La relatividad del tiempo

Es domingo y son las once de la noche. Le queda una hora a un fin de semana que va a expirar. Lo normal sería guardarse en casa, cenar algo que ayude a sobrellevar este purgatorio semanal hecho día, ver alguna confortable basura en una plataforma de confianza y esperar a que el sueño venza a la pereza que da empezar el bucle vital de obligaciones. Esa decisión, más que respetable, es la que ha tomado la gran mayoría de la ciudad. De hecho, se ve reflejada en la calle Amor De Dios, que es un sepulcro con dos aceras. No obstante, tras cruzar una Alameda semivacía y apoderada por el racheo metálico de las terrazas que se desmontan, llegando... Ver Más

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