias, ha visitado este martes la rehabilitación de la ermita de Santa Catalina, ubicada en el Pueblo Canario, en cuyo interior se ha hallado pavimento antiguo que data de finales del siglo XIX o principios del XX. Estos trabajos están permitiendo recuperar gran parte de la madera original, así como adaptar el edificio a la accesibilidad con una plataforma de acceso y la alineación del suelo de las tres naves a la misma cota.

Darias, quien ha estado acompañada por el concejal de Planificación, Desarrollo Urbano y Vivienda, Mauricio Roque, ha indicado que “se trata de una obra muy querida, muy ansiada, de la que estamos con ganas de que por fin podamos disponer de este espacio” para la celebración de bodas civiles.

La alcaldesa ha recalcado que los técnicos municipales están trabajando “con mucho cuidado y con mucho mimo” en el templo dado que se trata de un Bien de Interés Cultural (BIC). “Es una obra tremendamente laboriosa en la que, además, han surgido algunos factores sorpresa como el descubrimiento del pavimento en la nave principal, que estaba 30 centímetros por debajo del suelo principal y que data de finales del siglo XIX, principios del XX”.

Esta actuación, que se encuentra en su fase final, contempla mejoras de la accesibilidad, las construcciones de cubiertas, las rehabilitaciones de muros, carpinterías, pavimentos y aplacados, así como la renovación de las instalaciones de saneamiento, electricidad y telecomunicaciones.

Durante los trabajos de excavación en la nave central para proceder a la impermeabilización y canalización de las instalaciones, la empresa adjudicataria localizó a unos 30 centímetros del piso existente un antiguo pavimento que estaba sepultado.

El suelo exhumado en la nave central, prefabricado de hormigón con polvillo de cantería (aparentemente de piedra) de formato 50x25x15 centímetros, data de finales del siglo XIX o principios del XX. Por su valor patrimonial, los técnicos municipales procedieron a la recuperación del mismo. Ocupa una superficie de 36 metros cuadrados de un total de 68 de superficie que tiene esta nave. Esta modificación motivó que se retirara el piso existente, rebajando así la cota en esos 30 centímetros.

La intervención en el edificio, declarado BIC en 2013, continuó en la nave norte donde, durante otra excavación, se localizó otro pavimento preexistente prefabricado de hormigón a unos 49 cms del nivel existente y formato 42,5x42,5x3 centímetros y que, asimismo, está siendo recuperado por el personal de la empresa adjudicataria. Ambos pavimentos se encuentran al mismo nivel, señal que corrobora que pudieron pertenecer a un mismo momento histórico. Durante estas tareas, se retiró el antiguo pavimento, que fue reutilizado en la nave sur.

Estos hallazgos hicieron que se tuviera que modificar la climatización de la ermita, que en un principio iba a ir enterrada pero que, tras rebajar el nivel del piso central, se reubicó su nuevo trazado por la cubierta y a través de dos zócalos situado a ambos laterales de la nave central.

Reconstrucción de la madera

Otra de las actuaciones desarrolladas en el templo es la reconstrucción de la madera de tea de la cubierta, puertas y ventanas. Esta intervención ha requerido de un trabajo pormenorizado realizado por un ebanista especializado en el tratamiento de este tipo de madera debido al evidente deterioro que presentaba por el paso del tiempo.

Esta restauración ha permitido recuperar la gran mayoría de las vigas del tejado, así como las ventanas, los marcos y las puertas, que tuvieron que ser ampliadas de tamaño para así adaptarlas a los antiguos pisos localizados durante las excavaciones.

Con estas obras, la ermita contará con un suelo unificado en un mismo plano en las tres naves, que garantiza la accesibilidad en su interior. Asimismo, se está procediendo a la construcción de una plataforma de acceso desde el exterior y un aseo adaptado para personas con movilidad reducida, haciendo así el edificio más inclusivo.

El proyecto, que cuenta con una inversión total de 437.950 euros, se encuentra en su fase final y está previsto que esté concluida durante los próximos meses.

Murales de Jesús Arencibia

Según diversas fuentes, la construcción de la primitiva ermita de Santa Catalina dataría del siglo XIV, alrededor de 1356, por frailes mallorquines, tal como recoge el Decreto de 2013 del Gobierno de Canarias con la declaración de BIC del Pueblo Canario y los bienes muebles vinculados a este.

El templo original sufrió el asalto de Van der Does en 1599, siendo posteriormente reconstruido. No se sabe con certeza si, después de quedar en ruinas, el inmueble fue trasladado, ya que en los planos de Torriani (1588) y Casola (1595) su ubicación aparece más hacia el norte. A partir de 1742, el teniente coronel ingeniero Antonio Riviere sitúa la ermita donde hoy se encuentra el Pueblo Canario.

A mediados del siglo pasado, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria encargó al arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre su rehabilitación, ya que se encontraba en estado prácticamente ruinoso.

Miguel Martín decidió conservar la imagen que presentaba el edificio, con tres naves, como en la actualidad, estructura de madera y cubierta de teja a dos aguas, y dependencias laterales. La ermita destaca por estar elevada respecto al resto del conjunto del Pueblo Canario y por contar con un acceso independiente.

En su interior se encuentran los murales expresionistas del artista nacido en Tamaraceite Jesús Arencibia, que cubren las paredes de la nave principal y están inspirados en la iconografía de Santa Catalina de Alejandría. Las obras, que fueron realizadas entre 1957 y 1958, están protegidas de las obras por paneles de de madera ignífuga e hidrófuga y sellamiento de juntas y posibles entradas de aire o polvo, según las directrices de la restauradora Amparo Caballero.

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