La tirolina del Prado

Cuando eres chico no valoras el lugar en el que naces. Lo das por hecho, como das por sentado que eres rico en función de cuántos paquetes de gusanitos puedes comprar. Un niño no tiene más horizonte que el lugar en el que gatea y luego camina, no comprende que exista otro mundo más allá de su ciudad. El extranjero, como mucho, es la playa o Disneyland. Sus fronteras son el barrio, el colegio y el parque. Así es la vida cuando uno está aprendiendo a vivir. Una cosa sencilla, un juego de risas y llantos, de prueba y error. En Sevilla cada uno tuvo su sitio de recreo, el lugar al que le bajaban por la tarde después de... Ver Más

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